Opinión

DE 'NÓS' A LA GENERACIÓN 0

Era de la camada de los hombres que lloran en secreto cuando la infancia se va. Siempre me fascinó su lado oscuro, su cerebro llameante, su desesperada atracción por Ourense: 'Nací en una ciudad pegajosa de la que jamás pude desprenderme'.


Hablo, naturalmente, de Vicente Risco, el más inteligente de la generación 'Nós': las mejores mentes del siglo XX de Auria, que nacieron en un circulo mágico, en 300 metros a la redonda de la Plaza del Hierro.


Cuentan que su amigo y compañero en la revista, el mítico Castelao, dijo en los últimos años: 'Si me encuentro con Vicente, primero le doy dos hostias y después un gran abrazo'. Al fin, ya decía Camus que la amistad está por encima de las ideologías. Risco siempre cargó con la leyenda negra de haberse acercado al general ferrolano. ¡Ah!, su artículo en la primera página de este periódico dando la cálida bienvenida al militar sublevado, cuando en el 52 vino a inaugurar la estación de ferrocarril.


Cierto, uno tiene derecho a contradecirse, a no ser un héroe, a cobijarse en los tiempos feroces. Pero él había escrito: 'Todo está permitido, excepto rendir el yo auténtico'.


Aquellos días, los falangistas caminaban altivos con sus correajes por la ciudad; el soplo frío de la posguerra recorría los caminos y había habido muchos muertos, de los suyos, en las paredes de los cementerios. Recordemos sus años juveniles, fueron divertidos y contestatarios. Entonces, emulando a Óscar Wilde, vestía como un dandy; a pesar de su cuerpo enjuto y los gruesos cristales de sus gafas, enternecía a las mujeres recitando a Rimbaud.


Cuenta su biógrafo Carlos Casares que él y sus amigos tenían un refugio en la plaza de San Cosme donde se reunían para fumar 'kif', que traían los legionarios de África. Soñaban con las diosas celtas de largos cabellos rubios y piel empalidecida.


Leían al perturbador Nietzsche, y Risco hablaba de un mundo 'donde no se conoce la máquina y los hombres no llevan chistera'. Descubrió la puerta trasera del infierno: nadie escribió como él del Satán lujurioso y soberbio.


Después Alemania. En Berlín contempló los huevos de la serpiente. Regresó: 'Los judíos son tipos encogidos, sin pescuezo, cetrinos, sudorosos y marranos'. La contradicción siempre, después defendió a los negros de EE.UU.


Escribió 'O porco de pé', obra vigente y luminosa. Creó 'Nós', 'Centuria', se aproximó al galleguismo: 'Galicia ceibe, enxebre y católica'. Escribió 'Nós, os inadaptados', obra vigente para esta 'Generación 0' que de nuevo emigra y ve el alrededor en ruinas.




(Cuenta Casares que decía la cita: 'Hay que darle al hombre el pan y la luz, las dos cosas juntas'. De centellante ingenio, era corrosivo en la tertulias: la del Royalty, el Pombo en Madrid, a donde llegaba vestido de monje budista y reivindicando a Tagore. El hotel Barcelona, 'la tertulia de los sabios'. El 'Volter', allí bautizó a los pintores locales como 'los artistiñas'. Los jóvenes le rodeaban cautivados por sus trabajos de esoterismo y gemología. Al anochecer, caminaba recogido y místico hacia la catedral: en la capilla del Santo Cristo sacaba de un pequeño cofre el rosario de cuencas de madera y, con resignado desvalimiento, musitaba la plegaria más doliente de los hombres.)


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