Opinión

Diario de un confinado

Sábado, día 14

Es nuestra última tertulia, los rostros están serios. Nos intercambiamos libros y discos de vinilo. Todos evitamos ese jodido victimismo denigrante. Hago mi última compra en el supermercado. Mira tú, las cajeras están más sonrientes que de costumbre. En mi fila todos llevan un montón de rollos de papel higiénico. Tomo tres o cuatro del mostrador al recordar que Kerouac escribió en un rollo su extraordinario libro “En el camino”. La leyenda dice que García Márquez, solo, inasequible y sin dinero terminó “Cien años de soledad” en este tipo de papel. Me digo: con suerte en este rollo de papel terminaré esa novela que nunca logré terminar.

Domingo, día 15

Ya en el desayuno escucho la voz de nuestro tertuliano profesor. Está alterado y agresivo. Me cuenta: “He salido por la noche con mi perro y me impresionó ver las calles fantasmales. Ya sabes, Jaime, caminando tienes reflexiones inquietantes. No ceso de pensarlo. Probablemente, un cabrón nazi o fulanos que manejan el mundo han lanzado esta plaga bíblica para exterminar a los más débiles”. Le digo: “Me parece una barbaridad”. Pero el profesor insiste: “¿Pero tú te crees que todo esto nació con esos murciélagos? Nunca mejor dicho, un cuento chino”.

Lunes, día 16

Tengo un vecino tremendo. No para, qué tortura. Te cuento. Tiene un altavoz en su balcón y venga a sonar una y otra vez “Resistiré”, esa canción que escribió Manuel de la Calva, del Dúo Dinámico, cuando estaba al límite y lo acosaba un mal fatal. Recuerdo ahora que su colega Ramón Arcusa me confirmó que el “La, la, la” lo había escrito en la habitación 216 del Hotel Parque. “Por la mañana, al abrir la ventana una gran nevada cubría Ourense. Nos quedamos tres días. En aquella coqueta habitación creamos de un tirón la mítica canción”.

Pero sigo con mi vecino. Me las he arreglado para colocar un pequeño altavoz en mi terraza. Mira que canta bien Miguel, pero en este tema se le fue la olla. Grita y grita a mitad de la canción que encima dura casi cinco minutos. Se titula “No te derrotes” y la letra la escribí yo. Pues esta mañana le he puesto cinco o seis veces este tema. Pero el vecino no se arredra, sigue y sigue. Hermano, escucho música sin interrupción.

Martes, día 17

Me llega un paquete. El papel dice que viene de Sudamérica, vía diplomática. Firmo un cuestionario complicado. Viene de Ecuador, no conozco a nadie allí. Cielo santo, en el remite sólo pone “Gustavo Noboa Bejarano”, expresidente de Ecuador. Abro el paquete y leo una cálida carta y una dedicatoria: “A mi amigo, el periodista Jaime Noguerol”. Es un libro sobre la genealogía y biografía del presidente. Qué sorpresa. En la página 16 reproduce en su totalidad un artículo que le dediqué: “Las llaves de la memoria”. Pienso, allá en aquel continente los presidentes todavía respetan la literatura. Lo cierto es que, como periodista, le acompañé toda la tarde de aquel 11 de julio de 2001. Había venido a conocer las tierras de Maceda de donde eran sus antepasados.

Miércoles, día 18

Camino por la terraza como un preso en su escaso patio. Por la radio no cesan de decir esa palabra tan sagrada. Mira, hermano, que estaba olvidada como ropa vieja en el trastero. Una antigualla de los viejos sindicatos. Pero los miedos han saltado por las calles y ahora salimos a los balcones a aplaudirnos y abrazarnos en la distancia. Este mal ha encendido una luz olvidada. Ay, hermano, la sagrada palabra “solidaridad”.

Jueves, día 19

Suena en el teléfono la voz de mi tertuliano psiquiatra. Me dice: “El otro día escribiste que hasta ahora la felicidad era la tienda de ropa. Colega, estos son buenos días para exorcizar miedos antiguos. Te voy a dar un consejo muy elemental pero eficaz: cada mañana coloca un folio en la pared. Y escribe lo que vas a hacer ese día. A tal hora, tal cosa. Así hasta que te acuestes. Te ayudará a ordenar tu alma algo extraviada”. Pues, hermano, sigo su consejo al pie de la letra y me va mejor.

Viernes, día 20

Hoy he pasado el día un poco melancólico. Ojeaba un libro y encontré un folio azulado con un poema: “Siempre naufrago cuando me acerco a ti./ Nunca podré alcanzar la moneda de oro,/ como si no pudiese partir el pan entre los dos,/ como si no pudiese cruzar el río”.

Sábado, día 21

Muy de mañana me llama el pintor para recordarme: “Sin arte, sin poesía, sin filosofía el mundo es un globo extraviado”.

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