Opinión

Soledad

Los datos que conocemos de persona que viven solas, especialmente de Ourense, donde el artículo escrito por Miguel Abad en estas mismas páginas lo describe muy bien, ponen de manifiesto lo que muchos intuíamos pero no queríamos ver: la vida en el siglo en que vivimos de los que han alcanzado la jubilación, ya no es el júbilo de donde viene su nombre. En muchos casos es una vida de soledad, y en una gran mayoría ni los recuerdos de épocas pretéritas logran animarlo. Sus noches recuerdan a la "Longa noite de pedra” de Celso Emilio Ferreiro: “Os corazós dos homes/ que ao lonxe espreitan,/ feitos están/ tamén/ de pedra”. Y las pasan solos, muchas veces con frío, ya que la pensión que les ha quedado tras una vida entera de trabajo, en ocasiones desde la madrugada a la noche o lejos de su querido terruño por la emigración, no les llega para mantener una vida con lo mínimo indispensable para vivir con la dignidad que le corresponde. 

Lo mismo que se dijo de una ciudad hoy debemos gritar con toda nuestras fuerzas: los jubilados existen, trabajaron duramente para alcanzar las cotas de bienestar que tenemos, no podemos dejar que sigan aumentando las cifras que conocemos, y sí recordar que fueron su manos, aquí o en la emigración, las que hicieron que esta provincia tuviese un futuro que no hemos sabido continuar. Seamos conscientes de que no es casualidad que encontremos industrias y comercios comandadas por ourensanos por todo el mundo.

 Están acostumbrados a pasar "las mil y una", también lo hacen para ocultarlo, pero tendríamos que verlos por las noches cuando de esos ojos que tanto han visto alguna lágrima surca sus mejillas, y con toda su fuerza disculparán a todos los que quizás con un pequeño esfuerzo podrían evitar su soledad. Probablemente una caricia o una palabra de cariño la aliviarían. Las necesita pero no las reclama porque sabe que ahora en este milenio las cosas son diferentes, y a él le ha tocado estar solo. La sociedad cuenta poco con ellos. No reclamo la gerontocracia, pero sí que nos acordemos de su existencia y de su experiencia. Según los datos oficiales, 14.000 personas viven solas en nuestra provincia, aumentando al ritmo de 1.000 por año, con tendencia a crecer, de ellos 600 en Ourense capital. ¿Cuántos realmente “na longa noite de pedra”?

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