Opinión

Avatares deportivos

Los recientes acontecimientos vividos a raíz de la final del Campeonato del Mundo femenino, en el que se convirtió la selección española de fútbol en brillante vencedora, y que han tenido un desafortunado incidente protagonizado por Luis Rubiales, quien en aquel momento ostentaba la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol​, ahora ya cesado, han puesto de relieve la importancia que implica el protagonismo en los palcos púbicos de un estadio.

Y no nos referimos a lo sucedido con el beso en la boca que le dio el ex presidente a una jugadora, sino a la situación en la que Rubiales, en plena efervescencia eufórica al conseguir el gol, hizo un gesto inadecuado tocándose los testículos… Y eso al lado mismo de la propia reina. Pues bien, esta situación nos obliga a los profesionales del protocolo a cuidar al máximo todos los detalles.

Nos referimos a la interpretación de los himnos, a la precedencia de las banderas, a la disposición de los invitados y a las ceremonias de entrega de distinciones… cualquier aspecto organizativo o logístico. Para ello se establecen unas normas a respetar en cuanto a las prelaciones, a la representatividad, a la etiqueta y, evidentemente, el comportamiento y la conducta. La tribuna constituye el lugar de máximo honor en el que se reúnen autoridades deportivas y representantes institucionales, así como otras personalidades relevantes. El protocolo es un lugar de convivencia en el que se requiere la aceptación de unas normas tácitas o explícitas acerca de la etiqueta y de la conducta.

Precisamente, la Asociación Española de Protocolo recientemente hizo un comunicado sobre este tema, en el que dice que “los asistentes al palco que, por lo general, han de ser mayores de edad, deben permanecer sentados y, sin dejar de expresar sus sentimientos por un determinado equipo o deportista, además de ser cautos y mantener cierto equilibrio en sus manifestaciones”. Continúa explicando que todas estas normas “buscan que este foco de atención permanente sea un ejemplo de la convivencia y de las diferencias; pero, sobre todo, del respeto, la excelencia o la educación, que son los valores definidos por el Movimiento Olímpico y por los principios básicos del deporte”.

Tampoco se permiten banderas, banderolas, bocinas o “cualquier elemento que exhiba símbolos o emblemas de colectivos con reconocido carácter homófobo, racista, que exprese menosprecio o que suponga trato vejatorio para determinadas personas o grupos sociales”. Además de los comportamientos que se dictan para deportistas, “se establecen otros para las aficiones y, por supuesto, para los asistentes al espacio que acapara los focos permanentemente: el palco”.

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