Opinión

Chicas peligrosas

Jueves, 20 de abril

Cielo santo, cuánto me cuesta desalojar amigos de mi agenda, no sólo en el móvil, también en mi viejo cuaderno de piel que guardo como oro en paño. Nos ha dejado Carlos Tena. Siempre le dolió perder al futbolín conmigo allá en el fondo de aquel bar de la calle Fernando VI. Quizás te lo haya contado, hermano, pero quiero recordar aquella noche alucinada que Carlos Tena salvó del desastre. 

Allá en el 83, en la sala Sol, en la entonces oscura calle Jardines donde los kies controlaban a sus chicas, se presentaba mi libro “Extraños en el escaparate”. Fue una movida del carajo. Entonces las cosas se hacían así, una fiesta. Allí, como líder y presentador, mi amigo Carlos Tena. Todo a lo grande, como le gustaba a Juan Luis Recio, editor de La Banda de Moebius. No cabía un alma. 

Arrancaron con fuerza y chulería mis compadres de Burning. Después, Aviador Dro con sus uniformes espaciales. Mira que era complicado mover tanta gente, incluso un mago y un strip-tease, pero los grupos de rock no les dieron opción. Hubo momentos de confusión, dos músicos de distintas bandas comenzaron a pelearse. Menos mal que Carlos, con maestría y no sin dificultad, llevó las cosas a buen puerto. Qué barbaridad, actuaron también Juanma y los Terribles, puro rock and roll. Se alargó la noche y por último subieron al escenario Glutamato Yeyé, la banda de moda del momento. En la entrada, dos chicas con imperdibles en las mejillas, se vendían libros como churros. Qué noche. Era ya de madrugada cuando se me acerca Carlos, me toma del hombro y me espeta: “Menudo embolado, Jaime, ha sido la presentación más difícil de mi vida”. Al día siguiente en El País, Costa, el crítico más peligroso, escribió: “Lo de Noguerol fue una bofetada al oficialismo”.

Eran los ochenta, y Carlos Tena presentaba con éxito en la tele “Caja de ritmos”. De vez en cuando, llevaba bandas que no sonaban en las radiofórmula. Cómo te diría, a día de hoy lo recuerdo como un icono de la Transición. Los críticos decían que su estilo era deslenguado, cáustico, un dandi del rock. Qué años de acción, lejanos a estos tiempos en que parece que nos resignamos a sobrevivir.

Su programa “Caja de ritmos”, de Televisión Española, era transgresor y divertido. Entonces, un poco tardío, comenzaron a surgir bandas punk que seguían la máxima de los Sex Pistols: “No future”. Incluso grupos de chicas como Las Chinas, de corta vida, cantaban: “En la basura puedes encontrarlo todo”.

Cómo es la vida, de pronto, allá en Barakaldo, cuatro atrevidas chicas crearon una banda que fue un megaescándalo, Vulpes. La líder y letrista, Mamen Rodrigo, no se cortó un pelo, y seducida por The Stooges y su tema “I wanna be your dog”, se inspiró con el provocativo título “Me gusta ser una zorra”. Allá va Tena y las contrata para actuar en su programa “Caja de Ritmos”.

Era el 23 de abril del 83, una fecha que marca un momento histórico del rock español y de la libertad de expresión. Después de una divertida presentación de Carlos, allá arrancan las cuatro Vulpes, imagen muy punk, y comienzan con fuerza: “Si tú me vienes hablando de amor,/ que dura la vida, cual caballo me guía,/ permíteme que te dé mi opinión./ Mira imbécil que te den por culo./ Me gusta ser una zorra./ Me gusta ser una zorra. / Me gusta ser una zorra / Eh, oh, ah, ah. / Ay ay ay ay ay ¡cabrón!”.

Hay que joderse, la canción estremeció al país. Fue un ejercicio de desbordante libertad de expresión. Luis María Anson se cebó en el ABC con un artículo titulado “Ya basta”: “Degrada a la sociedad española, subleva al padre de familia, indigna al ciudadano responsable, quebranta la intimidad del hogar, lesiona lo establecido en la Constitución y traspasa los límites de lo tolerable”. Inevitablemente, al día siguiente fue cesado Carlos Tena. Pero la cosa fue a más. La Fiscalía General del Estado presentó una querella criminal contra la banda y el presentador. Se le pedían cinco años de cárcel y diez de inhabilitación. Afortunadamente, años más tarde, la causa fue sobreseída.

Han pasado cuarenta años y hoy la canción casi es una ingenuidad. El recorrido de las Vulpes después de este incidente fue breve. Años después, Carlos Tena, que nunca ocultó su pensamiento de izquierdas, partió hacia Cuba, donde fue bien recibido por los líderes castristas. Allí trabajó en la radio e hizo programas musicales. Ya enfermo, regresó a España, a Ronda y después a Madrid, al lado de sus hijos.

(Lo que cuento es verídico, allá en los 80, el propietario de una discoteca de Verín me encargó que buscara un grupo para actuar el martes de Entroido. Se me ocurrió llamar a Tena y contratar a la banda de las Vulpes. Nos citamos con Mamen, la líder, en un pub de Malasaña. Se mostró reacia a la proposición: “Estamos perseguidas, apenas actuamos y quizás seamos peligrosas”. Como pude, la convencí de que era un día grande de Entroido y que todo saldría bien. Así fue. La sala a reventar. Pero ocurrió algo alucinante aquel día: una extensa comparsa se disfrazó de punk, todos con alfileres y chaquetas claveteadas. Todos entraron esa noche en la discoteca. Las de Barakaldo no sospecharon que eran falsos. Imagínate la noche, tocaron encantadas hasta la extenuación).

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