Opinión

Singularidad

Antes de iniciar la redacción de este artículo, consulté telefónicamente con mi compañera de trabajo Mª Carmen, sobre la singularidad de los puntos de una curva plana, ya que tengo algo olvidado el desarrollo de una función cuando desde un punto tiende al infinito al estar mal definida en otro sentido. Lo que me recuerda que las singularidades son siempre, cuando menos, complejas. Complejidad que aumenta si hablamos de la singularidad de una superficie, siguiendo en el mundo matemático, o, en el mundo cognitivo, cuando hablamos de singularidad de conciencia y ésta se trasciende a sí misma. Lo singular, lo distinto, lo único, lo raro... siempre ha sido señalado como anormal, lo individual rompe con la homogeneidad del grupo. Lo diferente es condenable por el mero hecho de ser distinto, de agredir con su singularidad al colectivo, que se siente muy a gusto con pertenecer a la normalidad. Pero, desde hace ya algunos años, el sistema absorbe a lo singular a través de su proyección intrascendente como algo comprable y anómalo. Lo más raro tiene la venta asegurada en un mercado donde la intimidad tiene un precio y la singularidad debe ser anulada con la multiplicidad de peculiaridades. Los sistemas más totalitarios han temido siempre las singularidades, a aquellos individuos que se alejan de la masa y que son capaces de elaborar ideas políticas o manifestarse socialmente de forma distinta, sin miedo y sin complejos. En su obsesión por unificar las conciencias y la estética, los grandes dictadores han uniformado a las muchedumbres con el pleno convencimiento de que anulaban el pensamiento y controlaban los sentimientos. Pero el subconsciente traiciona a la consciencia, y la singularidad se trasciende a sí misma en los momentos en que la consciencia se debilita ante los estímulos interiores o exteriores, ya que estos exigen una respuesta distinta a la que estructuralmente da la colectividad. En su fanatismo, los más dogmáticos llegan a proponer el exterminio de las singularidades más llamativas; así, en la Alemania nazi se llegó a planificar la desaparición de las anomalías físicas o psíquicas de aquellos hombres o mujeres imposibles de incorporar a la uniformidad colectiva, enmarcada en los principios de raza y de pensamiento.


El mundo actual ha creado singularidades manejables, por supuesto consumistas, introduciéndolas en el mercado y sometiéndolas al imperio de la moda. Para ello cuentan con recursos que, hábilmente utilizados, entusiasman a las masas, singularizándolas en el tiempo y en el espacio; los hippies, los punks, los grunge, los góticos, los emos, etc. son productos que responden a una planificación perversa elaborada por las superestructuras, que crean y destruyen singularidades en función de su potencial poder alienante. Sin embargo existen, afortunadamente, singularidades creativas conscientes e insobornables que transcienden su mundo interior y lo proyectan en su entorno enriqueciéndolo y, como sucede en la singularidad tecnológica, existe un hipotético punto desde el cual se producirá una aceleración del progreso que provocará la incapacidad de predecir sus consecuencias ampliándose el campo de los seres libres y singulares Creo que es mejor tender al infinito sin aplicar la fórmula de Taylor.



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