Hace unos días, Maribel, en su sección “Historia en 4 tiempos”, recuperó un viejo artículo mío sobre la discoteca Niton´s de Verín. Cierto, escribir de esa discoteca es reflejar la sociología de un tiempo inquietante.
Eran los 70 y los “raiotos” sabían que vivían el final de la fiesta. El hermoso verso “dejad que el trigo crezca en la frontera” muy cerca de ser realidad. Permíteme, hermano lector, que recuerde esa década de fiebre y excesos. El personal temía el devenir. Ay, ya no habría más dinero fácil, sacos clandestinos que cruzaran el río. Ni se jugarían a tumba abierta las partidas de cartas con las mesas llenas de billetes. A la vera de cada jugador no habría abultados fajos de escudos, pesetas, francos, florines y marcos. Ni los emigrantes de Centroeuropa, de vacaciones, harían ostentación de los dineros.
En Verín, tres o cuatro locales no cerraban jamás sus puertas. Otros bares bajaban discretos las persianas: dentro todo podía suceder. Ay, ya no. Las noches serían apacibles y aburridas.
Los portugueses retornados de Angola y Mozambique regresaban con las maletas llenas de “liamba”, casi como único equipaje. La euforizante marihuana africana. Camellos de todas partes buscaban negocio a buen precio.
Puedes creerme, en los 70 presencié entre Vidago y Chaves, en un recóndito monte, una finca en que se exhibía discretamente todo un arsenal de armas. Llegaban a montones de las sangrientas guerras que Portugal mantenía con sus colonias africanas. Qué fácil era entonces comprar una pistola. Bueno, también hoy. Por cinco mil escudos alguien daba una buena tunda sin preguntar. Algunos sabíamos de aquel sicario: sólo liquidaba a alguien si tenía claro que era un cabrón. Qué cosas, se decía que antes de ejecutar se encomendaba a la Virgen de Fátima.
Se me ha ido un poco la olla, lo que toca es recordar la discoteta Niton´s de Verín, tal vez la primera que se instaló en la provincia.
Ahora mismo está a mi lado Rúa, un solitario verinense, colega generacional, nacido en Campobecerros. Me espeta: “Sería el 74, yo estaba en la barra con un amigo, la discoteca casi vacía. Sólo al fondo, siete u ocho fulanos discuten en la oscuridad de la sala. De pronto, se levanta alguien. Lo reconozco, es un tipo de Gondulfes que trapichea aquí y allá. Le digo ‘adiós’, no responde. Pasan pocos minutos. Alguien baja con decisión las escaleras, es el fulano que regresa: tira de la correa y enciende la motosierra que trae en sus manos. El aparato brilla espectral entre las luces y los espejos. Viene a por ellos. Sus colegas asustados tratan de esconderse debajo de las mesas. A punto está de segarle el cuello a uno. Amigo, lo que te cuento, refleja el lado oscuro de aquella mítica discoteca”.
Bueno, no todas las noches eran así. Pero sí oí disparos y vi brillar navajas albaceteñas. Las cosas sucedían así. La barra llena, en un extremo un contrabandista que había tenido buena noche dice: “Durante 10 minutos todos los que están en la barra que beban a mi salud”. El barman calcula por lo alto, el fulano saca un enorme fajo de billetes y paga arrogante y despectivo. Añade: “Quedan 5 cubalibres pagados para algún desgraciado sin dinero que quiera olvidar a una mujer”.
Ay, lector, la cosa se ponía fea cuando llegaban eufóricos los más “raiotos”, por ejemplo el nutrido grupo de Feces. De entrada, arramplaban con el portero. A veces parecía una vieja película del oeste. Con qué saña apalearon a alguien que había dado información a la Guardia Civil. Tipos corpulentos y desafiantes, acostumbrados a atravesar el río con pesados fardos. Desde la barra, yo me los imaginaba en el fragor de la batalla: la bayoneta que se hunde y el sable que se hiende.
(Los 70. Discoteca Niton’s. Lord Byron escribe: “El viento va y viene por la frontera y me pueden las iras”. Qué desmadre aquella noche en que actuaron los Burning. En la pista los “raiotos” danzaron el “Blues de Babilonia”: la inminente libre circulación en la frontera. La fiesta en la “raia” se clausuraba. Ay, Verín todavía está convaleciente de que le hayan arrebatado el alma de la “raia”.)
