Opinión

El pantalón blanco

MIÉRCOLES, 1 DE SEPTIEMBRE

Te cuento, hermano, hermana, la verdad es que fue insólito pero es una buena historia veraniega. Pensé que había visto todo en los festivales de rock. A lo largo de mi vida presencié de todo. Vi atónito cómo un grupo imitando a Hendrix prendían fuego a sus instrumentos en una orgía tal si padeciesen incendio de corazón. En algunas ocasiones presencié cómo los músicos se peleaban a guitarrazos violentamente y a un cantante ensangrentado en el escenario. Allá en los ochenta, contemplé en Ámsterdam cómo una cantante se desnudaba ante el micrófono y ante el alborozo de todos se masturbaba con toda la naturalidad.

Ay, vi movidas inquietantes a finales de los setenta. Músicos que con toda naturalidad se metían intermitentemente un chute entre canción y canción. Quizás lo más salvaje fue aquel concierto en el Madrid del comienzo de La Movida. Lo recuerdo bien, todavía tengo la entrada, 20 de junio de 1980, campo del Moscardó, Madrid, setecientas pesetas. Actuaba el entonces apóstol maldito del rock, Lou Reed. Tarda una eternidad en salir al escenario. Recuerde el hermano lector que eran tiempos un poco salvajes en que los camellos reinaban en los barrios del extrarradio. Todo el mundo quería escuchar su tema “The heroine”. Sale por fin la estrella. A la tercera o cuarta canción alguien lanzó un bote que le pasó rozando. De inmediato, él sale del escenario. El público no paraba de gritar. Es bien cierto que Lou Reed y sus músicos subieron rápidos a su limusina y partieron para el hotel. De pronto, como en una estampida, centenares de jóvenes tomaron el escenario y con una gran violencia destruyeron micrófonos, instrumentos, todo. También hubo saqueo. Ese concierto es ya una leyenda y se le conoce entre la basca como el motín del Mosca.

Bien, hermano y hermana lectora. Te cuento lo que sucedió el domingo en el festival de Barbeira SeaSon Fest. Allá me fui y pasé tres días fantásticos. La naturaleza, el mar en el frente y los asientos eran esos mollos de paja como los que hacían los campesinos. Buenas bandas y muy prometedoras. Conque le toca actuar a Laborde, una banda de Valencia liderada por Miriam, una chica de voz doliente. Cuando subió ya la vi deambular antes de tomar el micrófono. Cantaba el estribillo “Los sueños se rompen de golpe / dime quién me sustituirá”. De pronto, calla, mira al público y por fin nos espeta “Voy a contaros un secreto, tal vez no deba decirlo, la verdad es que esperaba que sucediese a media noche, pero cuando me ocurre los nervios me acosan y quedo desvalida. Pues lo cierto es que hace diez minutos me vino la regla y no sé cómo llevar este concierto adelante. Y encima llevo este pantalón blanco así que no os asustéis”. Después, Miriam salió del paso entregada y con valentía.

(Ayer coincidimos tres contertulios después de un largo mes sin vernos. De inmediato, claro, les conté esta historia. Quedaron muy sorprendidos y hubo polémica. El contertulio músico opinó que no era profesional y que seguramente era una descarada, una pija con ganas de epatar “Yo si voy a un concierto no voy a escuchar batallitas”. De inmediato saltó el psiquiatra y dijo “A mí me parece un acto de valentía en estos tiempos en que la mujer necesita todos los apoyos. Me parece un acto de reivindicación quizás un poco inocente”. El profesor, pensativo, da un largo trago a su gin tonic y nos larga un discurso que parece de los progres de mi generación “Ella sólo dijo su verdad y seguro que si en vez de esa joven valenciana estuviese allí la poetisa Patti Smith, siempre tan combativa, tal vez recordara que a esa hora salía el último avión de Kabul. Y todas las mujeres de Afganistán se apresuraban a encerrarse en sus casas temiendo el látigo o la lapidación”. El músico le dijo “No te pongas tan patético”. El profesor se envalentona y dice como si estuviese al frente de una manifestación “Si esa incidencia le ocurriese a la poeta, seguro diría ‘Mezclo mi sangre con la de todas las mujeres de Afganistán en esta tarde tan triste para el mundo”. Enseguida llama al camarero “Pon la última ronda con la esperanza de que pronto acabe aquel infierno”.)

VIERNES, 3 DE SEPTIEMBRE

Camino por la calle Santo Domingo y escucho que alguien me llama desde la acera. Cielos, es Charly, que con su hermano fundó y lideró la banda de Los Suaves. Ahí llega, con su eterna sonrisa “Se nos ha muerto Charlie Watts, el legendario batería de los Stones, y ando triste. Bueno, no sólo por eso, mira alrededor, en las casas sólo quieren perros, no niños ni viejos. Ya no queda nadie que viva peligrosamente”. Me guiña Charly “Son tiempos en que hasta los apareamientos son gélidos. El personal anda desorientado, antes había eso que se llamaba coraje civil, de lo que ya no quedan ni restos. Los niños ya no llevan libros a la escuela”. Ahora me mira y me pregunta irónico “¿Tú no habrás claudicado, cabrón?”. Allá se va con su eterna sonrisa “Me voy rápido a casa a emborracharme”. Aún le respondo “Yo también voy a casa, pero a jugar a la ruleta rusa”.

Te puede interesar