Opinión

El mito inmortalizado

Ha muerto un hombre, ha nacido un mito. Icono para los revolucionarios, Satanás para los conservadores. Fidel Castro pasará a la Historia como el personaje que más ha influido en el pensamiento político de su época. Controvertido, como todos los grandes hombres. Odiado por los poderosos, idolatrado por los pobres; admirado por los oprimidos, temido por  los oligarcas. Firme en sus ideas, ortodoxo, autoritario, comunista, internacionalista, solidario e implacable con el enemigo. Sus éxitos; la universalización de la educación, sanidad para todos, seguridad, solidaridad con los pueblos, resistencia y valor. Sus fracasos; restricción de libertades, ambición y nepotismo.

Nadie puede negar su influencia en la defensa de la soberanía de los pueblos; su aportación solidaria al continente africano, su influencia en el cono sur americano, su firmeza en la resistencia ante el bloqueo de EEUU, su coherencia revolucionaria y su incansable oratoria. Ha creado una forma de hacer política “el castrismo” que tantos emuladores tiene y ha tenido en todas las culturas; pero ninguno ha alcanzado su grandeza y valentía.

Con su muerte ha alcanzado la inmortalidad, ya que solo unos pocos serán recordados mientras el ser humano siga existiendo y él pertenece a ese escogido grupo que se proyecta más allá de su existencia. Que la tierra te sea leve, comandante.

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