Opinión

El ruido y Einstein

Un ruido ensordecedor se filtra a través de las ventanas y paredes, nada parece detenerlo. Su efecto sobre el equilibrio psicológico es demoledor, los nazis lo sabían y de ahí su aplicación en la tortura. Trato de evitarlo fijando mi atención sobre algo importante; ¡imposible!, las mismas canciones, la repetición rítmica de una insoportable música destruye aceleradamente el sistema neuronal. El grupo desprecia la individualidad y solo acepta el gregarismo como respuesta a su tiranía; se retrocede en el respeto a la libertad personal y se impone el gusto de la mayoría sobre los derechos de la minoría. ¿Diversión?, toda, pero no a costa del prójimo. Los valores de la convivencia se ven alterados por el uso y abuso de contravalores en nombre de una tradición falseada para alienar a las colectividades. 

¿Cómo escribir en este escenario de anarquía dirigida? Me he rendido, he optado por dejar fluir los estímulos negativos a través de mis sensaciones; no opongo resistencia a lo inevitable y decido releer la carta que Albert Einstein ha dejado a su hija Lieserl y que, generosamente, me ha enviado mi amigo Luis S.

Soy consciente de la leyenda que rodea a esta hija de Einstein y de las teorías contradictorias sobre su vida y existencia. Pero lo importante es el contenido de la misiva escrita por el científico. Se refiere en ella a “una fuerza extraordinariamente poderosa para la que la ciencia no ha encontrado una explicación formal; es una fuerza que gobierna a todas las otras y que está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo. Esa fuerza universal es el amor”. El genio le atribuye al amor las cualidades y condiciones más importantes; incluso llega afirmar, para dar visibilidad al amor, que modificando su fórmula más importante E=mc2 se obtendría la energía para sanar al mundo multiplicando el amor por la velocidad de la luz elevada al cuadrado y el resultado no tendría límites. 

¡Cuanta belleza hay en ese mensaje!, ¡cuánto misterio se encierra en una sola palabra! La última razón de la existencia es llegar al amor; todos lo buscan, pero pocos lo encuentran. Caminamos por un camino lleno de dolor, angustia, injusticias, alegrías, satisfacciones, frustraciones, miedos, ambiciones, traiciones, mentiras… pero, en cualquier caso, siempre aspiramos a la felicidad y ese estado pletórico de vida solo se encuentra en el amor.

El ruido ha continuado; ha estado presente pero ha pasado desapercibido, ha fluido suavemente, no ha interrumpido el hilo de mi reflexión. Es la aceptación de lo inevitable quien reconforta el espíritu; es compartir con los demás sus deseos, sus inquietudes, sus penas y alegrías; es, en definitiva, vivir en tolerancia con los demás y consigo mismo. 

Deseo terminar este artículo trascribiendo los deseos del genio que revolucionó la ciencia: “Quizás no estemos hoy preparados para fabricar la bomba del amor, esta sería un artefacto tan potente que destruiría el odio, el egoísmo, la avaricia y la violencia que asolan el planeta; sin embargo cada ser humano lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada, cuando aprendamos a hacerlo comprobaremos que el amor todo lo vence.”

El ruido ha cesado.

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