Opinión

Cartas Galicia-Madrid: "Sumemos Podamos" y "Camino a la felicidad"

Querido compadre Itxu:

Vivo en un ay. Mientras escribo estas líneas, sigue sin aclararse si los partidos de la izquierda de la izquierda van juntos o separados a las elecciones. Y yo sin saber a quién no voy a votar. Desde que Garzón, el ministro de consumo, anunció que con Sumar no iba consumar, las negociaciones para concurrir bajo unas siglas únicas son un capítulo de Aquí no hay quien viva. Puede que la formación de Pablo Iglesias cambie el nombre de Juntas Podemos por Separadas No Podemos. Incluso es posible que la integración de Sumar y Podemos produzca diferentes escisiones con el nombre de Podar, Sumemos, Sudemos o Podemar, más propia esta última para aludir a una urbanización en primera línea de playa.

Más fácil ha sido el acuerdo con Más Madrid, quizá porque el “más” es el signo de la suma, muy contrario al signo de la división característico de Podemos. Cuando a Sumar le resta la multiplicación de partidos de la izquierda dividida es normal que el resultado de la operación matemática sea incorrecto. Por eso la autoerigida lideresa Yolanda Díaz ha pedido a sus otrora camaradas que se abstengan de presentarse a las elecciones, transformando Podemos en Sobramos. Algo parecido a lo que motu proprio decidió Ciudadanos en multitudinaria asamblea, convocada en un ascensor para dar sensación de que habían llenado el recinto.

Yolanda es que con Irene Montero no puede. Y con Echenique puede menos aún. Y con Ione Belarra puede que pudiese si no fuese por el poder, que es el verbo clave en este culebrón. Yolanda, la presidenta favorita de Pedro Sánchez, no iría con los suyos ni a cobrar una herencia. Suele ocurrir cuando los nuestros son muy suyos y sólo les mueve el “qué hay de lo mío”. ¡Qué zozobra, compadre! ¡Qué partido más partido! Si Sumar quiere ser primero, a pesar de que su origen sea una fracción del segundo, y Podemos ha dejado de ganar muchos cuartos al no ser ni quintos, no hay manera de que salgan los números.

Creerás que es pura invención mía, pero te prometo que es noticia verídica: en las últimas horas, un directivo de Podemos ha registrado un nuevo partido llamado “Juntas Sí Se Puede” con domicilio social en la sede de Podemos de Madrid. ¡Venga, va! ¡Y también dos huevos duros! El camarote de los Hermanos Marx es una silenciosa vigilia pascual comparado con las salas de reuniones podemitas. ¿Para cuándo el Frente Popular de Judea, el Frente Judaico Popular y el Frente del Pueblo de Judea? La realidad supera la ficción por más surrealista que ésta sea.

Llegados a este punto, lo mejor es que decidan las bases, que esas nunca se equivocan. Por eso, en un ejercicio de democracia pura, la Dirección Ejecutiva de Podemos ha celebrado un referéndum exprés consistente en que sus afiliados les den permiso para hacer, básicamente, lo que les salga de las narices a ellos. Pero eso sí, en nombre de todos.

En fin, compadre, qué desasosiego más grande. Veo a la gente por la calle preocupadísima todo el día por las peleas de Yolanda con Irene, de Errejón con Echenique y de Pablo con Iglesias. A nadie puede importarle que le fastidien las vacaciones con una vocalía en una mesa electoral. A ningún votante de izquierdas le preocupa que ni el PSOE ni sus socios hayan hecho una lectura crítica del resultado de las municipales y autonómicas. Ni hay un sólo ciudadano inquieto porque en el Gobierno haya más partidos que ministros, y mira que hay ministros. No. Lo que tiene en vilo al país es saber si las izquierdas serán capaces de maquillar una unión artificial con la que frenar su sangría de votos. El Titanic se hunde y mientras, en cubierta, un cuarteto de violines entona melancólicamente La Internacional.

Querido compadre Quero:

No sé si me has aclarado algo con esa ensalada de siglas comunistas, pero lo cierto es que me ha dado un apetito inmenso de libertad. En general todos los partidos están haciendo bastante el indio estos días, encerrados en un egocentrismo que nos tiene a los ciudadanos mirando de reojo y pensando algo como “pero, ¿qué se han creído estos tipos?”. Se huele a la legua que lo que les preocupa no es el partido, ni España, ni el ayuntamiento de Mataelcordero del Carallar, sino dónde van a aposentar el culo la próxima temporada.

Tampoco los juzgo. Uno de los problemas de la política es que a veces haces las cosas bien y te echan, y otras veces las haces fatal y continúas; quizá por eso el político está siempre con las manos como garras y presto y dispuesto para saltar al pescuezo de cualquiera y defender lo suyo, la nómina. Eso es algo muy característico de la esfera pública, en la empresa privada y en la lógica de mercado no ocurren esas cosas, si lo haces bien sigues y si no, te echan. Tal vez deberíamos privatizar la política. ¡Qué, Belarra, esa no la viste venir!

Pero entretanto, compadre, me estoy haciendo al nuevo clima gallego: temperaturas de Cádiz en agosto, lluvias como las Perseidas, y la humedad de la profundidad del Océano Atlántico. Andan los histéricos del calentamiento global dando la murga cada vez que sale un día cálido en Galicia para ver si ganan dos o tres adeptos sugestionables a su secta del calentón. Yo, en cambio, soy feliz con este tiempo. No veo ningún problema a esta temperatura ni a estos chaparrones refrescantes, ni a estas tormentas tan ruidosas. Más que nada porque son las mismas cosas que ocurrían en los 90, cuando yo cursaba mis últimos años escolares y nos pasábamos las tardes de mayo y junio tumbados en el césped del colegio, repasando los exámenes finales, y bronceándonos para la temporada de las piscinas y las olas. He pasado tanto frío este invierno que estoy dispuesto a negociar con el calor, como diría Belarra a la Yoli.

Con los sudores llega también la gran temporada de fiestas gastronómicas gallegas; algo que tú, de conocerla, te llevaría a solicitar asilo político en Galicia como refugiado de dieta. En todas partes cuecen habas en estos días, y gracias a Dios, no solo habas, pero es posible que la provincia orensana se lleve la palma. De junio a septiembre la zona es un precioso festival folclórico y culinario, donde se celebra la tradición, la comida, la belleza, y el vino. En este contexto, las elecciones del 23 de julio van a ser un acento enlutado, una mancha grisácea y anodina, en medio del tradicional calendario festivo del verano. 

Años atrás una de mis aficiones preferidas era seguir día tras día el calendario de fiestas de Galicia. De la Fiesta del Mejillón de Arosa a la exaltación del pan de Cea, de la Fiesta de la Empanada de Carral a la Festa do Peixe de Bande y la de la Vieira de Cambados, de la Romería de la Tortilla al Bonito de Burela, y del pulpo del Carballiño a la Fiesta del Vino de Monterrei, de la de las Cerezas de Paiosaco a la del Pimiento Verde de Padrón, de la del percebe de Corme, a la Festa da Xouba de Rianxo. 

Ojalá este año pueda hacerlo. La gente hace colas eternas para poder disponer de un milímetro de playa mediterránea, y se pelea por encontrar una maldita mesa libre en algún restaurante atestado de turistas en todas las horas punta, y agota su paciencia encontrando atascos hasta en el pasillo del brócoli y la escarola en el supermercado. Pero supongo que lo hacen porque todavía no han descubierto que esa ruta mía de la Galicia gastronómica es el camino de la felicidad. 

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