Opinión

Jueves santo, día del amor fraterno

En el mundo católico este día de hoy, Jueves Santo, tiene una importancia singular. Muchos, desde niños, hemos aprendido a descubrir, y a vivir, que en el día de Jueves Santo tienen lugar unas conmemoraciones especiales. Por una parte, Jesús se ofrece y entrega como Sacerdote Eterno, como Redentor de toda la Humanidad, sean o no creyentes, seamos o no conscientes de esta misteriosa y fecunda realidad. Pero antes de consumar su acción redentora, su muerte y resurrección, busca la manera de quedarse con nosotros, sin hacer ruido, pero de una forma originalísima, e inventa –por decirlo de una manera simple- e instituye la Eucaristía: el sacramento de fe y de amor, signo de su presencia entre nosotros hasta el fin del mundo. Para realizar esta presencia y hacer que perdurase hasta el fin de nuestra historia realizó otro prodigio de amor: el Orden Sacerdotal.

A través de los sacerdotes, el Resucitado se hace presente. Sus manos, su boca, ¡todo su ser! reverbera por medio de ellos ¡son el mismo Cristo! Cuando ese hombre-sacerdote preside una acción santa, en y con la Iglesia, es Cristo quien preside; cuando bendice, absuelve los pecados, atiende con ternura de padre a los necesitados y, sobre todo, preside la Santa Eucaristía, es el Señor Resucitado el que preside a través de ellos.

Estas realidades de fe: la Eucaristía y el Sacerdocio, que se implican y necesitan, se hacen realidad viva en esta tarde sacrosanta, al inicio del Triduo Pascual. Y se reviven teniendo como horizonte vital el testamento del amor de Dios que es el de la Caridad: Hoy es, también, el día del Amor Fraterno.

No se entiende el sacerdote sin la Eucaristía. El Sacramento del Orden nace en y para la Eucaristía, porque ella es cumbre y fuente de toda la actividad de la Iglesia; sin embargo, ambas realidades son un signo elocuente del amor de Dios. Un amor que se entrega en el misterio fecundo de la Cruz de donde brota la esperanza de la Redención del mundo.

Creyentes y también muchos no creyentes, hombres y mujeres de buena voluntad, intuyen y saben que en este día tan especial algo pasa en el ambiente de nuestras villas, pueblos y ciudades. En muchos de ellos, el templo abre sus puertas de par en par para salir a la calle y hacerle llegar a todos, tanto los que tienen fe, como aquellos que la han perdido, o los que “pasan de la religión” y piensan que este “rollo” no va con ellos, que aquel Jesús de Nazaret, personaje histórico excepcional, después de su muerte en cruz por amor a todos y a tantos, incluso a sus enemigos, se hace presente en nuestra historia actual a través de esas representaciones icónicas, llenas de belleza, manifestando los diferentes momentos de su Pasión, Muerte y Resurrección. Hecho sublime que marcó un hito excepcional en la historia de la Humanidad.

Jueves Santo es el Día del Amor Fraterno. En este día, delante de ese Señor que se queda en el “monumento” elevamos los creyentes una súplica al Dios de la misericordia “para que el mundo crea” y se sienta acompañado por la dulce presencia del Señor en medio de las graves necesidades de estos momentos. .

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