Opinión

Ella lo sabía

ALBA FERNÁNDEZ
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JUEVES, 16 DE FEBRERO

La veo ahora mismo, ahí viene, en bicicleta, su bicicleta verde, su sombrero de paja ibicenco, largas trenzas plateadas y ropa discreta también al estilo de la isla. Es mediodía y se sienta en la terraza del ya mítico hotel Montesol. Principios de los setenta; la isla, cómo te diría, estaba virgen, aún no habían llegado los ávidos constructores a amurallar las playas. La habitaban camadas de jóvenes pacíficos rodeados de un aura de misticismo. Los paisanos al principio, en los sesenta, los recibieron bien. Pero cuando los empresarios comenzaron a comprar sus tierras cercanas al mar, ay, lo decía Quevedo y lo cantó Serrat: “Hace todo cuanto quiero / Poderoso caballero es don Dinero”, ya no fueron tan hospitalarios.

Hermana, hermano, estoy hablando de Raquel Welch, la mujer más bella del mundo. Tanto amó Ibiza que vivió allí largos veranos. Cuántas noches la vi en la discoteca Lolas Club, una de las primeras que hubo en la isla. Una madrugada clandestina en la barra del local, viéndola moverse como un vértigo entre tanto extraño personaje, escribí un poema, ‘Lolas Club’, que años más tarde, en los ochenta, la banda Minuit Polonia grabaría con el título de ‘Ibiza underground’. Algún crítico dijo: “Es de esas canciones extrañamente especiales”.

Acisclo Manzano y Jaime Quessada andaban por allí en aquellos años. Cierto es que en algunas ocasiones, perdido, daba con mis huesos en la casa de Jaime. Los tres sentados en la terraza del céntrico hotel Montesol, la vimos muchas veces. Qué tiempos milagrosos, nadie la molestaba. Ay, hija de padre boliviano, chapurreaba bien español. La mirabas y parecía decirte: “Sólo tiene libertad quien la gana”.

VIERNES, 17 DE FEBRERO

Vuelve Miguel a la carretera cuarenta años después de aquella demoledora gira con Luz y Leño en la que probablemente estuviste. Inevitable, ‘Bienvenidos’ está ya en el imaginario colectivo. No hace tanto, en Celanova me dijo: “Todo dios me empuja a hacer esta gira. La banda, mis amigos, imagínate. Me encuentro bien así que allá voy. A finales de agosto me pondré en camino. Será una celebración, invitaré a músicos de cada ciudad y en el escenario nos mezclaremos distintas generaciones”.

Pero hoy quiero escribir sobre aquel tema que llevó a Miguel, muy jovencito, a liderar las listas del mundo. Apareció en Madrid un compositor argentino allá en el 62. Un prodigio de creatividad. Enseguida colaboró con éxito con músicos españoles e hizo melodías de televisión. Pero él era sobre todo un clásico, un hombre obsesivo y atormentado que luchaba titánicamente contra la obesidad, estaba casado con la uruguaya Isabel Pisano. Le costaba asimilar su lado homosexual.

Pero te cuento. Una noche de finales de los sesenta, se encontró con Miguel en un café de la ciudad. Las cosas sucedieron así. No se conocían. Va Waldo de los Ríos, se acerca al cantante y le espeta: “Yo Waldo de los Ríos, y tú, Miguel Ríos, vamos a ser número uno en el mundo”. El granadino no se lo creyó mucho. Un tiempo después, el argentino le hizo escuchar el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven. La letra es del poema ‘Oda a la alegría’ de Friedrich Schiller. La grabaron en Hispavox, 4’45, en su LP ‘Despierta’. Salió a la calle en 1970. Cielo santo. A veces la gloria llega cuando menos te lo esperas. Boom. Entró como un tiro al número uno en toda Europa y los Estados Unidos. Allá va un joven Miguel de aquí para allá a recorrer las emisoras y cadenas de televisión del mundo. Hasta los jóvenes americanos que se negaban a ir a Vietnam y quemaban sus cartillas de reclutamiento, cantaban el ‘Himno a la Alegría’.

Pero volvamos a Waldo de los Ríos. Estaba casado con Isabel Pisano. Una mujer inquietante y bella que conocí en Madrid. Su vida es asombrosa. Hizo cine, llegó a trabajar con Fellini en la película Casanova. Y en España, protagonizó la escandalosa película ‘Bilbao’ de Bigas Luna. Después se dedicó al periodismo. Qué mujer, corresponsal de guerra, estuvo en primera línea en los bombardeos de Irak y en casi todos los conflictos, Somalia, Líbano, Chad, Bosnia. La historia es verídica. En una conferencia de prensa conoció al mítico líder palestino Yasir Arafat. Después, ambos vivieron una intensa historia de amor. Ella siempre sostuvo que el premio Nobel de la Paz fue asesinado. Escribió varios libros, conoció el lado más oscuro y su obra “Yo puta. Hablan las prostitutas” conmovió a miles de lectores. Pero hay más de esta mujer.

(Ya saben los lectores, Waldo de los Ríos se suicidó el 28 de marzo de 1977. Ese día, se vistió su traje favorito, su comida fue un festín en su restaurante preferido, después tomó su Lamborghini, llegó a su chalet, cogió su escopeta de caza e hizo un disparo a su cabeza.

Isabel Pisano me dijo muy bajo: “Yo lo sabía. Un espíritu me dio la fecha”).

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