Opinión

Una vida maravillosa

Existen personas singulares, extrañas e incomprensibles, llenas de vida interior, que disfrutan de una felicidad vedada a la gran mayoría de los humanos. Uno de estos seres excepcionales fue Ludwig Wittgenstein.

Su profesor fue Bertrand Russell, que lo calificó de "apasionado, profundo, intenso y dominante". Este Ludwig tenía la extraña manía de llamar a la puerta de la habitación de Russell a altas horas de la noche. En una de estas visitas intempestivas le espetó: "Por favor, sea sincero conmigo: si le parezco un imbécil, dígamelo y me dedicaré a la ingeniería; si no, intentaré ser filósofo".

-Usted no tiene nada de imbécil. Por lo tanto...

Nacido en 1889, en el seno de una familia vienesa, Wittgenstein pulsó muchos registros en la vida. Partició en la Gran Guerra como enfermero voluntario, fue profesor en Cambrige, para luego abandonar la dodencia y dedicarse a tareas más humildes.

Deseaba vivir en soledad y se ofreció como jardinero en un monasterio benedictino. Asimismo, ejerció de mastro en escuelas rurales de Austria. 

Este hombre -pensador y místico- murió en 1951 en casa de uno de sus alumnos. Sus últimas palabras fueron: "Dígales que he vivido una vida maravillosa".

Te puede interesar