Opinión

Tiempo de reconciliación

Este Miércoles de Ceniza comienza el tiempo que la Iglesia dedica a la preparación para la Pascua. Serán 40 días propicios para la conversión de vida y la reconciliación. 

El papa Francisco en el Mensaje para la Cuaresma de 2020, recordando la Exhortación apostólica “Christus vivit”, nos ofrece lo que pudiéramos denominar una cultura de la mirada, dice: “Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez”.  

Es tiempo de conversión para vivir la caridad, que es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y suscita el espíritu de cooperación y de comunión, de manera especial en estos momentos de tanto dolor y con tanta precariedad laboral y económica. Tenemos que dejarnos llevar de la dimensión creativa de la caridad y saber descubrir y responder, personal y comunitariamente a las necesidades. 

Existe, también, otro camino cotidiano que debemos descubrir: la cultura del cuidado, esa exigencia nos lleva a descubrir lo importante que son nuestras pequeñas acciones cotidianas para cuidarnos nosotros mismos, a las personas que nos rodean, nuestro entorno físico y todo el cosmos. Desde esta perspectiva se puede entender lo importante que es decir palabras de aliento, que reconfortan, fortalecen, consuelan y estimulan, en lugar de palabras que humillan, entristecen, irritan y desprecian. Descubramos lo importante que son nuestras palabras y las afirmaciones cuando se asientan en la verdad y no en la mentira o en la fabulación; si somos positivos, con ese talante se pueden hacer “nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).

Todo esto lo podemos lograr si nos mantenemos en la dinámica de la gracia y del don de la misericordia del Dios que nos ama. En la Cuaresma recobran una fuerza especial estas palabras: “Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2 Cor 5, 20). Somos conscientes de que la celebración y vivencia del Sacramento de la Penitencia ha experimentado una cierta devaluación en la vida cristiana, así lo reflejaban los obispos españoles en la “Instrucción pastoral sobre el sacramento de la penitencia. Dejaos reconciliar con Dios” (1989) un documento que, a pesar de los años transcurridos, no ha dejado de ser actual. 

Gran importancia tiene en nuestra vida este sacramento de curación, imprescindible para llevar a cabo la renovación y revitalización, tanto de nuestra propia vida como la de nuestras comunidades eclesiales. 

Dentro de la Cuaresma de este año, y en la perspectiva de lo ya reflexionado en una de las sesiones del Sínodo Diocesano, os invito a que se revitalice el Sacramento de la Penitencia. Los centros de atención pastoral y de referencia, las Unidades de atención parroquial, se han pensado que fuesen esos ámbitos de encuentro y de sanación de todo el Pueblo santo de Dios. Lugares para regenerar la propia fe en Jesús crucificado y resucitado, para discernir en profundidad con criterios evangélicos la existencia y experiencia, para orientar al bien y a la belleza las elecciones individuales y comunitarias. 

En esos espacios encontraremos lo que deseamos y necesitamos para superar las fronteras de la soledad y ofrecer puntos de referencia en donde los fieles puedan ser atendidos, escuchados, confesados y se pueda llevar a cabo ese acompañamiento espiritual, que ha sido en la historia de la Iglesia cauce y germen de vocaciones a los distintos estados de vida cristiana.

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