Opinión

Política, algo más que una disciplina

El poso que da la vida es el sedimento de lo que algunos llaman sabiduría. Cuando no ha habido tiempo suficiente para almacenar los residuos necesarios para elaborar “ideas”, se acude a la bibliografía buscando la teoría que permita tomar decisiones de cierta trascendencia. Las variables teóricas no suelen coincidir con la complejidad de la realidad; de ahí la falta de argumentos sólidos que algunos suplen con “poses” o “titulares” tratando de acaparar la atención y buscando un protagonismo efímero e insustancial. Liderazgos programados a la carta con el fin de dar respuesta a movimientos de masas que se creen incontrolados, cuando en realidad todo, o casi todo, está previsto. Se busca la respuesta adecuada a la hipótesis diseñada con ligeros retoques del “magíster” de turno. Pero las variables son infinitas y siempre quedan cables sueltos que deciden el resultado; la voluntad de los pueblos, antes o después, se refleja en cambios sociales de gran intensidad, independientemente de acuerdos puntuales que frenen o aceleren la dinámica de la transformación social.

Me atrevo a teorizar sobre la situación actual en nuestro país teniendo en cuenta un escenario europeo en crisis, ante la carencia de estadistas que den respuesta al reto migratorio de acuerdo con el espíritu social de una Europa solidaria y progresista. Parece evidente que se está produciendo un cambio sustancial en la relación entre ricos y pobres. La alianza vergonzosa entre la nobleza económica con el lumpen corrompido y sometido, que tuvo su mayor esplendor en los procesos de colonización, está tocando a su fin. Los que han vampirizado las riquezas del planeta durante milenios se ven obligados a intensificar los métodos alienantes que destruyan la capacidad de reflexión de los habitantes del orbe. Se vacuna contra la indignación, produciendo más y más noticias sobre la corrupción, canalizando la solución al funcionamiento de las instituciones que nunca llegan a extirpar el tumor porque este forma parte de la anatomía del paciente. Se intensifica el miedo para producir una pasividad en las masas que permita a los poderosos inmunizarse contra la ira de los pueblos. Provocaciones calculadas que magnifican lo insustancial y ocultan lo esencial; ambiciones personales toleradas hasta que el depredador se convierte en víctima necesaria para contener la indignación de las masas, se ofrece carnaza a los desesperados como lo hicieron en la vieja Roma los emperadores más sanguinarios. “Pan y circo”, el mayor espectáculo del mundo; debates estériles articulados alrededor de una putrefacción repugnante, y todo ello con la complicidad pasiva de lo que mal se llama “ciudadanía”.

Mientras la derecha atiende a una individualidad egoísta y fomenta los contravalores; la izquierda, preocupada por lo colectivo, ignora al individuo y mantiene los viejos paradigmas manoseados por gobiernos excesivamente pragmáticos. La Europa de los estados, se olvida de los pueblos. La xenofobia, el racismo, el tribalismo y la intolerancia colonizan los espíritus del “blanco continente”. Los mercados imponen sus condiciones bajo la amenaza de la pobreza extrema; y mientras, asistimos como espectadores anhelantes a conversaciones encorsetadas en programas imposibles que tratan de llevar esperanza a quienes confían en los acuerdos. La política es algo más que una disciplina, es un proceso de adaptación a una realidad cambiante produciendo el mejor de los efectos sobre el conjunto de la población; es el arte de lo posible ante las dificultades económicas y sociales sin fracturar la convivencia y equilibrando sin violencia los intereses de todas las capas de la sociedad.

Me parece oportuno recordar a los jóvenes dirigentes una frase del filósofo José Luis Aranguren: “La moral se esgrime cuando se está en la oposición. La política, cuando se ha obtenido el poder”. A lo que me permito añadir: el político que tiene principios éticos no distingue su comportamiento estando en la oposición o en el poder.

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