Opinión

UN RAJOY PARCO EN PALABRAS, LARGO EN RECORTES

El presidente del Gobierno lleva un año al frente del país. Una obsesión le domina: eliminar el déficit según las normas que dictan Frau Merkel y Bruselas. En todo este tiempo, el señor Rajoy viene demostrando ser un político obediente a los dictados del poderoso norte. Para ello no duda en incumplir lo que tanto prometió siendo el jefe de la oposición. Incluso entra en las pensiones de los mayores, mermando su poder adquisitivo, cosa que jamás haría. Nos ofrece sangre, sudor y lágrimas, cual otro Churchill, y pretende hacernos ver que fuera de los recortes no hay salvación.


Al mismo tiempo, exige que tengamos fe en él, pues, más pronto que tarde, seremos testigos del reverdecer de este yermo económico. Pero ¡ay!, la maldita crisis se alarga en el tiempo y la carga más onerosa recae sobre los más débiles, que no tuvieron culpa del desastre.


El presidente del Gobierno exige fe ciega en su hacer. Él sabe lo que nos conviene. También Aznar exigía fe en su palabra: ¡Sadam Hussein disponía de armas de destrucción masiva!


Consideración final: a primera vista, Rajoy presenta un aspecto de hombre serio y responsable; habla poco y da a entender que la palabrería le desagrada. En fin, Rajoy es la antítesis del doctor Pangloss. En las circunstancias actuales, esta ascética verbal ¿es una virtud?

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