Opinión

Aquellos ojos que pintó Goya

No le gusta hablar de su vida privada. Lo localicé por un amigo: nació en una aldea de Xinzo, tendrá alrededor de cuarenta y pico años. Siempre le gustó la aventura, el riesgo y las armas.

Estuvo cinco años en el Tercio, allá, cuando la Legión era una leyenda; recitaban aquello de “arrastrarás carros y carretas hasta caer reventado”, y al grito de “¡a mí la Legión!”, todos iban en su ayuda con razón o sin ella. Dabas cualquier nombre en el banderín de enganche, era suficiente, no te preguntaban más.

“Me he dado cuenta de que a todos los que estuvimos allí, nos costaba mucho adaptarnos a la vida civil. Habíamos vivido una experiencia extrema, disciplina límite y duros castigos, como caminar todo el día con un saco de arena a la espalda. Eran los códigos de Millan Astray y el general Franco.

Amigo, ahora las guerras las hacen sociedades, ejércitos privados y organizaciones que se disfrazan de humanitarias. En Iraq todavía hay trabajo para los mercenarios de todo el planeta. Tengo amigos que estuvieron en Yugoslavia como francotiradores y ganaban mil euros diarios.

¿Qué te hable de mí? Al salir del Tercio anduve a la deriva, trabajé en una empresa clandestina encargada de cobrar deudas oscuras. Me da vergüenza recordarlo, pero pegué muchas palizas y torturé a morosos por temas de narcotráfico.

Conocí a un serbio, gigantón, mercenario jubilado, que tenía muchos contactos. ¡Qué tipo! Contrataba a marginados y les lanzaba cuchillos a la silueta. Todo es cuestión de información, mi currículum es de tipo experimentado: los legionarios estamos bien considerados, yo sobreviví en bosques, comiendo gusanos y escarabajos.

Donde hay petróleo o minas de diamantes, allá vamos nosotros, ojalá fuese Navidad todo el año”.



(“Me propusieron hacer trabajos de limpieza social, liquidar, sin más, ‘meninos da rúa’ en Brasil. La gente no se entera, conozco bien esos sistemas, estos últimos meses han soltado en África el virus del ébola que mata silenciosamente.

¿Lo que más me impresionó? He visto cajas llenas de hormigas rojas que capturan en un lugar del desierto de México. Las sueltas y devoran todo, carne, huesos y todo tipo de armas. No quedan testigos.

¿Sabes?, me gusta mucho la pintura, hay un cuadro que me obsesiona y que miro con frecuencia: ahí está todo. Me refiero a ‘Los fusilamientos del 3 de mayo’.

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