Opinión

Cuando no se teme

Hay una vieja canción que siempre me gustó, el estribillo dice: “Mamá, vuelvo a casa en helicóptero”.

Te cuento, un atardecer de los 90 sucedió el milagro. Aterricé a la puerta de mi casa ante los ojos incrédulos de mis vecinos.

El piloto no podía ser otro que Julio Dorado, aviador; posee una flota de estas máquinas. Nadie maneja como él esos diabólicos aparatos. Pertenece a esa menguada camada de los “auténticos”, para quienes el rito de la amistad es sagrado. Los que saben que no es mala cosa hacer felices a los que están contigo. Si vas en su aparato pondrá tu corazón a tumba abierta haciendo diabluras en el aire.

“Mira, cuando estoy demasiado tiempo con los pies en el suelo me pongo triste, me acosan las alas negras de la depresión. Miro insistentemente al cielo. Corro a mi avión, respiro profundo, me invade una extraña alegría. Siento que el hado es benigno para mí.

Bueno, es verano, ¿recuerdas aquella anécdota?: estábamos en algún sitio de Vigo; de pronto me miraste pensativo, “¿sabes?, yo nací en la casa cuartel de Vilardebós en los 50, apenas estuve allí hasta los cinco años”.

Recordamos aquel caserón enorme y desvencijado, siempre nos dio un poco de miedo. Pero allá nos fuimos. Volamos despacio sobre los caminos de los contrabandistas cercanos al cuartel. Me contaste: “Tendría yo cuatro años; mi padre, claro, era guardia civil. En ocasiones regresaba de sus servicios entre divertido y enfadado. Le decía a mi madre: 'Siempre nos engañan estos tipos, son astutos como zorros. Hoy hemos cazado a uno que llevaba un fardo grande a la espalda. ¡Alto a la Guardia Civil! Se detuvo. Enseguida abrimos el fardo que llevaba atado a los hombros: sólo había papeles y cartones viejos. El cabrón se había dejado coger para que los otros huyeran”.

(Hacía tiempo que no te veía, Julio. Nos empujamos dos cervezas y me espetaste: “tengo un jodido cáncer”. No te solté ese rollo -“sé fuerte, combate, de eso se sale”-. Percibí que no había miedo en tus ojos y lumbre en tu mirada. Cuando no se teme se está cerca de la felicidad.

Me miraste pensativo: “Cuando vas en la panza del avión es justo como cuando estábamos en el vientre de nuestras madres”.

Te puede interesar