Opinión

Miedo ancestral

Un hormiguero es como un único ser formado por miles de individuos que se agrupan para conseguir los recursos que hacen viable su existencia; en soledad, cada uno de sus componentes no tendría viabilidad, sería eliminado en un instante. Lo mismo pasa con otras comunidades de insectos e incluso con animales situados en escalas superiores que necesitan el agrupamiento para defenderse de sus depredadores, y los que son abatidos, la manada los sustituye con nuevas incorporaciones.

El ser humano, en su lucha por la supervivencia, ha ido evolucionando incorporando recursos que lo protegieran de sus enemigos externos; ha mejorado su sistema inmunitario; su cerebro ha adquirido un desarrollo cognitivo que le permite elaborar mecanismos que mejoraron notablemente su calidad de vida y ha llegado a organizarse en comunidades complejas estructurando normas que amparan a todos sus miembros de las agresiones de otras comunidades o de individuos peligrosos. Su organización y su adaptabilidad a medios adversos lo han preservado de grandes cataclismos ( erupción del Toba, hace 75.000 años), devastadoras epidemias (una brutal epidemia de malaria hace más de dos millones de años), condiciones climáticas adversas ( cuarta glaciación). Por citar tres casos en los que nuestra especie estuvo a punto de desaparecer. 

Nuestros ancestros (hace dos o tres millones de años) sobrevivieron a una epidemia de malaria al dejar de sintetizar Neu5GC de forma irreversible, lo que nos salvó de la extinción y favoreció la evolución de los homínidos. Sin embargo somos receptivos al Plasmodium falciparum, parásito que causa la malaria hoy en día por su preferencia de unión a los eritrocitos Neu 5AC ricos en los humanos (no olvidemos que la malaria sigue siendo una de las enfermedades que más muertes causa). También se puede pensar que las consecuencias de no sintetizar el Neu5GC provoca graves alteraciones en la salud cuando se consumen en nuestra dieta alimentos derivados mamíferos; esperemos que la evolución resuelva esta anomalía alimentaria..

Hay teorías asegurando que hace unos 75.000 años la erupción del volcán Toba, en el norte de la isla de Sumatra, fue de tal magnitud que se produjo un “cuello de botella” en la especie humana cuando se creó un invierno volcánico que duro siete años y redujo la población mundial a unos diez mil supervivientes. Nuestra especie ha superado otras situaciones límite: las glaciaciones, la peste bubónica, la viruela, varias epidemias de gripe, la tuberculosis, la lepra, el tifus…, algunas de ellas, por separado, han diezmado pueblos y naciones; por no citar terribles hambrunas que han aniquilado a millones de seres humanos. Lo que demuestra que nuestra capacidad de supervivencia es, hasta ahora, tranquilizadora. 

Pero esta constante lucha de superación ha dejado huella genética en nuestro pensamiento, con manifestaciones de terror ante el enemigo invisible. Las colectividades necesitan el amparo y la protección de quienes las dirigen; buscan respuestas a los interrogantes de lo desconocido. Ya no le satisfacen invocaciones a las deidades ni sacrificios expiatorios; en el mundo de la tecnología, en la sociedad de la información, en la era de la ciencia. Hay que decir la verdad y desterrar la mentira, el engaño despierta atávicos temores, la verdad fomenta la cooperación en la adversidad. Un ejemplo de lo que no se debe de hacer, es la actitud del Gobierno de España ante el brote de ébola en nuestro país: irresponsable, mentiroso, chulo y manipulador. Las consecuencias de sus políticas de austeridad en algo tan básico como la sanidad, ponen a la ciudadanía en grave riesgo. Además de crear alarma social y reproducir el miedo ancestral ante la enfermedad, enemigo intangible y muchas veces letal. 

Mi reconocimiento a Médicos sin Fronteras , Cruz Roja y demás cooperantes que se juegan la vida en defensa de los enfermos de la “peste” de nuestro siglo, su lucha es garantía. Solo la solidaridad con el que sufre es aval de éxito ante la adversidad.

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