Opinión

La ciudad sin orgullo

ALBA FERNÁNDEZ
photo_camera ALBA FERNÁNDEZ

JUEVES, 11 DE MAYO

Hoy llega a la tertulia nuestra nueva tertuliana muy alegre y pizpireta. Mira alrededor, todos nosotros nos ponemos a la defensiva. Cielo santo, ¿qué traerá entre manos?, ¿será un duro ataque feminista? Por fin, se sienta. Qué sorpresa, pide un licor de hierbas, va y lo engulle de un trago. Otra sorpresa, va y nos dice: “Os reto a un acertijo. Como soy muy ourensana, mi pregunta es: ¿qué es lo que más crece en esta ciudad?”. Quedamos perplejos y todos guardamos silencio. Pero todos aceptamos el envite.

Comienza el psiquiatra: “Crecen sobre todo los ansiolíticos; a veces pienso que vivimos en una bacanal de Prozac”.

Entra el músico: “No me toméis por un atleta sexual pero los pisos llamémosles de los/as trabajadores/as sexuales suman más cada día. Lo que no es extraño, recordad que Ourense en los años sesenta tuvo el más concurrido barrio rojo del norte de este país”.

Me toca: “Hablo del lado oscuro, no os imagináis la cantidad de pisos abiertos para fumadores de crack, de ‘base’, de drogas de todo tipo. Siempre están llenos, día y noche. Y crece”.

El abogado: “Como sabéis, soy muy ecologista y me duele la cantidad de tipos que pintarrajean las calles, por cierto, con muy poco arte. También crecen. Quiero añadir que crece y crece esa extraña ansiedad por cortar árboles. Me he permitido contar los decapitados en el centro y es una barbaridad. Sobre todo, en esta ciudad de calor tan intenso como en las arenas ahistóricas del Sahara”.

Le toca al profesor: “Sabéis bien que soy solidario con los más desfavorecidos y desvalidos. Pero es bien cierto que crece y crece el número de pedigüeños y de músicos callejeros. Me contó el guitarrista que se asienta en la calle Lamas Carvajal, que con frecuencia los maderos los acosan y todo son precauciones. Crecen sin cesar las extensas filas a la puerta de comedores de Cáritas. Bueno, he de añadir que aumentan cada día los opositores para cuestiones del estado. Los jóvenes reniegan de la aventura y quieren cobijarse en una blindada oficina”.

Salta el pintor: “Caminas por la calle, sobre todo en el centro, y se extienden aquí y allá terrazas con conversaciones gallináceas que has de sortear con habilidad circense”.

(Se ríe nuestra tertuliana: “Me sorprende que no acertéis. Mirad vuestra calle, seguro que hay al menos dos peluquerías o salones de manicura. Y qué sorpresa, todas tienen clientes. Quizás por nuestro mal endémico, la apariencia. Nunca os lo dije, pero mi profesión es de peluquera. Bueno, es una profesión digna como otra cualquiera. Mi maestro, Jorge Cachaldora, ‘El barbero del Paseo’, me enseñó que no se trata sólo de cortar o teñir el pelo de tu cliente. Has de ser psicóloga, es como si tuvieras su alma en las manos. Entre el peluquero y su cliente a lo largo del tiempo nace una conexión llena de confidencias. Al finalizar el trabajo, esa persona ha de ir más liberada e incluso más alegre”).

VIERNES, 12 DE MAYO

Te cuento. Ella está al fondo de la cafetería. Desde mi mesa, siento como si me llamasen sus ojos azules, luminosos. Ella parece estar concentrada en su ordenador. Intermitente, se detiene pensativa y regresa despacio a su portátil.

Ya sabes, los periodistas somos curiosos e intuitivos. Supe que debía hablar con esa mujer, seguro tenía una historia que contar. En estos tiempos enseguida te llaman invasivo, “no invadas mi mente” me dijo alguien hace poco. Hubo suerte, es de las que han aprendido a romper las losas que nos impiden abrirnos a los demás. Allá voy con un viejo truco: “¿Me prestas un bolígrafo?”. Ella sonrió acogedora y después de buscar en el bolso, me dice: “Te presto mi bolígrafo Bic, mi favorito, jamás te dejan tirado”.

Noto que su acento no es de aquí. Ella, abierta, me cuenta: “Me llamo Belén, llevo toda mi vida en Girona, nací aquí y vengo con alguna frecuencia. Esta vez, me coincidió con el festival de jazz del Latino, me sorprende que actúen tan grandes jazzman. No me pierdo un concierto. Ay, ayer un buen solo de saxo me subió a una montaña rusa de recuerdos”.

Quiero saber más de ella. Con naturalidad me dice que lleva un par de meses indecisa: “Me gustaría regresar y montar mi consulta aquí. Pero me cuesta decidirme”. Yo la empujo: “Venga, vente, esta ciudad está llena de traumados y tendrás trabajo”. Se ríe Belén: “Estos días he pateado la ciudad y noto como si no le pusieran cariño a las cosas locales, pienso que a los ourensanos les falta orgullo. La veo un poco resignada. En Girona hay centros cívicos por todas partes y la gente está más espabilada”. Le digo: “Esta ciudad ha sido la Atenas de Galicia, la llamaron ‘La tierra de la chispa’ y tenemos el casco viejo lleno de tascas y excelentes tapas y pinchos”. Se ríe de nuevo Belén: “Aquí se engulle mucho, pero después de los vinos ¿qué?”.

Te puede interesar