Opinión

El cambio climático se llama Manolo

Querido compadre Quero: 

Me hablas de corrupción en términos negativos y me entristeces. Yo estoy a favor de la corrupción, siempre y cuando los beneficiados sean los míos, y compartan. Lo que me molesta son esos corruptos que acaparan y acaparan, y todo para ellos. Esto es España. Robar está bien si se hace con gracia y estilo, y si reserva diezmo para escritores como tú y como yo. Que ya lo dijo Quevedo: “La justicia es una constante y perpetúa voluntad de dar a cada uno lo que le toca”.

Que la vida está achuchada para todos menos para algunos. La nuestra es nación de paradojas. Mira si no cómo va avanzando el verano: mientras Sánchez se afloja la corbata, tú y yo nos apretamos el cinturón. Y con este calor el apretón es doble. Ahora el Gobierno pretende regular por ley hasta la temperatura de las empresas; por suerte en los hogares, de momento, se limitarán a dar recomendaciones. Yo estoy haciendo también una lista de recomendaciones y menciones especiales para las madres de todo el Consejo de Ministros, pero no estoy seguro de que me las quiera publicar el BOE. 

Ah. Tengo noticias frescas sobre la oleada de incendios en toda España, también en esta bellísima tierra orensana, que está causando el cambio climático, según el Gobierno. Tras las investigaciones en los primeros fuegos, se sabe al fin el nombre del famoso Cambio Climático: se llama Manolo y tiene 62 años y una extraña afición a vaciar de bidones de gasolina en el bosque y prenderles fuego. Esto demuestra que la piromanía es una enfermedad mental. ¿Quién demonios, en su sano juicio, tira gasolina por el monte al precio que está?

No obstante, no quiero que pienses que pretendo hacer como los jueces progresistas, los que pusieron de moda que la más mínima sospecha de irregularidad mental resulte un eximente para ir a la trena. Verás. Yo estoy muy a favor del estado de derecho y de no maltratar a los animales, pero al pirómano, en justa correspondencia a su amor al fuego, lo quemaría vivo. Pero no como ejecución, sino como espectáculo popular, programado dentro de las fiestas. Podríamos llamarlo fallas vivientes. Desde mis limitados conocimientos de Derecho, mi propuesta evitaría la reincidencia en un 95% de los casos; que siempre habrá algún listo que salga corriendo en llamas y sobreviva. Al menos lo habremos hecho mejor persona: el fuego purifica.

Hay tantas fiestas estos días en España que llega un momento en que ya no sé si estoy en la del pulpo, la del vino, o la de la Bica de Trives. Que ayer en la feria de artesanía le pedí a un tipo que vendía cestas y rascaespaldas un platito de pulpo con cachelos y, ante mi insistencia, acabó atizándome con un martillo artesano en la cabeza. También hace un par de noches, buscando un hotel en el que poder descansar sin ruidos nocturnos y huyendo de las fiestas de España, llegué a Alemania, que allí las juergas son un tostón, y a la hora en que los españoles terminamos de cenar y empezamos con los gintonics y la guitarrita, los alemanes están tirados por las aceras con los ojos en blanco. Somos la alegría de Europa y eso me llena de orgullo y satisfacción.

A propósito. ¿Qué haces todavía en Madrid? No puedo entender que alguien esté en la capital en estas fechas si no es en Alcalá Meco o algún otro alojamiento del que sea difícil salir sin autorización judicial. Deberías aceptar ya mi invitación a venir este verano, que los gallegos siempre te recibimos como uno de los nuestros porque invitas a las copas. Que la vida, en definitiva, es eso que pasa mientras buscas una excusa para venir a Galicia a pasar unos días, y engordar tanto como la modelo del cartel playero incluyente y diverso de la Montero.

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