Opinión

El mundo de ayer

No trato de emular a Stefan Zweig, ya que no tengo ni su calidad literaria, ni su sabiduría, ni su formación, ni sus excepcionales vivencias. Pero eso no obsta para que no pueda recrearme, como él lo ha hecho, en el relato de alguna de mis pequeñas e insignificantes experiencias. Mi “mundo de ayer” es como el de muchos antifranquistas que aportaron su tiempo, compromiso y seguridad para alcanzar en España un estado de libertades y de justicia. Lo hacíamos convencidos de la obligación que cualquier demócrata tiene de luchar por un mundo mejor. Muchos partíamos de la certeza del “axioma de Emerson” (citado por Zweig), según el cual los buenos libros y compañeros sustituyen a la mejor universidad, ya que el ser humano alcanza altas cotas de saber a través de la lectura, la tertulia y el compromiso social.

En el Ourense de aquellos años tuvimos la suerte de contar con un extraordinario librero: Carlos Vázquez; militante comunista, ilustrado profesor y contertulio excepcional; gracias a él pudimos acceder a Alexander Oparín, Wilhelm Reich, Marta Harnecker, Marx, Lenín, Georges Politzer, Ruedo Ibérico y un largo etc. Era en la trastienda de su céntrica librería, situada en las proximidades del edificio que albergaba el Gobierno Civil y su siniestra policía político-social, donde se podían conseguir aquellas dosis de libertad que nos permitían informarnos del mundo prohibido por el régimen fascista. En la trastienda tenía su despacho de contable el poeta Antón Tovar, el autor de “NON” e “Diario íntimo dun vello revoltado”, hombre dotado de una sensibilidad exquisita y de un gran amor a Galicia; lo que a juicio de muchos lo convierte en el poeta gallego más importante de la segunda mitad del siglo XX. Eran asiduos “clientes” y contertulios el médico Manuel Peña-Rey, el psiquiatra Santiago Lamas, el filosofo Manuel Albendea, el empresario Augusto Valencia, el insigne escritor Blanco Amor cuando estaba en la ciudad, los profesores Vicente Villar y José Luis López Cid, el empresario Alberto Ferrer (sus conversaciones con Tovar eran antológicas) y alguno más que mi memoria se niega a facilitar.

Aquel grupo fue el germen de la Junta Democrática de Ourense, del triunfo de la candidatura progresista al Ateneo, del impulso de arte comprometido con las reivindicaciones de trabajadores, artistas como Jaime Quessada, Acisclo Manzano, Vidal Souto, Alexandro… fueron algunos de los que apostaron por la lucha por las libertades poniendo su creatividad al servicio de la democracia.

Mientras la dictadura se desintegraba, el movimiento cultural intensificaba su actividad. Surgían actividades culturales apoyadas por cientos de espectadores; los controles coercitivos eran incapaces de frenar las iniciativas de las asociaciones. Recuerdo que el delegado de Información y Turismo, Torres Royo, se vio desbordado y acabó claudicando en su papel de censor. Al reaccionario gobernador civil, Fernández Júlbez, le sustituyó el dialogante Regalado Aznar. El primero fue el responsable político de los malos tratos, físicos y psíquicos, a Carlos Barros en la comisaría, fue también el que paralizó el funcionamiento del Ateneo y el que encarceló a varios comunistas y sindicalistas. Mientras que Regalado Aznar trató de conectar “dentro del espíritu del 12 de febrero” con los sectores sociales más comprometidos con las libertades.

Eran tiempos de cambio, había ilusión, entrega y los ideales movían los corazones. Hoy el problema es Grecia, ISIS, China, la corrupción, el paro y un largo etc. Pero no olvidemos que así y todo siempre hubo y habrá quien se considera feliz.

Te puede interesar