Opinión

Cartas Galicia - Madrid: "La bella tradición del lacón con grelos" y "La vida es carnaval"

Querido compadre Quero: 

Galicia ya huele la cercanía del carnaval, tiempo de fiestas y disfraces pero, sobre todo, tiempo de buena comida. Son los días del cocido, del lacón con grelos, y las filloas. Días de Entroido en Orense, de chimeneas humeantes y reuniones familiares en torno a la gastronomía y la juerga, señas de identidad de esta bendita tierra. Como conservador irredento, mi apuesta es siempre respetar las tradiciones, de modo que durante los próximos días trataré de escribirte deambulando entre laconadas y vinos de la tierra, cuyo colesterol es sabido que lo absorbe de manera inmediata el manojito de grelos que acompaña la fiesta de cerdo en el plato. El calendario litúrgico vendrá a rescatarnos después con la Cuaresma, donde por el mismo precio puedes hacer algo de penitencia para ganarte el Cielo y que las camisas te vuelvan a cerrar en la Tierra.

Pensaba en esta idea de celebrar lo nuestro, lo de la tierra, cuando he leído con alegría la noticia del amplio apoyo al nombramiento de José Luis Outeiriño como hijo predilecto de la provincia. A esto precisamente me refiero: tenemos la obligación moral de honrar a los nuestros, a los que trabajaron para dejarnos un país mejor, y a quienes contribuyeron decisivamente a transformar y modernizar este bonito rincón de España, en el caso de Outeiriño a través del emprendimiento más exitoso en el mundo de los medios y dejando un legado que nos empuja incluso a los foráneos a participar de la ourensanía. De algún modo, son nuestras instituciones, tan nuestros como el lacón con grelos. Que, además, dejó escrito Camilo José Cela, “la vida no es sólo el corazón que late. Es también el pensamiento flotando sobre el corazón que ha dejado de latir”.

Si ves que me pongo un poco poético, compadre, es porque estoy tratando de evitar a toda costa hablarte del espinoso asunto del sujetador, o más bien de la ausencia de él. Que he leído cerca de quince mil columnas de opinión sobre las tetas de la ministra y, si te soy sincero, me ha producido cierto alipori ver a tantos señores y señoras ilustres de la pluma gastando ríos de tinta en apoyar o denunciar el sinsujetadorismo. Que ya sabes que en la España guerracivilista de Sánchez es obligatorio tomar partido por todo, ya sea la tortilla con o sin cebolla; la chispa o no de un determinado humorista; o la juventud o vejez de Tamames. La adhesión pública al bando equivocado en la contienda Shakira-Piqué, sin ir más lejos, puede hundir tu carrera y obligarte a abandonar el país escondido en un maletero, como el golpista Puigdemont. Yo que solía practicar un elocuente silencio ante los asuntos más bochornosos, ahora soy acusado de colaboracionista cada dos por tres, sin que hasta el momento haya podido averiguar con quién se supone que colaboro con mi mutismo. Qué cansino siglo nos ha tocado vivir.

Por lo demás, vivimos días de leyes estúpidas en España, de ingeniería social y perversión moral, y la mayoría deberían ser detenidas por el Constitucional, pero es asombroso lo rápido que sale todo adelante cuando le metes mano al tribunal, y pones al frente a un hombre curtido en la obediencia masónica. Es como echarle aceite a una bisagra. Hay algo al menos de lo que no podremos acusar al presidente del Gobierno: de haber desperdiciado el tiempo. Lástima que todos sus esfuerzos sean para hacer el mal. 

En aras de mantener el orden en medio de tanto caos, antes de despedirme, te adelanto que, por segunda vez, voy a disfrazarme este año, rompiendo de nuevo una sequía vacilona de más de tres décadas siendo simplemente yo mismo durante todas las estaciones. Sí. Voy a disfrazarme de sheriff, si entre lacón y lacón todavía quepo en el disfraz que aún conservo, y de Torrente si ya no me cierran los botones. 

Querido compadre Itxu:

Leyendo tus palabras, uno siente el irresistible impulso de partir inmediatamente adonde estás a vivir intensamente la tradición carnavalera, en especial la parte referida al lacón con grelos. Lamentablemente, me quedaré con las ganas, pues compromisos profesionales me llevan esta semana al carnaval de Santa Cruz de Tenerife. Ya te contaré qué tal la experiencia. Me da que me voy a aburrir como una ostra, pero el trabajo es lo primero y mi capacidad de sacrificio es de sobra conocida.

Con el carnaval pasa como con el Día de los Inocentes, que su celebración se ha extendido a los 365 días del calendario. Las noticias increíbles son hoy informaciones reales diarias y las caretas disfrazan la realidad de cargos públicos e instituciones. Entre los nominados a mejor disfraz del año se encuentra el Tribunal Constitucional con su careta de órgano independiente. Su nominación tendrá que competir con la de Pedro Sánchez, conocido como el hombre de las mil caras por su camaleónica capacidad de transformación en lo que sea con tal de seguir siendo presidente. El Consejo de Ministros en conjunto pugna por el premio a la mejor chirigota y los socios de Gobierno, la comparsa. Feijjó se ha puesto el disfraz de presidente prematuro y hasta a Ramón Tamames, un comunista de derechas, lo han disfrazado de candidato a la Moncloa.

Mientras, en la calle se vive un carnaval paralelo, donde la gente apura los ahorros invirtiendo en diversión antes de que la crisis energética u otra pandemia les corte el rollo. Como dicen los versos del afamado literato Fernando Gatell: “España es un carajal que anda puesta del revés, porque esta España ¿qué es? Esta España es carnaval”. Que nos quiten lo bailao. Nos gusta más una fiesta que a Froilán, famoso por su capacidad para cerrar más bares que el Covid. Según publicaba días atrás un digital madrileño, los escoltas del hijo de la infanta Elena y Jaime de Marichalar han pedido el traslado, incapaces de seguirle el ritmo al joven noctámbulo. En fin, querido compadre, no sé en Ourense, pero en Madrid parece que nos hemos instalado todos en el carpe diem. En esas estamos. ¿Que suben los impuestos? Nos los llevamos puestos. ¿Que nos hacen pagar una nueva tasa? Tiramos la tasa por la ventana. Parecemos empeñados en disfrutar a tope el momento por lo que pueda venir, porque transitamos de un pasado imperfecto a un futuro indefinido. Yo mismo me apunto a ese carnaval previo a la penitencia cuaresmal, metáfora del momento social actual.

Recordando al célebre compositor Gregorio García Segura: “El mundo es carnaval, hay que llevar un buen disfraz, hay que reír con ganas de llorar, hay que fingir”. En la impostura del postureo todo lo falso se torna auténtico. De ahí que no extrañen las declaraciones del falsificador de obras de arte más famoso del mundo asegurando que los museos de todo el planeta están llenos de cuadros falsos colgados en sus salas como auténticos. Resulta que El Prado, entre otros, es un top manta de la pintura universal y ni nos habíamos enterado. Y si lo habíamos hecho, preferimos mirar a otro lado antes que salirnos de cuadro. Si ya hemos asumido como normal padecer a una ministra sectaria disfrazada de igualdad, qué más puede ocurrir. Si hasta el Nobel Vargas Llosa aparece disfrazado de novio de Isabel Preysler, al rato disfrazado de marido arrepentido y entre medias comparece con el atuendo de un domador de leones, que resulta ser el uniforme oficial de la Academia Francesa, qué más cabe esperar. ¿Cómo distinguir lo falso y lo real? Ni lo intentes. Luce tu mejor disfraz y a vivir este carnaval.

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