Una película -La inocencia de los musulmanes- y las viñetas de Charlie Hebdo en las que se ridiculiza a Mahoma, han generado un auténtico tsunami de indignación, fanatismo y violencia en el mundo islámico.
Podemos pensar que esta masiva reacción airada no se corresponde con el ínfimo número de los provocadores, un desconocido pastor de Florida y un gracioso dibujante cómico satírico de Europa.
Sin embargo, las consecuencias a causa de estas publicaciones son graves: asalto a la embajada de los EE.UU. en Libia, con el asesinato del propio embajador; muerte de personas y destrucción de edificios occidentales en diversos países musulmanes; presencia de grupos activos de fanáticos dentro de Europa; un ministro pakistaní brindando copiosa recompensa a quien acabe con la vida del autor de las viñetas, etcétera. Mientras esto ocurre, en Occidente se invoca el inalienable derecho a la libertad de expresión, en principio irrenunciable; en tanto, en el mundo islámico jamás se desistirá en la defensa a ultranza de su fe religiosa y del profeta.
De instalarse ambos mundo en esta lógica de enfrentamiento, el choque parece inevitable.