Opinión

Buscarse la vida

Lunes, 8 de febrero

Será porque nací en la “raia” y, como Springsteen, nací para correr. No estoy nada de acuerdo con que esa palabra se lleve los honores. Hoy voy a ser un poco contestatario, claro que sí. Te cuento. La verdad es que estoy hasta los cojones de ese término acogido con tanto fervor. Tanto que fue elegida como breve frase del año en Galicia. Por votación salió elegida “con sentidiño”. Me suena a caminar por la vida con red de seguridad. Me suena a consejo del barbudo y venerable abuelo de Heidi. Qué jodida frase, tiene un tufo a conformismo que hay que taparse la nariz. No es para nada combativa. Es más, invita a la paciencia que es el recurso de los dóciles. Me gustaba más la frase que quedó finalista, más galaica y más profunda: “Deus me libre do que xa foi”. También echaron para atrás las palabras “feminicidio” y “ecoicidio”.

Dice el maestro griego que la vida vale en cuanto la arriesgas. Y “sentidiño” parece invitar a pasar la vida tal si comieses una sopa fría y desabrida. Joder, me suena a resignación de sacristía. A gallinácea. Como si invitase al bostezo y no a la aventura. Me parece el estribillo de un himno a la sumisión. Me suena a aceptación pasiva de un revés. Como si no invitase a celebrar cada día con las pinturas de guerra en el rostro. Yosi canta en un verso que “ceder es pecado mortal”. Tanto sentido común invita al bostezo. Ay, este país que llegó a vivir la osadía libertaria allá durante la Guerra Civil. Me recuerda una profecía de Huxley en “Un mundo feliz”: “Vendrá una prisión de la que nadie quiere salir, y con el consumo y el entretenimiento embrutecedor los esclavos amarán su servidumbre”.

Miércoles, 10 de febrero

Escucho ahora mismo por la radio una entrevista a Rojas Marcos, el psiquiatra que estudia y conoce el lado salvaje. Yo le tengo mucha fe. Conoce una a una las diez prisiones de Nueva York, a donde va a prestar ayuda a los presos. No te voy a relatar su vida. Pero allá en los ochenta, en NY no tenían ninguna atención médica a las extensas camadas de marginados. En aquellos años, la ciudad ardía, llena de yonquis, Kies, camellos, duros pandilleros y vagabundos que vivían bajo los puentes. Entonces él fundó el Proyecto Ayuda. Fue el primero, le echó huevos y en una furgoneta con medicamentos se empujó con decisión por los inquietantes callejones del Bronx a atender in situ a los marginados. Enseguida fundó aquel Proyecto Ayuda y centenares, casi miles, de médicos y psiquiatras se afiliaron. Después, ya sabes, fue todo NY. Incluso máximo responsable de los servicios municipales para marginados y drogadictos.

Pero yo, hermana, hermano lector, quería hablarte de la entrevista de la radio. Mira tú, yo lo hago algunas veces y los viandantes me miran como un loco. Quiero decirte que invitaba a todos los oyentes a hablar alto consigo mismo en casa o por las calles. Insistía: “Hablar con uno mismo por las calles es una estrategia de profunda eficacia para gestionar nuestra vida”. Más o menos explicó que hablar solitario en voz alta comunica con el sistema nervioso vegetativo, corrige errores y es curativo. Insiste en que has de aprender a darte instrucciones mientras caminas.

Hermano, hermana, si tienes vergüenza ahora ya puedes usar mi truco. Te colocas unos auriculares en los oídos y todo el mundo cree que estás utilizando las redes. Rojas Marcos insiste: “Hace crecer tu resiliencia y te enseña a ser más fuerte para superar las adversidades”. Y añadió irónico: “Disfruta de la vida que ya tendrás tiempo de sobra cuando estés muerto”.

Jueves, 11 de febrero

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                                                                                                                                                                                                              ILUSTRACIÓN: ALBA FERNÁNDEZ

Ahora que todo el mundo se queja de que no hay trabajo, te propongo una buena opción para buscarse la vida. Sobre todo ahora que la pandemia llenará los pubs y los locales de depresivos. Yo la practiqué alguna vez en que andaba sin blanca por Europa, cierto que sólo a cambio de bebida. Pero te cuento de qué va. Yo los conocí en los últimos años en Madrid, en mis tiempos en Amsterdam y sobre todo en Bruselas. Ay, Bruselas, tan llena de cansinos y neuróticos burócratas de todo el continente, que salen desquiciados los fines de semana a los pubs de la ciudad. Pues, sí señor, conocí a verdaderos profesionales de la conversación que vivían como reyes en sus apartamentos.

"Con sentidiño". Qué jodida frase, tiene un tufo a conformismo que hay que taparse la nariz

Me explico. Viernes, fin de semana, te sitúas en una esquina del pub de moda desde donde puedes observar a todos los clientes. Enseguida das con tu hombre porque todos tienen escrito en su cara sus heridas y frustraciones. Siempre están solitarios, te aproximas y con arte inicias una conversación. Siempre sucede, enseguida el burócrata local o más bien el extranjero que trabaja en las oficinas de la CEE, comienza a contarte sus calamidades. Ay, y cuánto extrañan su país. Tienes que ser hábil, que él sepa que lo escuchas prestándole toda tu atención, sin juzgar, sin prejuicios ni resentimientos. El fulano larga y tú, claro, estás invitado a la bebida. Tú ya tienes experiencia y ya sabes que en la vida ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios demonios y frustraciones. En mi escasa experiencia, créeme que escuché pasmosas confesiones privadas y listas de traiciones sorprendentes. Los gin-tonic van y vienen. Podríamos llamar a esta profesión “escuchador”. De alguna manera hacen el trabajo de un psicoanalista que te sienta en un diván y deja que le cuentes, sabedor de que al verbalizar la angustia de alguna manera se cura. Mis amigos profesionales con tantas experiencias, incluso a última hora les dan certeros consejos. Ya a la puerta, antes de que el fulano tome un taxi para irse feliz a casita, el profesional con arte le cuenta una milonga y le mete sin más un sablazo. Siempre ocurre, sacan la billetera y acceden con gusto.

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