Opinión

La Musa de la Transición

ALBA FERNÁNDEZ
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JUEVES, 29 DE JUNIO 

Últimamente nuestra tertulia se anima. Nuestra nueva tertuliana nos ha dado vida, nos espolea y nos espabila. Ella es siempre combativa y feminista a manos llenas.

Pero te cuento, hermano. Va y nos espeta: “Vosotros, camastros, vivisteis aquellos años de la Transición de los que a veces me habla mi padre. A veces, me dais la vara contando batallitas de vuestras manifestaciones antifranquistas, pero nunca habláis de las mujeres valientes que lideraron con frecuencia vuestras movidas. Ayer mi padre me contó de ‘la Musa de la Transición’, una enigmática mujer aristócrata que tenía enamorados a todos los políticos. Él me dijo que era progresista, feminista, muy culta y temprana ecologista. Venga, espabilad, ¿de quién se trata?”.

Hay un silencio. Alguno se atreve a decir: “Pilar Miró”. El abogado dice: “Cristina Almeida”. Nuestra amiga se ríe: “No os enteráis de nada”. Nos mira y por fin descubre el nombre: “Mi padre me habló mucho de ella. ¿Es que no sabéis quién era Carmen Díez de Rivera?”.

Su nombre me golpea. Salto yo y hablo despacio para lucirme: “A veces os he contado de aquel pub, Santa Bárbara, allá en la calle Fernando VI de Madrid. Un pub elitista a donde acudíamos los progres de entonces, muchos políticos y escritores que despedazábamos casi siempre al Gobierno. A veces, acudía Paco Umbral, que fue quien la bautizó como ‘la Musa de la Transición’. Solía llegar ya tarde, cómo os diría, cuando entraba casi se hacía un silencio, melena rubia, ojos azules intensos, magnéticos, antes decíamos ‘de gran clase’. Su elegancia tal vez la heredó de su madre que también fue musa de aquel modisto universal Balenciaga”.

Salta nuestra tertuliana: “Vete al grano, Jaime. Lo importante es su tragedia que la llevó a entrar en un convento de clausura. A ver, espabila y céntrate, cuéntanos sus heridas”. Yo no me vengo abajo: “De aquellas, cuando entraba en el pub, todos conocíamos la leyenda de su noviazgo fallido con Ramón Serrano Suñer. El otro día lo contó muy bien García Cuartango. Había estudiado en Oxford y con diecisiete años decidió casarse con Ramón Serrano. Justo en vísperas, supo que ambos eran hermanastros. Su madre no se atrevió a contárselo, fue un sacerdote. Aunque había sido educada como cuarta hija, lo cierto es que su madre, marquesa de Llanzol, había tenido una relación extramatrimonial nada menos que con el ‘cuñadísimo’ de Franco. Aquel ministro que visitó con frecuencia a Hitler y a Mussolini, mano derecha del general Franco. Falangista. El secreto es que Carmen realmente era hija suya”.

Interviene de nuevo nuestra tertuliana, que dice muy ufana: “Bueno, bueno, te doy aprobado. Es bien cierto que aquella ruptura se comentó en los mentideros de Madrid. ¿A que no sabes, Jaime, a qué convento de clausura se retiró Carmen llena de desazón?”. Pues me pilla nuestra chica, me quedo en silencio. Allá va: “Pues que lo sepas, decidió refugiarse en las Carmelitas de Arenas de San Pedro, en Ávila. Después, fue como misionera a un país lejano. Por fin, vivió en el París existencialista y sus biógrafos dicen que tuvo amistad con Jean-Paul Sartre”.

La verdad es que me tiene un poco harto nuestra tertuliana, tan enterada ella. Allá voy yo con mis restos de macho español: “Venga, venga, tú no la conociste y yo la vi algunas veces, estuve muy cerquita de ella en aquel pub Santa Bárbara. Se corría la voz de que era amante del rey, su gran amigo. También le atribuíamos ser amante del presidente Suárez. Cierto es que fue jefa de su gabinete y empujó para que fuese legalizado el Partido Comunista en aquel histórico 9 de abril de 1977. Después, la cautivó la sabiduría de Tierno Galván”.

(Termina la tertulia. Todos quedamos atrapados por su vida intrépida. Decían de ella que era de una belleza extraordinaria. Allá vamos todos a mirar en internet sus fotos. Es cierto, yo también las miro y busco aquel rostro que vi en los setenta. Yo, que he leído mucho sobre el lenguaje de los rostros, jamás vi en ella las huellas de su tragedia. Xavier Vidal-Folch la describió así: “Un personaje apasionante y apasionado, de alta cuna y altos puestos, se alineó con los excluidos, y poseedora de una lengua venenosa y un corazón grande”).

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