Opinión

Pobre Cebrián

Pobre Cebrián, acosado, vilipendiado, herido en su honor; qué crueldad la de Ébole, no ha tenido compasión, ha utilizado el látigo socrático con dureza y no ha dado un respiro a su presa hasta que esta quedó en evidencia en su condición de viejo tahúr. J.L. Cebrián, el periodista que aprendió a usar la pluma en el diario Pueblo aupado por su padre Vicente Cebrián, director de los medios de comunicación del Movimiento Nacional y ex director del diario Arriba (1957/60). Con treinta años es elegido por el ministro Pío Cabanillas para dirigir los informativos de Televisión Española (desde mayo 1974 a 1976), para posteriormente ser designado por Manuel Fraga, entonces embajador en Londres, como primer director del diario El País. 

En la magnífica obra de Gregorio Morán “El cura y los mandarines” se encuentran las claves del fulguroso ascenso de muchos “intelectuales” a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y, salvo honrosas excepciones, muchos de ellos tenían sus raíces en las estructuras del viejo régimen. Según relata Morán, el diario El País nace como “… un elemento de modernización indiscutible, por más que acabará deviniendo un instrumento manipulador, de objetivos estrictamente económicos…”. Esta finalidad se alcanza después de pasar por dos fases cruciales: ser generador de opinión y constituir un heterogéneo colectivo de intelectuales que le dan el marchamo de periódico progresista; aunque para ello han de superar la imagen de sus primeros espadas, Ricardo de la Cierva, J. Luis López Aranguren, José María Gil Robles, Julián Marías y Jiménez Lozano. A Cebrián hay que reconocerle el éxito de haber conseguido convertir un proyecto periodístico y empresarial en el medio de comunicación más importante de la historia periodística en lengua española.

Cebrián es un elemento más de la trasmutación que sufren aquellos que están próximos al poder o han disfrutado de una pequeña parcela, es el mismo proceso de Felipe González, de Tony Blair o de Hollande. Son líderes sociales que han dejado de empatizar con el pueblo y han perdido la razón ética que debe acompañar cualquier posicionamiento sobre la cosa pública. No podemos olvidar que los más significados forman parte del grupo Bilderberg y el mismo Cebrián ha asistido a varias reuniones. No nos debe pues extrañar que Ébole haya puesto en evidencia las contradicciones de quien se cree investido del aura de la verdad y que además se atreve a recriminar a aquellos que dudan de su comportamiento. 

Cebrián ha sido mandarín, ha sabido utilizar en beneficio propio el poder que da la información; ha creado opinión pública, pero no formación crítica, ha colaborado con gobiernos, ha apuntalado y derribado liderazgos. Sabe grandes secretos. lo cual le permite gozar de una ilimitada influencia. Ha caído en la tentación de jugar en un embarrado campo de oscuras finanzas. Pero al verlo enfrentarse a Jordi Ébole con aparente contundencia, he sentido la misma sensación que sintió el joven Phillipe, protagonista de “El ídolo caído”, de Graham Greene, cuando descubrió lo que había hecho su amigo el fantasioso mayordomo sr. Baines.

 A pesar de sus éxitos J.L. Cebrián es un pobre rico que se ha olvidado de los emolumentos que percibe, aunque estos sobrepasen los trece millones de euros. Pobre Cebrián. 

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