Se habla con toda naturalidad de 'jueces conservadores' y 'progresistas'. Uno -que es lego en la materia- siente, al respecto, dudas razonables sobre la imparcialidad que en todo momento ha de acompañar el cometido de cualquier juez.
Sabemos que la libertad política existe cuando los tres poderes del Estado se hallan separados y, en consecuencia, actúan sin interferirse. Y esto tiene ue ser así. Montesquieu lo dice: 'Para que no sea posible abusar del poder es preciso que, por la disposición de las cosas, el poder frene al poder'.
Ahora bien, si el poder judicial admite en su seno distinciones tan notables y habla de 'progresismo' y 'conservadurismo', pienso que el sistema de libertades democrático pierde credibilidad ante la ciudadanía.
Nota.- En estos pasados días se estuvo juzgando el 'caso Bretón'. Se le acusaba de algo horrible. El proceso contra el presunto asesino de sus propios hijos presentaba sesgos de cinematógrafo: todo se grabó, todo se comentó en los más mímimos detalles, y los medios de comunicación pudieron contribuir a que el jurado popular pudiera verse influido por el clima generado. No me parece normal.
