Opinión

VIVA LA REPEPA

Dos de cada tres españoles vivos no pudieron votar la Constitución en 1978. Y casi la mitad no había nacido en aquel día histórico. Pertenezco a esa generación cuya biografía contrasta paradójicamente con la de nuestros abuelos o bisabuelos. Ellos votaron las Cortes de la Segunda República que escribieron la primera Constitución plenamente democrática de nuestra historia, con la incorporación de las mujeres al sufragio, y, sin embargo, tuvieron que soportar después cuarenta años de dictadura. Nosotros no votamos en el 78, pero pese a eso gracias a la Constitución hemos vivido junto a nuestros hijos siempre en democracia. Por eso el recuerdo de este día siempre me parece motivo de celebración.


La Constitución fue el origen de todas las cosas. Con sus imperfecciones, ha sido un instrumento eficaz para construir la democracia, ha permitido crear un estado autonómico que para sí quisieran muchos estados federales, ha servido eficazmente al desarrollo de las libertades individuales hasta extremos a los que aún no han llegado democracias más longevas. Es buena hasta en alguno de sus defectos. Una imprecisión, nunca sabremos si intencionada, ha permitido por ejemplo hacer constitucional el matrimonio homosexual.


Que necesita una reforma es evidente y lo que resulta sorprendente es que perdamos tanto tiempo en discutirlo. La necesita porque España ha evolucionado, porque en estos años se han generado nuevas realidades a las que dar respuesta y que los constituyentes no pudieron siquiera imaginar. La necesita porque algún título como el VIII, en realidad una hoja de ruta para la creación del estado autonómico, está ya amortizado con su desarrollo pleno y necesita ser reescrito. La necesita porque el mundo y Europa han cambiado sus perfiles y porque nuestra posición en el tablero también se ha modificado.


Las constituciones no son inamovibles, solo faltaría. La plena vigencia que defiende Rajoy y la necesidad de adaptarla a los nuevos tiempos que reclama Rubalcaba no son incompatibles. Y del secuestro de la soberanía nacional que denuncia Cayo Lara no son culpables ni la Constitución ni quienes hace 34 años la elaboraron, sino quienes con torpes decisiones políticas la mutilan desde el poder. Todo lo contrario, aunque señalemos sus imperfecciones, hoy es el día para quitarse el sombrero ante quienes hace más de tres décadas, cuando todavía veíamos por el retrovisor el oscuro túnel del franquismo, hicieron una constitución que nos permitió disfrutar de la luz de la democracia y que aún hoy sigue siendo moderna.

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