Opinión

Manual para no trabajar

Qué calor. Escribo al otro lado de una rebosante Estrella Galicia. A través de ella veo la playa en color dorado, con las olas rompiendo espumosas, los cuerpos bronceados, y cientos de bikinis de rayas. Junio es un error. El calendario debería saltar del 30 de mayo al 15 de julio. No veo ningún problema en hacerlo, si ya hemos logrado tener un mes de 28 días. Es cierto que no lo impuso cualquiera, sino Julio César, a quien rara vez se le podía contrariar, al menos manteniendo lo suficientemente ligada la cabeza al resto del cuerpo como para poder debatir con él durante un rato. De todos modos, mientras nadie decida este cambio de calendario, hay que evitar trabajar cuando hace calor. Sudar es una guarrada. Y una falta de respeto a los demás.

El culto al trabajo es algo reciente. En la época de los dinosaurios nadie trabajaba. Supongo. Los primeros en trabajar fueron los inspectores de Hacienda, ya saben, la profesión más antigua del mundo. Y durante mucho tiempo el trabajo se limitó a los esclavos, mientras que las clases altas se dedicaban a jugar a la PSP. Hoy, abolida la esclavitud, nosotros somos los esclavos, y las únicas clases relevantes son las de Pilates, que son algo mucho peor que trabajar.

Trabajes donde trabajes, hacerlo en junio es estúpido. Toda España está de vacaciones hasta septiembre. Lo único que diferencia a unas empresas de otras es si lo disimulan o no. En las compañías en las que se sigue trabajando durante los meses de verano, los empleados se dedican a hacer pajaritas de papel, y afterworks que duran toda la tarde y la noche, y enlazan con la hora de fichar del día siguiente.

El afterwork es lo que los hombres han inventado para poder emborracharse en el trabajo. Tiene la ventaja de que no te lo descuentan del sueldo, y el inconveniente de que ninguna compañía prima por trabajar con resaca, que es uno de los mayores esfuerzos que pueden hacerse por una empresa, después del de asistir a la cena Navidad, y soportar los cursos de formación en un balneario del siglo XVII.

Durante años he trabajado en cómo evitar trabajar. De estudiante era difícil verme en clase cuando subían las temperaturas. Todos las investigaciones confirman que estudiar los exámenes finales en la playa es mucho más beneficioso que hacerlo en clase. En el aula a menudo el profesor está hablando, y así es imposible estudiar. Además, la playa está más ventilada e infinitamente mejor iluminada. Si lees esos gruesos volúmenes sobre técnicas de estudio, sabrás que estas son las dos condiciones básicas para un buen estudio.

Lo mismo puede decirse del trabajo. Si tienes un trabajo que no puede desempeñarse en una tumbona en la playa es mejor que cambies de empleo. Si tu problema es estar “conectado”, es decir, disponible en el móvil y en el correo electrónico, no debes preocuparte. Hoy cualquier aparato te ofrece ese servicio, incluso aunque estés en una isla desierta. Deben de quedar un puñado de metros sin cobertura en el planeta y seguro que ninguno se ubica sobre tu playa.

Si no te queda más remedio que estar de cuerpo presente en tu puesto durante el mes de junio, puedes ingeniártelas para no hacer nada. Todo el mundo lo hace. Mi consejo es que empieces por programar un correo automático: “Hola, estaré fuera de la oficina hasta…”. Con este método tengo un amigo que lleva “fuera de la oficina” desde 1998. Al jefe le importa que tus correos obtengan respuesta inmediata y nadie es tan rápido como una máquina enviando un mail automático. Por lo demás, no va a leerlos. Nadie lee correos a partir del 31 de mayo. Aunque responda.

Los periodistas tenemos ciertas dificultades extra para no trabajar en esta época del año. Pero siempre podemos alegar que no hay noticias –cosa que hacemos cada verano-. Es lógico: ¿cómo va a haberlas si todo el mundo está tumbado en la playa, incluidos los periodistas? Por lo general, las noticias se producen porque la gente se mueve constantemente de un lugar a otro, empotrándose con el coche, dejándose sorprender por una riada, organizando una reyerta, o poniéndose una corbata para reunirse con otra gente con corbata y decidiendo invadir un país.

Mientras todos estemos inmovilizados en algún lugar, no puede haber noticias. Esa es la razón por la que durante las finales de la Champions nunca pasa nada. Son minoría los tipos que, por estar demasiado concentrados en el partido, apagan su cigarrillo sobre el sofá y provocan un incendio con una veintena de muertos. De todos modos, si eso ocurre en junio, seguro que hay cerca del lugar de los hechos alguien más interesado que tu en cubrir la tragedia. Siempre hay tipos deseando trabajar para ganar puntos en sus exóticas competiciones laborales. Aprovéchalo.

En cuanto a los trabajos manuales, nada resulta más peligroso que hacer esfuerzo físico a pleno sol. Reduce tus horas de trabajo a las horas sin sol. Es fácil pactarlo con los sindicatos si presentas un escrito de alguna asociación de médicos que lo recomiende. Después acógete a los estatutos del trabajador para no currar fuera de horas laborables.

Los obreros que están trabajando en mi casa estos días podrían escribir todo un tratado sobre esto. Su táctica consiste en hacer mucho ruido a las ocho de la mañana, para que todos nos vayamos pronto de allí, adelantar el pincho y caña a las 9, subir a casa a manchar un poco el suelo a eso de las 11, y finalmente irse a comer a las doce, y “a por una pieza que falta”. La pieza que falta siempre llega al día siguiente.

En síntesis. Todos los problemas se esfuman hoy, 1 de junio. Ya no debes preocuparte por nada de lo que te impedía relajarte el viernes. Dios nos ha bendecido a los españoles con la estupenda habilidad de desplazar “asuntos pendientes”. Algo que ha llegado “pendiente” hasta el 31 de mayo puede aguantar así perfectamente hasta el 15 de septiembre. Entonces pasará a la carpeta de “obsoleto”. No olvides el protector solar.

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