Opinión

Nuestra frontera, la piel

Dentro de mí, ¿lo controlo o me controla? Creo ser dueño y señor de todo lo que está dentro de mi piel, es lo único que me pertenece en exclusiva. La frontera física de mis posesiones acaba donde termina mi piel, lo demás es accidental y temporal.

¿Por qué pretendemos fiscalizar lo externo a nuestra piel? Solo la supervivencia justifica el afán del ser humano por adquirir objetos de forma ilimitada sin otro fin que alcanzar metas de poder que le permitan eludir su condición de polvo estelar. Nos olvidamos de la inmensa capacidad que tiene nuestro territorio interior para elaborar potentes energías que liberan nuestra conciencia y nos permiten gozar de la existencia. 

Debíamos de haber superado nuestra ambición de control territorial para alcanzar metas de identificación más allá de nuestro entorno afectivo. Buscamos integrarnos en el mundo de los opuestos obviando la negatividad inherente a la dualidad, por eso nos instalamos en la confrontación permanente con aquellos que no controlamos porque no pertenecen a nuestro grupo de intereses. Aunque muchas veces cedemos a las ansias de dominio a que nos someten aquellos que participan en nuestro círculo vital convirtiéndonos en zombis, sin posibilidades de emancipación. La violencia de género es la expresión más brutal del afán de posesión del macho alfa que no soporta la rebelión de la hembra que cree suya en cuerpo y espíritu.

La mayor parte de las ideas sobre nuevas demarcaciones y conflictos entre opuestos se podrían solventar si resolviésemos las contradicciones sobre nuestra identidad personal. La violencia, la mentira y el miedo se convierten en elementos de persuasión que limitan la voluntad y por lo tanto anulan la libertad. Los estados totalitarios utilizaban groseramente métodos de terror para esclavizar los espíritus y en las pseudodemocracias se manipulan las mentes utilizando procedimientos más sofisticados, pero quizás más eficaces.

Escribía José Luis Sampedro: “La naturaleza y la carne poseen otro saber que es más verdad que aquel al que llegamos por la razón. Creo que se aprende por la piel”. La piel, nuestra frontera exterior; dentro, nosotros; fuera, ellos. Para conectarnos es preciso conocernos, aceptarnos y armonizarnos; una vez conseguido, estaremos en condiciones de empatizarnos con lo externo.

El año se acaba, ha sido un año como otro cualquiera; ha habido nacimientos, defunciones, alegrías, penas, amores, odios, violencia, injusticia… Quisiera desde estas humildes líneas rendir un homenaje a aquellos que se han ido y han dejado el recuerdo de su buen hacer. De aquellos que han sembrado de amor su relación con los demás, de aquellos que han compartido su sabiduría con todos los que han gozado de su palabra. De los generosos que han dado sin pedir nada a cambio. Aquellos que su piel era transparente porque no tenían nada que ocultar. 

Y las hojas de la agenda siguen cayendo inexorablemente. A pesar de todo es un privilegio el vivir. Esperemos un 2018 con menos fronteras y más felicidad.

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