Opinión

Caballeros andantes

Alba Fernández.
photo_camera Alba Fernández.

JUEVES, 25 DE MAYO

La tertulia está un poco mustia. De pronto, el profesor dice: “Ha pasado el día das letras galegas y no nos hemos acordado”. Va el pintor y dice: “Eso es de ‘coira”. Todos lo miramos sorprendidos. Alguien pregunta: “¿Qué es eso de ‘coira?”. Se echa a reír el pintor: “Pues es una palabra de un idioma que se está olvidando. El ‘barallete’, que era el idioma del gremio de los afiladores ambulantes”.

La leyenda dice que allá a principios del pasado siglo, un extranjero se detuvo en Nogueira de Ramuín. Traía una máquina deteriorada y buscaba un carpintero. El carpintero arregló el artefacto de aquel hombre que venía de tierras lejanas. Lo cierto es que cuando partió, este carpintero copió el artilugio modificando la rueda y presintió que sería un buen oficio para aquellos años de hambre y miseria. Cuentan que fue el primer hombre que salió a los caminos con una primitiva rueda de afilar al hombro.

Después, evolucionó. Primero al hombro, después empujando la rueda y con los años, haciendo como un apéndice en la bicicleta. Así, Nogueira de Ramuín se hizo la patria de los afiladores.

De pronto, el pintor se empuja su gin tonic y nos descubre: “Sabed que tuve un tío abuelo del que disfruté pocos años. A veces, me contaba historias de sus correrías. Me decía que el arte de afilar es muy delicado y que sólo los buenos y experimentados eran capaces de afilar y dejar en su punto la navaja de afeitar de un barbero. Aún hoy, por ejemplo, los restaurantes si por su puerta pasa alguno del gremio, enseguida les llevan sus cuchillos y utensilios para afilar. Cierto que apenas quedan y es un oficio a punto de extinguirse. Ay, ya no se escucha su melodía en el chiflo que anunciaba su llegada”.

“Mi tío abuelo, con su máquina de afilar recorrió en los años cuarenta aquel país desolado en la posguerra. Mira que le insistía sobre sus aventuras, pero él decía que agua pasada no mueve molino y se mostraba remiso. Una noche, el licor café le soltó la lengua y me contó: ‘Era mediados de los cuarenta, yo andaba por tierras de Castilla, allá cerca de Puebla de Sanabria. Cuánta miseria. Yo también sabía reparar con estaño los agujeros de las ollas. Conque estaba cerca de un pueblo llamado Hedroso, nunca se me olvidará su nombre. En el monte se me acercaron tres hombres, me rodearon, me hicieron preguntas y, de una manera amistosa, me dijeron que eran guerrilleros, maquis. El jefe llevaba un chaquetón de cuero que le cubría hasta la nariz. Después de una larga conversación, va el hombre del chaquetón y me dice: En Lubián, ahí cerca, cómpranos dos pares de botas y tabaco. Me dieron dinero y allá me fui, qué iba a hacer si me dieron datos de conocer a mi familia. Todo iba bien, pero cuando salí del comercio noté algo raro. Como si los belbas, los guardia civiles, me siguieran. Cambié mi ruta. Allá me fui a otro pueblo cercano, instalé mi rueda y mis utensilios. Y al lado, puse las botas y el tabaco a buen precio. Los guardias me presionaron pero yo les insistí que era mi negocio y me dejaron en paz. Y mira tú, nunca volví a saber de aquellos maquis”.

(“No es fácil vivir de aquí para allá. Vi lobos, zorros y jabalíes amenazantes. ¿El barallete? Es un idioma secreto de nuestra cofradía. Sólo los mejores, los más osados y aventureros, deben conocerlo. Ay, se olvida que esta es la tierra de la chispa. Si las tierras de La Mancha dieron a Don Quijote, las tierras de Nogueira dieron también a esos caballeros andantes, los afiladores”).


VIERNES, 26 DE MAYO

“Gran rueda sigue girando/ Orgullosa Mary, sigue ardiendo / Y estamos revolcándonos, revolcándonos, revolcándonos en el río”. Estoy escuchando su mítica canción ‘Orgullosa Mary’. He leído que esta mujer ha sufrido tanto que tiene el cum laude en adversidades.

Al fin, de niña creció recolectando algodón allá en el condado de Tennessee. Tiempos de humillación a la gente negra. De niña escuchó las canciones que los esclavos cantaban en las mazmorras de los barcos después de ser atrapados como perros allá en la costa africana. Allá estuvieron en la mítica marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad cuando Martin Luther King pronunció aquella frase, un himno ya, “Yo tengo un sueño…”

Casi adolescente, dio con aquel fulano chulesco y maltratador con el que grabó los primeros discos, Ike & Tina Turner. En sus memorias cuenta que le daba unas palizas de muerte. Pero la verdad es que ambos tuvieron mucho que ver con el nacimiento del rhythm & blues. Cierto, en el 66 Mick Jagger alucinó con su voz cruda y sus cimbreantes caderas, y la llevaron como telonera. Mick nunca negó que imitó y se inspiró en sus movimientos eléctricos y salvajes.

Casualidad, los Who actúan estos días en Barcelona. Toda mi generación se estremeció con su ópera rock ‘Tommy’, en donde ella hace el papel de reina del ácido. Los críticos la llamaron ‘La estrella herida’. Ay, las flechas nunca cesaron de lacerar su cuerpo. Alguna vez escribió “Vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó”.

Era el 76, cuando una noche después de una paliza de Ike, ella tomó su bolso y su sombrero y abandonó a su cruel marido. Tuvo que comenzar su carrera de nuevo. Su talento no pasó desapercibido y pronto grabó ‘Let’s Stay Together’. Nadie fue tan salvaje en un escenario. Era brutal. Cada actuación parecía el intento de que el pasado no haya sido.

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