Opinión

Cartas Galicia - Madrid: "De aquel PSOE a este verano azul" y "La noche de las sardinas perplejas"

Querido compadre Itxu:

Procuro mantenerte informado de lo que acontece en la capital a cambio de que tú hagas lo propio desde tierras gallegas. A eso voy. Esta semana he sido testigo de un encuentro insólito. Podrías pensar que me refiero a la coincidencia en un ascensor entre Florentino y Mbapé o a un cruce casual entre Shakira y Piqué, pero no. Esta pareja llevaba mucho más tiempo sin coincidir a propósito en un acto público. Concretamente, 20 años. Dicen que en el pasado tuvieron sus diferencias y que hoy son más las cosas que les unen que las que en su día pudieron separarlos. Me refiero, obviamente, a Felipe González y Alfonso Guerra. No debe de ser casualidad que se junten quienes se separaron por causalidad.

La expectación fue máxima y el hecho sucedió en la presentación del libro de Virgilio Zapatero titulado Aquel PSOE. La verdad es que allí estaba todo aquel PSOE, que es lo que hoy queda del PSOE. Lo cierto es que al PSOE de hoy le quitas a Sánchez y su corifeo de aduladores a sueldo y queda un partido de lo más atractivo. Pero claro, Sánchez sigue ahí. Y eso se nota, por ejemplo, en la breve descripción del panorama dibujada por Guerra, que mantiene la frente muy alta, la lengua muy larga y nunca se corta: “Hemos sabido estos días por la autoridad competente que los que salvaron miles de vidas no fueron los sanitarios, sino los que poco antes se habían despojado del pasamontañas”. Con el depósito de la ironía a tope, esbozó la caricatura de Yolanda Díaz, sin nombrarla, como “nuestro Melenchon vestido por Cristian Dior, que nos reservaba el descubrimiento de un trostkista en la ONU”. Y en ese plan, que diría Umbral. En la sala sonreían ministros de aquel PSOE en número suficiente para formar dos gobiernos de este PSOE con 22 ministerios, no así en prestigio curricular, donde este PSOE no llega ni a la mitad de cualquier Gobierno de aquel PSOE.

Quizá todo pasa, todo se tolera, todo se normaliza, porque “cuando se acepta lo absurdo sin reaccionar, es síntoma de decadencia” (Guerra dixit), olvidando que “el prestigio de las instituciones está por encima de todo lo demás, porque son lo que garantiza la democracia” (otra vez Guerra dixit).

“Nosotros no gobernábamos para Twiter ni para las redes sociales” y apostamos “por la racionalidad, no por la gustabilidad”. Otras dos perlas, esta vez de Virgilio Zapatero, autor de Aquel PSOE, cuya lectura hace inevitables las comparaciones con este PSOE. Si a España le sobra Sánchez, lo decidirán los españoles en pocos días. Si al PSOE le sobra Sánchez, lo deberán decir los socialistas en las siguientes fechas. Tengo la sensación de que cada vez son más socialistas los que acusan a Sánchez, no sólo del destrozo en España, sino del siniestro en su partido. Algunos ya empiezan a vislumbrar el momento en que este verano azul dé paso a un otoño negro.

Supongo que habrás visto, compadre, la campaña del PP que se sirve del recuerdo de la mítica serie de televisión de los ochenta para jugar con el concepto de un verano del color de los populares como consecuencia del resultado electoral. A vista de gaviota, la cámara recorre una preciosa playa repleta de sombrillas azules mientras suena la pegadiza melodía de silbidos que acompañaba a Pancho, El Piraña y al resto de la pandilla pedaleando felices en sus bicicletas. A mí me ha causado cierta confusión la propuesta, lo confieso. Ya no sé si Chanquete se presenta a presidente del Gobierno, si las bicicletas no son para el verano o si es que los 80 en España, aquella España de aquel PSOE, tampoco fue tan mala como la pinta este PSOE.

Querido compadre Quero: 

Escribo estas líneas en la noche de San Juan, donde se dice que “a sardiña molla o pan”, no te confundas con la noche de mayo, cuando se dice que a “sardiña molla o” que sea. Escribo, en fin, con los primeros aromas humeantes a sardina muerta -y deliciosa- entrando por la ventana. Al leer tu carta, inevitablemente he pensado en ellas. Hace un rato, al pasar por delante de los bares, con las primeras cajas de sardinas esperando su hora de convertirse en manjar, me fijaba en sus ojos y, no deja de sorprenderme cómo los peces mantienen su atención intacta a lo que ocurre alrededor incluso después de haberse celebrado ya las exequias. Te escucho hablar de aquel PSOE, y aquellos socialistas ochenteros, y no puedo evitar ver los ojos vivarachos de las sardinas a punto de convertirse en pasto del pueblo y desaparecer. 

Si por algo puede anhelarse al PSOE de los 80 es por la degeneración máxima a la que Zapatero y Sánchez han sometido durante años a su propio partido. No porque aquel socialismo tuviera algo de simpático, que no es momento de recordar ahora los mil y un escándalos de finales de los 80 y 90, sino porque al menos todavía latía en esas siglas alguna verdad. Hoy el PSOE no es “partido”, porque toda escisión es interceptada y eliminada; no es “socialista”, porque si lo fuera, entonces el de González, el de Guerra, el de Antoni Asunción, el de Rosa Díez, o el de Francisco Vázquez no lo habrían sido; no es “obrero”, porque desprecian como nunca a los trabajadores, y hacen todo cuanto pueden para arruinar a las clases medias; y, por supuesto, no es “español”, porque odian con insuperable inquina a la nación española, su historia, y todo lo que representa. 

A ellos, a los proscritos de su propio partido que ahora tratan de disculparse ante no sé quién, también podría echársele en cara el silencio y la incapacidad, en todos estos años, de intervenir activamente y con valentía, para tratar de devolver al PSOE al menos a una senda nacional y, en lo posible, alejada del comunismo y de los del pasamontañas que decía Guerra. Algunos quisieron hacerlo y no pudieron. Pero a la mayoría les salió más barato jugar a dos barajas, hacerse el verso suelto indignado por aquí, y seguir a sus negocios por allá, y dejar al partido y a España a merced de dos tipos que jamás debieron llegar, no ya a la Moncloa, sino a delegados de su clase en Primaria. 

No quiero que pienses, compadre, que vivo la fiesta de las hogueras en el ardor del fuego político, preso del rencor y la ira. Lo cierto es que al poco de terminar de escribir estas letras estaré vestido de turista alemán en Ibiza, con un sombrero de paja para pasar desapercibido, con un litro de cerveza fresca en la mano, una sardina en la otra, y un meneíto leve de caderas al ritmo de los éxitos del pop español; leve porque ya no estamos para coñas. Que yo estoy ya tan en forma para el baile como los de Aquel PSOE, y ni siquiera puedo escribir un libro sobre el asunto para tratar de disculparme por tener de pronto más años que un bosque. 

En estos días de peleítas post y pre electorales, nos asfixia la política. Que no puedes siquiera irte tranquilo a darte un chapuzón sin enterarte de alguna nueva perla de la Guardiola, que por otra parte lo lleva todo escrito en el apellido, que trabaja para Sánchez más que los casi dos mil asesores y cargos de la Moncloa. El rifirrafe de la diversidad, los fachas, y el racismo, en definitiva, resulta agotador cuando procede de la parcela zurda, pero cuando viene del supuesto centro-derecha es como cuando escuchas una versión punk de un éxito de María Dolores Pradera; es decir, preferirías que te extirparan un testículo sin anestesia. 

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