Opinión

La estampida

Eustábamos en La casa de “María Andréa” frente al cuadro de Conde Corbal: allí están retratados los mejores cerebros del pasado siglo, toda la “Atenas galaica”. Desde Risco al más reciente Xaime Quessada. Era media tarde y el licor café comenzaba a hacer su trabajo entre nosotros. Ya sabes Alexandro, Vidal Souto, Ascisclo y algunos artistas de la nueva camada.

De pronto, Alexandro se yergue, pide silencio,to pensamos; va a largarnos una de sus aventuras con “ellas”. Tal vez alguna proeza en un sórdido burdel de carretera. Pero no. Nos miró con seriedad y preguntó a alguien: Tienes el coche ahí?.

Después, casi como una orden, en lenguaje castrense nos espetó. “Propongo que en esta tarde en que todos coincidimos aquí, vayamos a visitar la solitaria tumba de Xaime Quessada, el viejo maestro.”

En seguida, muy apretujados partimos hacia Señorín en tierras de Carballiño. Inevitablemente Vidal Souto conto su chiste favorito de difuntos: “Era de noche y dos muertos decidieron salir de ronda por la ciudad. En la puerta del cementerio se subieron a una motocicleta. De pronto, el más anciano dijo, espera un momento. En seguida regresó con la lápida al hombro: “tal como están los tiempos no íbamos a ir sin documentación”.

Llegamos al cementerio, pronto nos sentamos al lado del mármol frío. La intención era continuar bebiendo, recordar al maestro y contarnos viejas batallas.

Muy cerca un ave graznó inquietándonos. Allí también reposan los restos de su llorado hijo Xaime.Ya ves, aprendes a vivir un poco y se te escapa la vida. No sé qué sucedió, estaríamos allí casi una hora y nadie dijo una sola palabra. Como si siguieramos la regla V cisterciense “cuando se habla en demasía ronda el pecado”.

Regresamos con una extraña sensación de paz. Todos sentimos la cálida palmada que el maestro solía darnos al despedirse.

Era viernes, nuestra peña anduvo errante de local en local. Regresamos al lugar de donde habíamos partido en melancólica expedición. Hablamos de Xaime y sus noches babilónicas y su sobredosis de cafeína al despertarse. Ay, ya nadie practica su peculiar forma de ligar: Llegaba al pub, miraba alrededor y decía con aquel gesto pillo e ingenuo tan suyo “cámarero tráigame recado de escribir”. Así decían en el café Gijón los viejos escritores.



Pero te cuento. En la servilleta dibujaba con maestría a la chica que le había conmovido. Después se lo regalaba. Y ella divertida y festiva se reia.


(Ah, Xaime, nada es lo mismo desde tu partida. Ya no se ven chicas fatales como Catherine Deneuve en “Tristana” del maestro Buñuel. Fuiste, Xaime el último bohemio y ha habido una desbandada de artistas de la ciudad. Alexandro partió hacia Muxía, Vidal Souto se cobija en Leiro, Acisclo se refugia en paradero secreto. Los artistas más jóvenes sobreviven por Londres o Berlín. Han salido en estampida tal si tuviesen una pulsión nómada)

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