Opinión

NACIONALISMO, INTERNACIONALISMO, IRONÍAS

En 1917, en plena guerra europea y mundial, Lenin implanta en Rusia la dictadura comunista. La revolución roja aspira al dominio universal. En consecuencia, la propaganda soviética contra la guerra se intensifica; los revolucionarios rusos confían en que los combatientes alemanes y fuerzas de izquierda se unan a ellos.


Sin embargo, respecto a la 'vis' revolucionaria de los alemanes, los bolcheviques albergan dudas razonables: saben que la mayoría de los soldados, marineros y trabajadores revolucionarios de Alemania eran moderados y disciplinados.


Al respecto, circulaba este chiste: 'Donde haya un cartel que prohíba pisar el césped, los alemanes sublevados tendrán buen cuidado de andar por el camino'. La revolución roja inquieta y asusta en occidente. Como reacción inmediata ante el peligro, el presidente norteamericano, Wilson, propone sus famosos 'catorce puntos'. En uno de ellos afirma que cada nación, cada etnia, ha de ser dueña del propio territorio en que viven.


De esta manera Wilson, como tantos otros, exhibe el arma del nacionalismo para frenar el avance del internacionalismo mundial.


Dos décadas y pico más tarde, cuando la Unión Soviética peleaba por su propia existencia, Stalin no duda en apelar al patriotismo de los rusos, concitándolos a defender su sagrada patria, ¡ironías del destino!

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