Opinión

Cartas Galicia-Madrid: "Visite Galicia, visite OUrense" y "Las marisquerías en vilo ante la visita de Quero"

Querido Compadre Itxu: 

El jueves visité FITUR, probablemente la Feria de Turismo Internacional más importante del mundo. Más de doce horas estuve recorriendo stands y pasillos porque no había forma humana de encontrar la salida. Salir de IFEMA es más difícil que salir de las drogas. Pero confieso que mereció la pena. Especialmente el Pabellón 9, donde se concentraban los expositores de España y sus comunidades autónomas. Te diré que la instalación de Galicia me pareció de mayor tamaño que la propia Galicia. No es para menos, dado lo mucho bueno que ofrece esta tierra tan querida. Me adentré por sus serpenteantes pasillos, remedo del camino que conduce al apóstol, y, de pronto, ante mí, lo encontré: ¡Ourense! Y allí, la presentación al público de Xantar, el Salón Internacional del Turismo Gastronómico que se celebrará en Expourense en noviembre. Y nos dieron un adelanto. Te juro que el anticipo me hizo más ilusión que el de la nómina. Allí degusté viandas y explicaciones. Me contaron que la cita será un punto de encuentro para las más de 300 fiestas gastronómicas que existen en Galicia. Calculando que en Galicia debe de haber unos 300 municipios, podemos concluir que un turista puede cruzarla de extremo a extremo de comilona en comilona como antaño una ardilla cruzaba la península de árbol en árbol: sin pisar el suelo. Estoy sopesando seriamente la opción de cogerme un año sabático. 

Una región con más de 300 fiestas gastronómicas es un bien a proteger, un paraíso, un edén, un valhala de paladares… Sé que Ourense posee mucho más que fogones y bodegas, pero me parece acertadísimo el reclamo gastronómico para descubrir el resto de atractivos. Y a ello hay que sumarle que el AVE ya conecta Madrid y Ourense en dos horas y cuarto. Apenas media hora más de lo que tardas en ir de Madrid a Móstoles algunos días. Y Móstoles no es Ourense, te lo aseguro.

La expectativa del sector turístico en España para 2023 pinta en oros. El turismo es nuestro máximo recurso de riqueza y no hay que sentirse mal por ello. Es nuestro petróleo, nuestra mina de cobre, nuestra fuente de gas. A quien no quiera verlo, que le pongan un perro guía. Y sobre todo, que no estorbe poniendo obstáculos como gustan hacer los gobernantes de izquierda muy de izquierda, que en los visitantes ven invasores con calcetines y sandalias. Cierto que algunos viajeros pueden presentar comportamientos anómalos, pero son los menos y suelen acabar tirándose por un balcón en Mallorca. Con evitar ponerse debajo, basta.

La palabra bárbaro significaba extranjero en la antigua Grecia y los romanos la adoptaron para referirse a todo aquel que habitara fuera de sus límites fronterizos. Hoy, la barbaridad sería no aprovechar nuestro potencial. Como te digo, la previsión es excelente. Sobre todo, de guiris, cariñoso término empleado por los españoles para aludir a cualquiera que no sea español. Está claro que España gusta más a los extranjeros que a los españoles, con tendencia a la infravaloración propia. Ya sabes el célebre verso del poeta catalán Joaquín Bartrina: “si habla mal de España, es español”. Los guiris encuentran en España lo que los españoles no buscamos: buena comida, increíble variedad paisajística, espacios naturales alucinantes, clima propicio, riqueza histórica y cultural… Bien, pues uno que es “español y mucho español” (que diría Rajoy) celebra que cambiemos la epidemia vírica por la turística y que los visitantes vuelvan y contagien a otros su entusiasmo por recorrer nuestros pueblos y ciudades. España es tan grande, hermosa y variada que en una vida no te la acabas. Y Galicia me parece un excelente lugar para empezar. Espérame, que voy.

Querido compadre Quero: 

El arosano Julio Camba definió muy bien en qué consiste lo nuestro: “El que sea capaz de quedarse con ganas ante un buen plato por temor a engordar, se quedará también con ganas ante todas las otras cosas agradables que hay en la vida”. Sé que estarás de acuerdo con él en esto, no tanto en lo otro: “El primer francés que se comió un caracol no era, ciertamente, un epicúreo, sino un hambriento”. Yo lo apoyo con entusiasmo, pero me consta que te hace tilín lo de los babosos en el arroz. Aquí tomamos las minchas, al menos de pequeño lo hacía, que son caracoles pero limpitos.

Con o sin caracoles, que esta es tierra de comedores lo demuestras cada vez que vienes, que tiemblan de miedo crustáceos en las marisquerías y aplauden con las orejas los dueños. En previsión de tu próxima visita a Galicia, el jueves 2 de febrero, con tu show de Las mañanas de Kiss FM en directo desde el coruñés teatro Colón, he puesto en guardia a todos mis cocineros de confianza, que están a esta hora pescando y matando bichos comestibles como si no hubiera mañana, paradójicamente, porque sí que hay mañana. Aguardo tu visita con especial ilusión, por lo mucho que amas esta tierra gallega, por lo mucho que te quieren los gallegos, y sobre todo, no te voy a engañar, porque te toca pagar a ti.

Tienes razón. Entre las muchas tonterías que ha hecho la extrema izquierda de última generación, infinitas más bien, quizá la más estúpida y suicida sea plantarle cara al turismo, en una suerte de paletismo neocomunista que haría sonrojarse a cualquiera de nuestros antepasados, y que desconcierta por completo a los turistas que nos visitan, que de todos modos desconocen el idioma en el que estos bárbaros los insultan. España sin el turismo sería un desierto empobrecido. 

A propósito, tú has explicado lo del origen del término bárbaro y te ha quedado muy bien, pero te he pillado: no te inventes palabras. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? He arrugado la nariz ante tu expresión “Valhala de paladares”, me he rascado un poco la cabeza, y finalmente me he arrojado a todos los diccionarios que tengo a mano, solo para certificar que no existe. Valhala no es expresión posible en nuestra lengua. Y no deberías entrar en ese juego porque puedes encontrarte con que la semana que viene te hable yo de “mocarreznos políticos”, de los “ragotrastes de La Moncloa” y de los “cachicervicúleos asimétricos” y a ver cómo sales del atolladero. 

Volviendo al hilo, compadre, haces muy bien en traer a colación la cita de Bartrina (que comparte apellido con el gran Antonio, líder de Malevaje), porque es tal la brecha entre la España institucional y política y la real, que habrá quien caiga en la tentación de darle la espalda a ambas. El turismo y la gastronomía son un ejemplo perfecto de todo lo que podemos lograr en la unidad, dejando a un lado la refriega partidista, cuando nos ponemos a trabajar para lo importante: ir a la playa y llenar la panza.

Ser español es una forma como otra cualquiera de engordar. Cicerón, por ejemplo, era un tipo sabio, pero no era español, y se permitía decir sandeces como “hay que comer para vivir, no vivir para comer”, por la que le correrían a gorrazos en cualquier chiringuito mediterráneo. Incluso una celebridad, el escritor español por excelencia, Don Miguel, acuñó una bobada que, si bien no empaña su obra, la entrecomilla en el aspecto culinario: “Come poco y cena menos, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago”. En fin, se conoce que Cervantes tenía en la barriga una sede la Agencia Estatal de Administración Tributaria, y eso le corta el apetito a cualquiera.

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