Opinión

Siempre nos quedará el Rey

Querido compadre Quero: 

Al girar el papel para leer tu mensaje me he quebrado la muñeca, así que, ahora sí, cada día me parezco más a España. Una gran nación llena de cosas que están bien, pero con algunos miembros rotos que ocupan puestos influyentes y cuya incapacidad ha de suplirse con el esfuerzo y el talento del resto de las partes sanas. Es decir, que he tenido que abrir el sobrecito de café con los dientes, lo cual dice mucho de mis dientes y deja en pésimo lugar a mi maltrecha muñeca.

Por otro lado, y si me permites el inciso, al leer la historia de tu canción infantil llego a la conclusión de que eres más viejo que un bosque. Ciertamente, no la había escuchado nunca y, si no fuera porque encaja demasiado bien en tu carta para lo que quieres argumentar, diría que te la has inventado. En mis tiempos, más allá de Miliki, lo más infantil que tarareábamos era el “Te huelen los pies” de Emilio Aragón, que viene a ser lo mismo, y que es lo típico que hoy podríamos cantarle a cualquiera en el Consejo de Ministros.

Anda la prensa gallega muy preocupada con el asunto de la operación salida y el precio de la gasolina. Todo lo que ha hecho el Gobierno para intentar bajar el precio del combustible ha sido completamente inútil pero como gobierna la izquierda, que nadie espere dimisiones. Irse de vacaciones se ha convertido en un lujo, salvo que seas capaz de hacerlo en bicicleta, que quizá por eso están hasta los topes las rutas que van y vienen de Santiago de Compostela. 

Sea como sea, hay gente que empieza este año las vacaciones. Esa época en lo que te gastas todo el dinero que no tienes para justificar lo mucho que has trabajado para no obtenerlo. Días de solaz, playa y horas muertas. Días de reflexión. A mí me pasa como a ti: adoro las vacaciones. Nada me gusta más que no hacer nada. Nada en absoluto. Nada de nada. Este año no las tendré, pero vivo en el recuerdo de los años en que sí las tuve y aún me regocijo en esos mares. 

Ante la inminencia de las primeras tandas de veraneo, he preguntado a algunos amigos afortunados al respecto. La mayoría me han dicho que se iban este año a disfrutar al máximo porque temen que en septiembre la recesión nos arrastre y nos instale en la infelicidad. Una mente prudente invitaría a contener la euforia vacacional para protegerse ante el posible tsunami económico de finales de año. Pero una mente prudente mira hacia el presidente del Gobierno, el que realmente tiene capacidad de actuar y cambiar cosas, y ve su incompetencia, su negación de la realidad, y su adhesión inquebrantable a la fiesta, y decide –con buen criterio- disfrutar al máximo de lo que queda al menos por hoy, y mañana Dios dirá.

Una de las cosas, compadre, que más me asombra de este Gobierno es la capacidad para encogerse de hombros ante cualquier problema que cae en su mesa. Nada es asunto suyo. Hasta tal punto que te llegas a preguntas: ¿si nada es asunto tuyo, para qué estás ahí? 

El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, se ha visto estos días con el Rey Felipe VI y –bueno esto tampoco es noticia- ha regresado con una inmejorable opinión sobre el monarca. Muchas personas no entienden la importancia de la Corona en España, incluso muchos de los conservadores nunca han terminado de entenderlo. Más allá de los limitadísimos papeles que puede desempeñar el Rey, cuando en el horizonte pintan momentos difíciles y cuando tenemos a un perfecto inútil al mando en la Moncloa, tener a un rey como nuestro Rey en la misma sala de máquinas supone una cierta garantía, aunque sea para ser esa voz que llama a la calma en medio del infierno, ese poquito de luz en medio de la incertidumbre, esa brizna de talento en medio de la mediocridad.

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