Opinión

Cartas Galicia-Madrid: "Brindis al sol" y "Dinero al Gobierno, whisky a los adolescentes"

Querido compadre Itxu:

No es por dar la tabarra con el melón abierto la semana pasada a cuento de los nuevos nombres de los fenómenos meteorológicos, pero no puedo evitar traer a colación el último: “horno ibérico”. Uno oye tal expresión y piensa en un costillar de gorrino asado en leña, humeante y apetitoso. Pero no. Es sólo que hace un calor de tres pares y que en Madrid ya hemos visto ranas con cantimplora y lagartijas echándose aftersún.

Con todo, lo mejor son los consejos que diversos expertos se han apresurado a lanzar con el fin de sobrevivir a tal episodio de calor apocalíptico. Entre otros: beber agua, llevar ropa ligera y ponerse a la sombra. A mí jamás se me habría ocurrido. Creo que deberían ampliar la lista de recomendaciones a la población con algunas advertencias que constaten la implícita opinión de que los ciudadanos somos gilipollas. A saber: eviten beber café hirviendo, absténganse de ingerir más de seis raciones de lacón con grelos al día o renuncien a encender la calefacción y/o el brasero si las temperaturas superan los 40 grados.

Deduzco que el sol nos tiene tan idiotizados que nos hemos entregado a la estúpida tarea de hacer brindis al astro rey. Los brindis al sol son esas propuestas efectuadas a sabiendas de que serán inviables. Verbigracia: “el Gobierno va a construir 100.000 viviendas de aquí al martes a la hora de la siesta”. “Legalizaremos los pozos ilegales de Doñana siempre y cuando se haga un trasvase desde el río Danubio al Guadalquivir, pasando por Mondoñedo”.

Los brindis al sol son frecuentes en época electoral. Y me da que en algo de eso debemos de andar porque ya he visto algunos concejales en mi pueblo besando niños. Ya sabes, esas frágiles personitas aún inmaduras que apenas saben escribir o sumar y que son capaces de cometer las trastadas más impensables. Me refiero a los concejales, no a los niños, por supuesto.

A pesar de la mezcla de sorpresa e indignación que pueden despertar en nosotros los brindis al sol, lo peor no son las promesas que nunca se cumplirán sino las que sí se cumplen. Por poner otro ejemplo: si te ocupan tu casa, antes de denunciar, deberás asegurarte de que no se trate de okupas discontinuos en condición de vulnerabilidad. ¡Y acreditarlo! Y si, con suerte, llegado el caso y pasado el tiempo, lograras ejercer tus derechos como propietario parásito de la sociedad asqueroso que eres, la Policía deberá prevenir a los infractores de tu intención de desalojarlos. La nueva ley de vivienda, aprobada por el PSOE y todo lo que queda a su izquierda, se queda corta. Está claro. Deberían incluir en la misma la obligación del propietario legal de llevarles churros a los inquilinos ilegales todos los domingos para desayunar y que, de paso, les riegue las plantas.

No sé en qué momento, en España, hemos pasado de defender la propiedad privada a atacar a los que se ven privados de su propiedad. Esto es muy nuestro. El éxito ajeno produce odio entre los mediocres y de estos últimos hay un stock inagotable. Son, por ejemplo, los que denuestan a Amancio Ortega por donar parte de su fortuna a la Seguridad Social para luchar contra el cáncer. Ahora, el fundador de Inditex ha destinado 40 millones de su bolsillo a ayudar al acceso a la vivienda a familias necesitadas, a las personas mayores que viven solas y al Banco de Alimentos. Le caerá la del pulpo. Hace más un empresario con su dinero que una Administración pública con el dinero de los demás. Como no le veremos es subvencionando instituciones inoperantes, cargos inútiles ni campañas inservibles. Inadmisible para quienes han hecho de los brindis al sol un modo de vida.
 

Querido compadre Quero:

Aquí no hace sol. Y si lo hace es al otro lado de la ventana. Te escribo aún desde la habitación del hospital donde acaban de arreglarme una mano; te escribo con la otra, por lo que no deberías sorprenderte si notas que mi prosa se acerca por momentos a la de Cervantes, que también era manco. Estando en el quirófano se me ha ocurrido un artículo graciosísimo pero después me quedé dormido y se me olvidó, así que todo este lio, más que arreglarme la mano me ha estropeado la columna; ahora estoy jodido como el de Notre Dame.

Da igual. Sánchez está experimentando una nueva modalidad de síndrome de La Moncloa. Desde siempre, esto consistía en que no escuchas a nadie, hablas con gran soberbia, y actúas de oído y sin dejarte aconsejar, como aquel violinista de Gila. Pero Sánchez ha inventado su propia versión: escucha solo a los que le hacen las encuestas, habla con su propia soberbia, de la que sí se deja aconsejar, y actúa con los oídos tapados. Alguien le ha dicho que los jóvenes ya están sufriendo las consecuencias de su penosa gestión económica, y ha inventado lo de los tropecientos pisos, el Europisón. Más tarde, alguien le ha insinuado que las novísimas generaciones se estaban inclinando cada vez más por Vox, cosa que le ha cogido con el paso cambiado, y mientras meditaba sobre cómo chantajearlos, se le ha adelantado Yolanda –Díaz, ya lo sabes, soy yo- prometiendo nada menos que un regalo de veinte mil pavos por cada adolescente que alcance la mayoría de edad. De pronto, parece como si alguien hubiera pedido a Sánchez y a Yolanda que ejemplificaran lo que sentenció hace años mi añorado P. J. O’Rourke: “dar dinero y poder al Gobierno es como dar whisky y las llaves del coche a un adolescente”.

Cuentas en tu carta que ya hay candidatos besando a niños y eso no es nada. Yo ya he visto a uno besando mascotas, que hoy era el perro recién lavado de una adorable viejecita, pero como se proponga hacerlo barrio a barrio y se acerque a ver a mi vecino El Nota, que aún burla la ley animal viviendo con su tarántula con sobrepeso, me voy a partir la caja con la escena, más de National Geographic que de campaña electoral. Lo único seguro es que, en caso de mordisco, la envenenada será la araña.

Los candidatos en campaña no pierden ocasión de invitar a copas. No sé si lo has comprobado. Yo salgo a diario desde la misma noche de la pegada de carteles hasta el día de la votación, porque si te encuentras a un candidato en cualquier bar y le saludas con un leve cabeceo, vendrá, te cogerá del hombro, te dará un par de abrazos de esos que te recomponen el espinazo, sacará un billete gordo de los que jamás vemos ni tú ni yo, y dirá al camarero que lo del futuro votante está todo pagado. Mis mayores borracheras han sido siempre electorales, compadre. Por no hablar de las promesas. En el pueblo en el que veraneo, he visto incluso a un candidato prometerme, con lágrimas en los ojos, y muchas acotaciones del tipo “tú sí que eres un colega para toda la vida, qué digo la vida, para toda la eternidad”, al cierre de la última discoteca, que el mismo día de la victoria anunciaría mi nombramiento como Concejal de Fiestas. Al día siguiente no recordaba nada. Como si fuera un político.

De todos modos, no haré más sangre con lo electoral, ni con las temperaturas. A fin de cuentas, estamos en mayo, mes de la Virgen y las flores, y de las terrazas y la cerveza fresca. Antaño ésta era época de exámenes, a veces de elecciones, y en cualquiera de los escenarios recuerdo siempre muchísimo calor, incluso antes de que empezara a cambiar el clima climático, como lo bautizó el olvidado Moratinos, torpísimo ministro de aquel tristemente recordado Zapatero, torpísimo también, que aún ejerce como tal con notables resultados.

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