Opinión

Risk autocensurado

Me tiene fascinado, estupefacto y sin capacidad para hacer un análisis riguroso algo que, sin duda, merece un personaje tan singular. La imaginación la sitúa como una mezcla de Agustina de Aragón, Juana de Arco y Milady Winter. Es un producto diseñado para “eliminar”, después de humillar y torturar a sus adversarios. Usa un lenguaje vulgar, carece de inteligencia emocional, su capacidad de abstracción no llega a comprender el número racional. Persuasiva, arrolladora, ingrata, pues no duda en asesinar al padre cuando este se interpone en su camino. Heredera de un icono de la nobleza rancia del Madrid de majas y chulapos. Despliega su poder oculto tratando de seducir a sus esclavos haciéndoles beber pequeñas dosis del elixir del poder. Valiente o insensata, da “caña” a tirios y troyanos buscando un equilibrio estable, anulando conspiraciones o creándolas cuando lo ve necesario. Organiza ágapes donde el Strogoff de turno queda relegado a bufón del emérito.

El etéreo y vulgar líder de las pléyades sedientas de venganza teme a la furibunda amazona devoradora de jefecillos y capitanes de origen humilde. Fotocopia del Abadón que perdió el reino contra el vengador de agravios, aprendió a comprender el misterio que encierra la potente frase “Es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde” y, como alumno aventajado, sitúa a Orwell escribiendo en el año 84 cuando el novelista falleció en 1950. Amigo del mar, dilata su pupila con la intensa luz marinera en un intento fallido de ocultar su inexistente bagaje cultural. 

El superviviente de la traición de los boyardos hispánicos es la pieza a cazar por los servidores de la ley, unidos en un contubernio de leguleyos traidores a su país, cancerberos del fantasma de Gobineau que anida en el nido de los fascistas reconvertidos en salvadores de la Patria. Todos aspiran a lo mismo: incinerar en una sola pira a la aritmética, a la física y a los pigmeos usurpadores. 

La araña teje su temida red para atrapar a los insectos que osan cuestionar su ofensiva contra los usurpadores del poder. La humillación sufrida por el enviado del advenedizo infiltrado supone una victoria de la renacida Tomiris, reina de los masagetas. Sus aguerridas bactrianas guardan celosamente “el Portillo de la Traición”, evitando que algún émulo de Vellido Dolfos atente contra la integridad de la araña negra paladina de los nuevos tiempos. Es tal el pavor que sienten sus enemigos, que la aguerrida ministra de Defensa, temerosa de ser atrapada por la tupida red de la lideresa, abandona a su suerte a su compañero de armas, que con mirada suplicante manifiesta su vergonzante derrota.

Mientras estos acontecimientos se desarrollaban en la capital del reino, el Viejo Milenario se pregunta ¿qué pasaría si similares sucesos acontecieran en Cataluña? 

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