Opinión

El ojo abierto del caimán

ALBA FERNÁNDEZ
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JUEVES, 23 DE MARZO

Conque estoy en el Frade engullendo una tortilla deliciosa. De pronto, se me acerca Quique, el barman, y me dice: “Lo invita aquel señor de traje azul que está en la esquina”. Miro hacia allí y no me resulta alguien conocido. Enseguida se acerca a mí, muy sonriente, me tiende la mano y se presenta: “Leo algunas veces sus artículos de ‘El ángulo inverso’ y ¿sabe?, el de la semana pasada en que escribió sobre el maquis Camilo de Dios y aquel error me conmovió. Mire, soy de la zona de O Barco, y allí hubo muchos muertos en la posguerra, muchos ajustes de cuentas”. Engullo un trago y él me da una palmada amistosa: “Hace usted muy bien en recordar de vez en cuando esos años, las nuevas generaciones crecen sin memoria. Mi familia sufrió mucho, permítame que le cuente lo que sucedió con mi abuelo y el error que también hubo”.

Mi nuevo amigo guarda silencio, me mira a los ojos y continúa, ahora con la voz un poco quebrada: “Sepa usted que mis abuelos eran republicanos. Mi abuelo estuvo en la batalla del Ebro a las órdenes de Líster. Al terminar la guerra, como el general Franco había hablado de perdón, mi abuelo regresó a O Barco. Enseguida los falangistas lo acosaron, golpearon y amenazaron: ‘Vete a casita que ya tendrás noticias nuestras’. Todos sabíamos que aquellos hombres de camisa azul no amenazaban en vano. Mi abuelo dudó y decidió huir por caminos poco transitados hacia Francia. No se lo he dicho, pero mi abuelo era un hábil carpintero. Fue mi abuela, una mujer recia y valiente, quien le insistió: ‘Todos los caminos están vigilados y no llegarás con vida’. Sepa, mi casa es grande, de piedra, con dos pisos y un ‘faiado’ largo. Por fin, decidieron que él se quedaría escondido hasta que las cosas se calmaran. Conque, mi abuelo, sus manos eran un prodigio, construyó un falso ‘faiado’ tan bien hecho que nadie sospecharía. Ya sabe cómo era entonces, los guardiaciviles con sus largas capas venían a menudo a registrar la casa. Mi abuela era muy cauta y le dio ropas de mujer para que el tendedero no delatase ropas de hombre. Decía ella: ‘Con un ojo abierto en la charca, vigila el caimán”.

Ahora, mi amigo baja la voz como levemente emocionado: “Le estoy hablando de aquel aciago 17 de febrero de 1943. De madrugada, como solían hacer, dos guardiaciviles golpearon con ímpetu a la puerta. Entraron agresivos. Fieles a su estilo, abrieron las habitaciones con rabia, buscaron aquí y allá, casi derrumbando las puertas. Metían miedo las bayonetas de sus fusiles”.

(“Cuando ya se iban, una vez más sin éxito, uno de ellos observó una lata llena de excrementos. Entonces, escarbó sin mucho interés en la lata con la punta de la bayoneta. Ese fue el error, amigo. Entre los excrementos apareció la tapa de un paquete de tabaco.

”Ay, pocos días después mi abuelo fue fusilado”).

VIERNES, 24 DE MARZO

Hoy apareció en la tertulia el músico con su guitarra en las manos. Pocas veces lo hace así que nos sorprendió: “Pues, muy sencillo, soy un gran admirador de Joan Manuel Serrat y de la cantautora mallorquina María del Mar Bonet. El maestro ha hecho su último concierto y me ha dado mucha alegría que los dos hayan sido galardonados como doctores honoris causa por la Universidad de Barcelona. Ya sabéis, los cantautores siempre hemos sido ninguneados. Así que voy a cantar un par de temas para recordarlos”. Cielo santo, allá va, con voz sentida desgrana “Mediterráneo”. Cómo no nos vamos a emocionar con una de las más hermosas canciones que se hayan escrito. Una canción que ha marcado a generaciones. Aplaudimos. Hay un silencio e interviene el pintor: “Sabréis que hace años le habían concedido la misma distinción en la Universidad de Madrid. La que se armó en Cataluña. Le insultaban cuando caminaba por las calles de Barcelona y su casa fue apedreada con rabia. También recuerdo cuando en el 69 se negó a cantar el ‘La, la, la’ en castellano e ir a Eurovisión. Después, evolucionó y supo que había crecido con los dos idiomas”. Ahora el contertulio músico nos ruega silencio con el dedo en la boca. Y sin más, en un catalán digno, entona “Vigila el mar”. Después añade: “Os traduzco. ‘Vigila el mar/ que la lluvia no es tuya/ y el sol deslumbra poco a poco’. Esta canción me emocionó mucho cuando la escuché en un concierto que hizo María del Mar Bonet en compañía de Amancio Prada. La veo ahora exuberante, sabia, moviendo el abanico con elegancia, siempre buscando las raíces.

”He leído que Serrat, en su último concierto, comentó que hace dos mil quinientos años Pitágoras recomendaba cantar para combatir el miedo y las preocupaciones”. Añade el psiquiatra: “Y, cierto, ya Cervantes escribió: ‘Donde música hubiere, cosa mala no existiere”. Ya el cantante entona los versos inmortales de Machado: “Caminante, no hay camino;/ se hace camino al andar,/ golpe a golpe, verso a verso”.

La fiesta se enciende, corren los gin-tonics. La gente que está en el local se añade a nuestra celebración, incluso el barman.

(Para sorpresa nuestra, nuestro contertulio psiquiatra se yergue, saca del bolsillo un papel y nos dice con voz emocionada: “Acaba de aparecer un poema escondido de nuestro amado Machado”. Y lee: “Llega la primavera y la cigüeña madre enseña a sus hijuelos a usar las alas torpes”).

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