Opinión

Si hay amor o un amigo...

JUEVES, 25 DE NOVIEMBRE

Estoy en el café esperando a un campeón del mundo. Alguien nacido en la aldea de Currás en San Cibrao das Viñas, sí, señor, varias veces campeón del mundo de kickboxing. Simón González. Mientras espero, veo algunos combates suyos en internet. Cielo santo, cómo acosa al adversario. Ahí va una mole de noventa kilos. Boom. Ahí está su mítica pierna izquierda, un relámpago, y el rival cae redondo como un bulto humano.


Ilustración: ALBA FERNÁNDEZ

Ay, años después, la dolorosa fatalidad lo llevó a la silla de ruedas. Yo espero a un hombre, quizás vulnerable, pero ahí entra él sonriente y poderoso. No hay restos de su herida en su mirada, extiende sus manos el viejo campeón y parecen dos mundos, grandes, grandes como dos Tizonas, la espada del Cid. En el fondo de sus ojos trae escrito que el secreto es encajar los avatares del destino sin inmutarse. Inevitablemente, le recuerdo aquella tarde aciaga. “Era un día lluvioso, desde un andamio, cuatro pisos. Mientras me precipitaba decidí caer de pie. Mi vértebra no podía resistir mis noventa kilos. Supe enseguida que estaba partido en dos. Mira tú, en ninguna pelea quedé KO y fue el destino en aquella tarde mojada quien me rompió la vida”. Lo miro a los ojos y el campeón está entero, muy entero. “La vida me ha dado mucho, victorias, amigos, viajes, experiencias, miro alrededor y veo tragedias y rostros de dolor. Al fin, la vida te da y te quita, pero aún me queda mi último combate”.

Me cuenta “Aquellos diecisiete días en el hospital de Canalejo, inmóvil, mirando para el techo, la pregunta que te atormenta ‘¿saldré de aquí caminando?’. Pero los doctores guardaban silencio. Se para la vida. Me decía ‘eres un luchador y combatiré hasta el fin aunque sean muy bajas mis cartas. Me decía ‘No mires atrás, no vas en esa dirección’. ¿Sabes?, debe ser cierto que las desgracias no llegan solas porque esos días falleció mi mejor amigo. Pero sé bien que el hombre no se mide por las veces que cae sino por cuántas se levanta. Dejar vivir, sí. Mejor ayudar a vivir. Esos días vi nítido al niño que correteaba por la aldea de Currás, que iba con su padre a segar hierba y a ordeñar feliz las vacas en la cuadra. Me visitaron los ojos feroces de aquel yugoslavo que al final derrumbé. Aquel portugués que me decía ‘Você é meu ídolo’ y después el cabrón hacía todo tipo de tretas y trampas para ganarme. No es por presumir pero menuda paliza le di en Vigo. Ay, visioné mucho mi último combate, tenía ya cuarenta años en el Pabellón de los Remedios de Ourense. Cinco mil personas lo abarrotaban, allí fui campeón del mundo por última vez. Nunca me falló y siempre sentí el calor de mi ciudad, Ourense”.

Simón tiene su gimnasio profesional con todos los adelantos en Vigo y allí prepara a sus pupilos. Rememora “Crecí ayudando en casa en la aldea; a los dieciséis años ganaba ya ocho mil pesetas en un taller. Todo sucedió así, aquel día compré mi primer paquete de tabaco y encendí mi primer cigarro, te juro, sentí algo así como un temblor, tiré el cigarro, como si tuviese una cita inevitable y allá me fui al gimnasio ‘Smash’ que dirigía el gran Carlos Conde, campeón de Europa, pionero del full contact en la ciudad, y puedo decir que él me hizo campeón del mundo. Me enseñó disciplina, sacrificio, el arte de mover las piernas y todos los secretos de este deporte. De aquella, había mucha afición al boxeo en Ourense, todos los sábados por la noche había veladas de boxeo en el cine Xesteira y otros centros. Se hablaba mucho de King Kong, aquel legionario y gran campeón. En los periódicos deportivos se escribía mucho de Folledo, Durán, Urtaín, Velázquez, qué gran generación de campeones”.

Hablamos de las nuevas generaciones “Ahora llegan a mi gimnasio y quieren ser campeones en dos meses. Yo de joven tuve que trabajar mucho y sin descanso. Ahora, estoy bastante decepcionado. Ahora los jóvenes me llegan muy frágiles; han crecido mimados por los padres y los abuelos, muy consentidos, me llegan con sus motos y sus móviles de última generación, apenas tengo pupilos capaces de sacrificarse y con casta de campeones. ¿Me preguntas por ellas? Es su tiempo, son más combativas, más disciplinadas y con más decisión. Tengo algunas pupilas que presiento con alma de campeonas”.

(Tengo ante mí a este hombre de la aldea de Currás, campeón del mundo. Un líder es alguien que conoce el camino, lo recorre y lo muestra después a los que vienen detrás. Este es ahora su objetivo en su gimnasio. Su mirada es limpia y en sus ojos conserva algo agudo, eléctrico, eso que tienen los grandes. Está entero, muy entero y esperanzado para el combate que le espera. Pronto se pondrá en las manos de unos doctores extranjeros con técnicas avanzadas. Me extiende su mano grande como la Tizona y parte en su silla. Seguro la fortuna y los dioses estarán a su favor. Se va. Me quedo pensativo y recuerdo a Camus: “En los hombres hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”. Cierto, y si hay amor o un amigo, nada es más importante ¿verdad, Simón?.)

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