Opinión

Cartas Galicia - Madrid: "Globos en el cielo y glovos en la tierra" y "El disfraz de los de negro"

Querido compadre Itxu:

¡Menudo globo tienen los americanos! Valga la expresión para ilustrar su cabreo por los ovnis que atraviesan su espacio aéreo a la deriva, como caballo desbocado, como pollo sin cabeza, como Sánchez sin Podemos. La portavoz de la Casa Blanca ha desmentido que se trate de artefactos de origen extraterrestre, por más que Joe Biden parezca abducido. Yo tampoco puedo creer que seres de civilizaciones inteligentes se muden a nuestro planeta. Entonces no serían inteligentes.

Cazas de EEUU han derribado tres cacharros de estos y ahora intentan averiguar a qué demonios le han disparado, porque esta gente primero dispara y luego pregunta. Algunos aseguran que los aparatos son globos espía chinos. No sería extraño que los aparatos luzcan la inscripción “made in China”, pero eso ya ocurre con los botijos de Talavera, que se venden en Talavera, como producto típico de Talavera.

En mi humilde opinión, los chismes avistados no son globos, con be, sino glovos, con uve. Y es que Madrid está plagada de glovos, con uve. No es cosa de la aldea global. Se trata de una invasión de repartidores en bici o moto que te llevan a casa comida, bebida, o whisky, tabaco y otros productos de primera necesidad. No sé si a Ourense ya ha llegado este servicio. Leo en La Región que la Xunta hará llegar a diversos municipios una biblioteca sobre ruedas llamada furgoteca. ¡Ojo, así se empieza!

En la capital, los mensajeros de Glovo han estado muy activos por San Valentín. Hasta al alcalde de Madrid le ha llegado un obsequio, una tarta en forma de corazón con la inscripción “san solterín”. Por lo visto, una broma de su equipo. Almeida es un soltero impenitente al que no faltan admiradoras dispuestas a cambiar su estado civil. El soltero de oro, lo llaman.

Me cae bien Almeida. Es un tipo simpático, siempre que no coincidas con él en ningún acto inaugural. Su capacidad para pifiarla en estos eventos se ha hecho mítica. Recordarás el penalti que disparó en la inauguración de un campo de fútbol, estrellando la pelota en el rostro de un niño al que desde entonces se refieren como “el chato” en todo el barrio. Poco después, alguien tuvo la osadía de volver a invitarle a hacer un saque de honor. En este caso, llamó la atención cómo todos los asistentes, precavidos, se colocaron detrás del regidor para evitar accidentes. Bien, pues no me digas cómo, pero el edil chutó y el balón describió una trayectoria imposible, tipo boomerang, que acabó impactando en la jeta de un invitado que quedó conmocionado, balbuceando algo así como “aalde io uta”. Nadie ha sido capaz aún de averiguar qué pretendía decir. Nueve de cada diez dentistas desaconsejan acompañar al alcalde a inauguración alguna. Y entre sus críticos ha cundido el comentario maledicente de que “este alcalde no tiene un pase”.

Bien, pues la penúltima aventura del munícipe tuvo lugar ni más ni menos que en la fachada de Casa Lucio, la mítica casa de comidas, al disponerse a descubrir una placa de homenaje al celebre tabernero, presente en el acto. ¡Ay, compadre! Lo que no consiguió el mar que se tragó a Lucio hace unos años, lo que no logró el covid que lo mantuvo ingresado en la UCI tres meses, casi lo consigue el alcalde. Al tirar de la vara que debía correr la cortina que cubría la placa, Almeida la arrancó de cuajo, cayendo ésta a la acera en una trayectoria apenas separada unos milímetros de la despejada cabeza de Lucio. Finalmente, un operario, desde un balcón cercano, descorrió a mano el cortinaje. El público asistente pudo ver la placa. Lucio pudo ver la luz. Y todo el mundo pudo ver al alcalde salir corriendo. Dicen que huía. Yo creo que perseguía un glovo. ¿O quizá fuese un globo?

Querido compadre Quero: 

Me muevo entre la risa y el terror con la fama de manazas que se le está quedando al alcalde de Madrid. Por un lado, visto desde fuera, resulta gracioso. Por otro, me da pánico cruzarme con él, y en un par de semanas estaré en Madrid, y Almeida y yo solemos coincidir de media dos veces al día, a la hora del café, y de mañana, en la puerta de mi hotel, de paseo, que alguien de su equipo debería ponerle una bandera roja en la cabeza, que la última vez entre tantos turistas casi lo piso, que Dios no bendijo a Almeida con la envergadura de Fernando Romay. 

La historia del derribo de ovnis o globos espía chinos en Estados Unidos es tan extraña como sospechosa. Cuentan los observadores americanos sobre el terreno que cada vez más gente cree que el hecho de que haya salido a la luz justo ahora esto del tiro al globo, que se lleva haciendo desde hace tiempo, podría tener que ver con un intento bastante torpe de tapar el desastre ecológico de Ohio, donde está creciendo la polémica por el reciente descarrilamiento de un tren con sustancias químicas tóxicas que afectan al aire, el suelo y las aguas de la zona. 

Aunque las autoridades políticas aseguran a los ciudadanos que no hay motivo de preocupación (motivo por el cual está todo el mundo alarmadísimo), que no se ha detectado contaminación preocupante en el aire ni en el agua, la gente está viendo con sus propios ojos cómo mueren por miles los peces y las ranas, y numerosas gallinas, zorros, perros y gatos. 

Si yo me veo en tal entuerto mientras presumo de ser el Gobierno más ecológico y sostenible de la Historia de los Estados Unidos, quizá también me ponga a derribar globos, a publicar extrañas imágenes de ovnis, y a anunciar un apocalipsis zombie. Todo menos que la gente se fije en la cadena de negligencias de los trenes de Ohio.

Por estos lares estamos ya metidos de lleno en el carnaval-carnaval (léase cantando), con especial atención a todo lo que ocurra en lugares como Verín, Allariz o Maceda, epicentro del folclore y la carallada carnavalera de lo que aquí se llama el Entroido, palabro local que suelo evitar porque es más feo que el alma de la Belarra. 

Siempre digo que hay que tener cuidado cuando mezclamos lenguas sin avisar, algo muy típico en Galicia, porque hoy mismo he leído con estupefacción en un diario un grueso titular que anunciaba “El mejor follado gallego”, y ha resultado estar compuesto por tres huevos, harina, sal y tocino.

En pleno fervor carnavalero llegarán el lunes a España los hombres de negro de Bruselas para evaluar lo que España está haciendo con los fondos europeos para la recuperación económica posterior a la pandemia. Y sospecho que el disfraz de esos tipos no le hará gracia a Nadia Calviño, porque antes de su llegada, Monika Hohlmeier, la presidenta de la Comisión de Control Presupuestario del Parlamento Europeo, ya ha enviado una carta incendiaria a la vicepresidenta del Gobierno, afeándole haber filtrado a la prensa sus comunicaciones previas y quejándose de que no están facilitando la organización de las reuniones que necesitan mantener para proceder a la auditoría. 

Hohlmeier, alemana que tiene aspecto de desayunar ministro de país quebrado vivo, es posible que venga con intención de enterrar directamente la sardina y convertir el Carnaval en Halloween. De todos modos, si la presidenta de la Comisión y sus hombres de negro me lo permiten, yo puedo avanzarles qué está haciendo el Gobierno de España con los fondos que debía estar destinando a la recuperación de la crisis de la pandemia, y así ahorrarles el viaje hasta aquí: nada y cientos de kilómetros de carril bici para intentar ganar las próximas municipales. 

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