Opinión

Mi consigna favorita

Vaya hermano, cómo andan las cosas. Bueno, aquí estamos bien, refugiados en esta ciudad literaria y herida. Así que, venga, colega. Ya hacía tiempo que no escribía de aquellos años felices, hedonistas y extraviados del Madrid de los ochenta.

Así que vamos a ir al lado duro de la vida. Y te voy a contar de un tipo músico, un tipo increíble de vida límite que decía “mis notas son como las baterías nazis que retumbaban en Polonia”, por eso le puso ‘Minuit Polonia’ a su banda.  Tenía obsesión por esa ciudad y se pasaba el día rescatando vídeos e imágenes de aquella guerra infernal. Yo le hice algunas letras. Una de ellas, ‘Ibiza underground’ es casi un himno en la isla. Lo recuerdo bien, la escribí allá en los setenta, cuando no habían llegado las masas de turistas. Describe los personajes que habitan una mítica discoteca ibicenca, ‘Lola´s club’. Allí estaba yo en la inquietante madrugada.

Me pregunto qué será de él. Imagínate cómo sería, todo el mundo le llamaba ‘El Bomba’. Parecía haber salido de aquel estribillo de Johnny Winter “Más vale quemarse que irse desvaneciendo…” ay, en una vida oscura y aburrida. Vamos, era una vela que se quemaba por los dos extremos. Se reía y tomaba prestada la frase punk  “quiero morir joven para estar bello en el ataúd”.

Pero te cuento. El otro día me asaltó un joven ourensano que vive en Madrid, un obsesivo seguidor de la música independiente. Traía un disco bajo el brazo que yo había olvidado. Me saludó muy efusivo aunque yo creo que me observó benévolo como a una reliquia de los tiempos de Tierno Galván. Enseguida me dijo “Fírmamelo, por favor, es ‘Ibiza Underground’, uno de mis discos favoritos”.

Mira tú, allá volvió Luis ‘El Bomba’ a mi cabeza. El líder de ‘Minuit Polonia’. Sólo grabaron un par de discos pero ‘Ibiza underground’ entró en la leyenda. Lo editan con frecuencia sellos independientes anglosajones. Cómo te diría, es techno punk. Luis se definía “lo mío es un psicodisco, música para que bailen las neuronas medio muertas de la vasca”. Y, cierto, tal vez no te guste, hermano, pero es un despliegue de relámpagos, por momentos una tormenta enfurecida. La música entra en tu mente mientras él recita con encanto mi poema. “Alguien baila sin brújula / alguien muy pálido habla solo en una esquina / alguien busca a alguien desesperadamente / alguien…” Allí están los tortuosos personajes de aquella mítica discoteca ibicenca.

En fin, vayamos al lado oscuro. Eran los ochenta, tiempos de excesos, en Madrid casi todo el mundo tenía una adicción. Qué tiempos, hasta Tierno Galván dijo en un concierto “Colegas, el que no esté colocado, que se coloque…” Hay que joderse. ‘El Bomba’ estaba colgado de aquellas anfetas que tantos estudiantes engulleron para no dormir y sacar el curso adelante, las ‘centraminas’. 

Ay, pero de pronto se cortó el rollo. Los médicos daban muy a cuentagotas las recetas. Y ‘El Bomba’ empezó a deprimirse. Pero ideó un plan. Yo creo que recorrió todas las farmacias de Madrid buscando sus presas. Él era alto, atractivo y tenía un poso de tristeza que las embaucaba. Meticuloso, subrayó en su agenda cuatro farmacias. Las farmacéuticas eran cuatro mujeres de distintas edades. Sin prisas y con sus artimañas de seductor, te juro, lector, que fue enamorándolas una a una. Imagínatelo en las reboticas con sus manos veloces y su mirada de lince. Salía de allí con los bolsillos llenos.

Pero las cosas comenzaron a ir mal, iba tan rápido que las farmacéuticas descubrieron sus tretas. Ah, él no se arredró. Y buscó nuevas alternativas. Otra vez recorrió todo Madrid, esta vez investigó los laboratorios fabricantes. Dio con ellos, claro. Descubrió que cada martes una furgoneta iba dejando en las farmacias la codiciada mercancía. Allá va ‘El Bomba’ en su moto detrás. Cuando los repartidores entran en la farmacia, sólo hay unos segundos, pero a las manos veloces de Luis le bastan.

(Jodidas pastillas que marcaron a una generación. Recuerdo acompañar a los ‘Leño’. Íbamos a hacer un disco que jamás salió. Era el día de ‘La Virgen Blanca’ en Vitoria. Media hora antes del concierto, venga, tres o cuatro píldoras cada uno. La ciudad se estremeció.

Ay, estos días he pensado mucho en mi amigo ‘El Bomba’. Qué será de él. Cierto, era un tipo muy leído, siempre un libro en el bolsillo. Y cuando había problemas en su banda, él decía “nada ni nadie puede tirar nuestro sueño”. A él le debo mi consigna favorita. Era un amigo. Cuando me veía bajo y la fatalidad me rondaba, me tomaba del hombro: “Venga, Jaime, no mates tu sueño”).

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