Opinión

Inesperada defensa

MIÉRCOLES, 21 DE JUNIO

La tertulia está tranquila. Hablamos de la vida. Se ríe el pintor “Antes queríamos cambiar el mundo y ahora lo que quiere la gente es llegar a fin de mes”. De pronto llega sonriente nuestra única tertuliana “¿Qué os pasa? No discutís ni nada, vaya tertulia sin alma”. Todos callamos ante su bronca. Pero va ella y nos dice: “Vamos a hacer un juego pero hay que ser sinceros. Aquí tengo seis palillos, uno es más largo. Pues bien, al que le toque ha de contar una historia de amor que le haya marcado”.

Vamos cogiendo cada uno nuestro palillo y, cielo santo, el destino hace que mi palillo sea el protagonista. “No mientas, Jaime, y suelta la historia de tu amor atormentado”. Doy un buen trago a mi gin tonic, busco entre mis recuerdos heridos y comienzo a hablar ante la mirada expectante de mis colegas.

“Era mediados de los setenta. Allá me fui con unos amigos a vivir a tumba abierta unos Sanfermines en Pamplona. Llegué unos días antes invitado por unos colegas. La conocí en un pub de la ciudad. Era un prodigio de mujer. No me excedo si digo que era culta, inteligente y atractiva”.

Va el músico, me interrumpe “Venga, venga, cuéntanos lo que queremos saber y deja de irte por las ramas. Vete al grano”. Así que continúo. “No me separé de ella durante la semana larga que estuve allí. Cierto, la noté huidiza y un poco esquiva al contacto físico. Pero, cómo os diría, su mirada lánguida y magnética me atrapó. Era el último día de San Fermín, no le había tocado ni un pelo. Caminábamos en silencio por la calle de la Media Luna. Cuando pasamos justo al lado de la Plaza de Toros decidí, muy españolito: tengo que hacer faena como un torero. Allá voy, la abrazo, se sorprende, la tomo por la cintura y busco sus labios húmedos”.

Engullo otro buen trago de gin tonic, hago una pausa, los ojos de mis contertulios están clavados en mí. “Todo sucedió en el espacio de unos segundos, ya cerca de su boca vi que se apresuró a sacar algo del bolso. No miento, hermanos, una cruz plateada no muy grande con la que selló sus labios”.

ALBA FERNÁNDEZ
ALBA FERNÁNDEZ

 

JUEVES, 22 DE JUNIO

El juego no concluyó, dice la contertulia. No hay que andarse con monsergas y al que le toque el palillo ha de contar su historia. Le tocó al abogado. “Era yo muy joven. Muy cerca del despacho en que trabajaba había una cafetería que regentaba una chica portuguesa. Cómo os diría, tenía esa ‘saudade’, esa melancolía que les ronda a los del país hermano. Con trabajo, la chica logró hacerse dueña del negocio. A mí me tenía fascinado y era mi sitio favorito”.

“A veces sucede, quizás por un soplo del diablo, los clientes poco a poco dejaron de ir. Encima, montaron otro local casi al lado. En los últimos tiempos, apenas tres o cuatro clientes acudíamos allí. Como supondréis, yo procuraba estar todo el tiempo posible y, para que ella hiciera caja, pedía sin interrupción que llenara mi vaso de whisky caro”.

“Ay, cuántas tonterías hace un hombre por una mujer. Ella estaba ya muy desanimada, las cuentas al cierre eran muy malas. Yo insistía: ‘Lléname el vaso’. No os miento, algunas noches salía de allí dando bandazos, con una cogorza tremenda. Dejaba allí casi todo mi sueldo. Recuerdo bien aquella maldita noche. Sólo estaba yo en la barra. Era las doce, la hora del cierre. Ocurrió en un pispás. Fue apagando las luces, el local casi estaba a oscuras. Yo estaba muy bebido, apenas me sostenía. Ay, con frecuencia sucede lo que más temes. En el mostrador pone dos vasos. Toma su mejor botella de whisky, llena su vaso y después el mío. Sólo dijo: ‘Es la última copa que te sirvo, mañana mismo regreso a mi país”.

VIERNES, 23 DE JUNIO

Qué locura, todo dios es escritor ahora. Todo el mundo publica, la mayoría son autoediciones. Abundan las editoriales que buscan al novato que pique y quiera publicar. Tienen que pagar, claro. Le prometen todo, distribuir y hasta llevarlo a la gloria. Después, los libros se pudren en la casa del autor.

A veces ocurre que hay joyas literarias con poca fortuna. Mira tú que me he reído con “Lecturas para desconfiados” de José Monjardín Fernández, editado por Duen De Bux. Es como un paseo errático sobre este mundo lleno de raposos. Un libro esperpéntico y lúcido. Página ochenta y cuatro: “¡El Desánimo ha cundido al fin! ¡El género humano se nos entrega! ¡Aborrece su condición!”. Ya escribí que esta ciudad está llena de talentos que viven en sus cubiles.

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