Opinión

El clima es ciencia, no religión

Muchos científicos, climatólogos y uno de los fundadores de Greenpeace dijeron que el cambio climático que proclaman desde hace décadas no tiene sentido; hemos llegado a que 1.600 científicos firmen una declaración, promovida por la fundación Climate Intelligence (Clintel): “La ciencia del clima debería ser menos política, mientras que las políticas climáticas deberían ser más científicas… No hay emergencia climática… Nos oponemos firmemente a la dañina y poco realista política neta de “CO2 cero” propuesta para 2050”. Mucho antes lo ha dicho un físico al que le ha costado la cátedra en una universidad de EEUU, y la revista científica de la que era dueño. Las declaraciones no son nuevas: en reuniones de premios Nobel de Física han mostrado su desacuerdo. No me pongo medallas, también lo he dicho por activa y pasiva en mis artículos y conferencias.

Se ha censurado al premio Nobel de Física John Clauser por cuestionar el dogma climático, se le ha negado la oportunidad de hablar en el Fondo Monetario Internacional (FMI). La respuesta ha sido sencilla y evidente: “Tened cuidado. Si estás haciendo buena ciencia puede llevarte a áreas políticamente incorrectas. Si eres un buen científico, los seguirás… La verdad real se puede encontrar si y sólo si se aprende a reconocer y utilizar la buena ciencia. Es especialmente cierto cuando la verdad real es políticamente incorrecta y no refleja objetivos políticos, comerciales o deseos de los líderes. Incluso la comunidad científica puede a veces verse diluida por la pseudociencia”. Lo conocemos porque la CO2 Coalition defiende los beneficios del CO2. Se han adherido científicos, entre ellos el premio Nobel de Física de 2022.

Del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático -The Intergovernmental Panel on Climate Change) el principal es el el Acuerdo de París, tratado internacional sobre el cambio climático jurídicamente vinculante. Fue adoptado por 196 países en la COP21 en París, el 12 de diciembre de 2015, y entró en vigor el 4 de noviembre de 2016. Ahí los políticos tomaron el mando, y poco a poco lo han convertido, acorde con las políticas para dominar la globalización, en la nueva religión mundial. No andan con bromas, hemos visto algunos ejemplos de lo que les pasa.

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