Opinión

Sandeces y traiciones

Cuando la inefable Verónica Pérez, rodeada de micrófonos, enfáticamente dijo: “En este momento la única autoridad que existe en el PSOE es la presidenta del Comité Federal, que soy yo, les guste o no”, sin saberlo estaba dando una respuesta contundente al gran interrogante: ¿Cómo el partido socialista ha llegado a este grado de descomposición? Sin lugar a dudas, entre otros factores, porque personas como Verónica han llegado a tener responsabilidades de tanta importancia sin alcanzar la madurez suficiente para desempeñarlas con equidad y objetividad.
 Mi amigo Liceras lo achaca al auge de la efebocracia dentro de las organizaciones políticas; son personas que desde muy jóvenes han enfocado su vida hacía actividades orgánicas en los partidos políticos y nunca o casi nunca han desarrollado una actividad laboral fuera del ámbito institucional. Tienen muy interiorizado el instinto de supervivencia y muy claras las reglas que deben cumplir: Tener un tutor con influencia y poder, carecer de principios, disponibilidad en el desempeño de su actividad política, ambición sin límites, carencia de lealtades personales, renuncia a libertad de pensamiento, adaptabilidad a las coyunturas, especializarse en nada y hablar de todo y creerse sus propias mentiras que convierten en axiomas variables. Es en las organizaciones juveniles de cada partido donde aprenden las reglas y comienzan a experimentarlas, llegando algunos a conseguir ser especialistas en el difícil arte de perdurar pase lo que pase. Estos personajes son corrosivos, destruyen lo que tocan, empobrecen el debate político y son ladinos; se convierten en imprescindibles para los trabajos sucios, son obedientes a su poder y carecen de autocrítica.

Pero desafortunadamente, la ambición y la necedad se han mezclado en una coctelera batida por un renegado (Felipe González) y servida por la adalid de los efebos (Susana Díaz) en un banquete presidido por la imagen de un indolente y nefasto político (Mariano Rajoy) que no ha dudado en el chantaje para humillar a su viejo adversario. Siento indignación y dolor al asistir al dramático espectáculo que está dando el partido socialista, empujado por la traición de sus viejos efebos convertidos en barones de una “aristocracia decadente”. Siento vergüenza de la imagen de los dirigentes reunidos en Ferraz, materializando el golpe contra Pedro Sánchez después de haber conspirado contra los intereses del partido; mientras los imputados de los casos Gürtel y tarjetas black respiran aliviados por haber perdido interés mediático; para satisfacción de Rajoy en su allanado camino hacia la Moncloa. 

Además, lo más grave es que la debilidad del partido socialista fortalece políticas reaccionarias, acentúa la inestabilidad territorial, resquebraja la cohesión social y reduce las libertades. Ha sido una operación que viene larvándose minuciosamente desde hace años, ante la pasividad de los militantes, la apatía de los dirigentes y la colaboración de muchos traidores que han intentado vender 137 años de historia por un plato de lentejas. Pero, para su pesar, la Historia es inexorable y nunca el imperio pagó a traidores, los utiliza y los desprecia. 

Espero que a pesar de estar en la UCI, la fortaleza de su ideario y la necesidad de políticas socialdemócratas le harán resurgir con más fuerza y vigor (es un deseo). Mientras tanto, los auténticos socialistas deben mantener el orgullo de serlo y seguir dando testimonio de compromiso por las libertades y la justicia social.

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