Opinión

Cartas Galicia - Madrid: "Grandes elipsis del sanchismo" y "El súper presidente"

Querido compadre Quero:

Célebre es la elipsis narrativa de Ernest Hemingway en el cuento Los asesinos. Son famosas también las elipsis temporales de Valle-Inclán que propician ese ritmo tan particular en Luces de bohemia. Y también hizo fortuna en los libros de texto de Literatura aquella de Quevedo: “¡Ay Floralba! soñé que te... ¿Dirélo?”. Ni todas las elipsis del cine, la literatura, la música, y la vida juntas alcanzan a llegar a los tobillos a la excelsa retórica de omisión que nuestro presidente del Gobierno puso en marcha esta semana. Habíase publicado horas antes una noticia que define muy bien a nuestra época, que recibe mucha más información de la que puede asimilar, la soslaya a una velocidad muy superior de lo que dicta la prudencia, y finalmente la juzga con una rotundidad firme en exceso para los estándares formativos medios del momento. 

Así, El País lanzaba a sus redes un “urgente” disfrazado de esta guisa: “ÚLTIMA HORA: El núcleo interno de la Tierra se ha frenado y los datos indican que girará en sentido contrario al de la superficie, lo que acortaría el día”. No sabría decirte que resultaba más disparatado, si el “última hora”, como si se hubiera detenido cinco minutos antes y fuéramos a salir volando todos por el universo adelante; si dejar caer que “girará en sentido contrario”, haciendo que la mitad de los frugales lectores de hoy en día interpreten que será la Tierra la que va a dar marcha atrás; o lo de que “acortará el día”, que cualquiera diría que anochecerá antes de comer cuando lo cierto es que, en el hipotético caso de que los científicos chinos acierten sus cálculos (al núcleo de la tierra no han podido bajar, por lo que sea), el acortamiento será imperceptible, como mucho se tratará de unas fracciones de segundo, que, según un estudio llevado a cabo por la Universidad de Itxugan, es el espacio que dejan los ministros del Gobierno entre gilipollez y gilipollez.

Pero sin duda, lo más divertido del histérico tratamiento de esta noticia, por lo demás bastante irrelevante, son los comentarios de los asombrados tuiteros y lectores en El País: “Pero, ¿me da tiempo a ir al Mercadona?”, “te dije que no tocarás el botoncito”, o “¿y eso cómo se arregla, con coches eléctricos o comiendo grillos?”. 

Hasta ahora la elipsis más divertida del ámbito político se la había marcado Manuel Chaves, en un mitin, presentando al poco conocido candidato a la Comunidad de Madrid Tomás Gómez, y olvidándose de su apellido en el momento cumbre: “Tomás…”, tras unos segundos que fueron horas, “Tomas…”, empiezan los murmullos, “Tomás… ¡y no digo más!”. Brillante. 

Pero dale tú a un tonto un palito y te sacará un ojo, compadre, que el presidente del Gobierno y, desde el miércoles, Cuñado Mayor del Reino de España, se marcó la elipsis definitiva, la más graciosa y ridícula de la historia parlamentaria, justo después de la hipérbole más disparatada de, por lo menos, la presente legislatura. Sánchez es un festival de figuras y recursos retóricos. Con la solemnidad habitual del personaje, el gesto grave de las grandes gestas, y la mirada lenta a los ojos de todos y cada uno de los diputados: “Señorías, hemos tenido que responder a situaciones y emergencias insólitas en estos años. Ayer mismo, en fin, la ciencia nos dijo que el núcleo de la Tierra… Bueno, en fin, me voy a quedar ahí”. Las risas se escucharon en el núcleo de la tierra.

De las palabras del presidente se deduce, primero, que el Gobierno ha respondido a la insólita emergencia del núcleo de la Tierra; segundo, que lo del núcleo de la Tierra también es una emergencia; y tercero, que según está hablando se da cuenta de que se ha venido arriba, se le empieza a poner cara de Capitán Planeta, y decide frenar en seco, como el núcleo, y tras un inquietante silencio, suelta: “en fin, me voy a quedar ahí”, como admitiendo que tamaña gilipollez estaba resultando excesiva incluso para alguien tan excesivo como él.

Querido compadre Itxu:

Recibo tu carta con un alborozo sólo comparable al anuncio de que al fin se eliminarán las mascarillas en el transporte público. Fernando Simón proclamó la buena nueva con la precisión que le caracteriza, asegurando que la medida sería efectiva “en una o dos semanas”. Con tal pronóstico, ya me temía yo que hasta después del verano, nada. Pero no. El 8 de febrero quedaremos liberados del bozal, aunque en el Metro de Madrid siga siendo recomendable su uso a determinadas horas en las que la alta concentración de aromas corporales desafía a las pituitarias más atrofiadas.

Me hablas de las frases inacabadas de Pedro Sánchez tomándolas por elipsis y no puedo estar más en desacuerdo. En las elipsis se omiten palabras porque se sobreentienden sin pronunciarlas. Pero lo que hace este individuo es dejar colgadas las frases, como hace con los ministros que dieron la cara por él. Deja en suspenso una parte de una oración, como un coitus interruptus, un estornudo a medias, unos puntos suspensivos que no llevan a ninguna parte. Igual que su Gobierno. No acaba lo que empieza, lo cual es toda una metáfora de su mandato si uno compara lo prometido en campaña y lo hecho en su legislatura. Lo peor en Pedro Sánchez no es que se le olvide lo que va a decir, sino que se le olvida lo que dijo. Este tipo de elipsis en la memoria le ha supuesto ya algunos apelativos más o menos cariñosos como el de Pinocho Sánchez.

Es imposible ver su comparecencia sin sonrojo cuando asegura que, siendo presidente, le ha tocado lidiar con los mayores desafíos de la Historia, como el frenazo del núcleo del planeta Tierra. Ya imagino a Sánchez, interrumpido mientras juega a la petanca en el parque, telefoneado por el comité científico del CSIC, qué digo del CSIC, ¡de la NASA! solicitando su intervención urgente. “¡Presidente, que se nos está parando el núcleo de la Tierra! ¿Qué cree que podemos hacer? ¡Necesitamos que salve usted a la Humanidad!”. A buen seguro que súper Pedro tendría la solución a mano: “No se preocupen, si el núcleo de la Tierra se queda parado, lo convertimos en fijo discontinuo y asunto resuelto”.

La actualidad te regala estos momentos tan hilarantes y los alterna con otros como el vivido esta semana en la Universidad Complutense. Te supongo informado. Una universitaria a la que han dado la mejor nota decidió que es mejor dar la nota. Y en eso se licenció cum laude. En el acto académico, organizado para entregarle su diploma y brindar un reconocimiento a antiguos alumnos ilustres, esta alumna, más ventajista que aventajada, vociferó un discurso, carente del más mínimo sentido, semántico y común, dando idea del nivel intelectual en los lugares donde la educación se transformó en dogmatismo y sectarismo. Además de amenazar a los presentes en el evento con romper su diploma, como si a alguien le importase, se dedicó a insultar a Isabel Díaz Ayuso, allí presente, a la que se reconocía por ser antigua alumna y llegar a presidenta de Madrid. Si hay algo que no puede tolerar la izquierda radical es que la derecha gane unas elecciones democráticas. Por eso es habitual la pulsión de ganar en la calle lo que pierden en las urnas. Si alguna razón pudiera asistir a la alumna chillona en su crítica a la gestión de Ayuso, ésta se desvaneció entre los espumarajos de una proclama convulsa que recordaba a la niña del exorcista. Más votos para Ayuso. Y para esa reserva intelectual soviética llamada Podemos, una nueva musa. En esa frase hay una elipsis, encuéntrela el avispado lector. También hay una elipsis en la capacidad de raciocinio de la universitaria exaltada, pero esa es más sencilla de descubrir. 

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