Opinión

Quizá rondó un maleficio

Acaba de venir a verme un escritor salmantino que está haciendo un libro sobre aquella alucinante movida que fue la gira del 83 de Miguel Ríos.

Tal vez, hermano –así decíamos antes–, estuviste en alguno de aquellos conciertos. Recuerda, actuaban con Miguel una primeriza Luz Casal y el inolvidable grupo Leño. En calidad de letrista los acompañé en la gira. También iban los Bordini, que con sus motos circenses y aéreas rompían el aire en los estadios.

Maldita sea, esta semana falleció aquel chico silencioso y espiritual a manos llenas: Toni Urbano, era el bajo de los “Leño”. ¡Ah!, cuántos kilómetros recorrí sentado a su lado en aquel “blues del autobús”, contemplando por la ventanilla como el siglo y el mundo se corrompen.

Ha pasado mucho tiempo. Recuerdo vivamente aquel 2 de julio de 1983 en el estadio de la Romareda, en Zaragoza. Era el primer concierto y Miguel se frotó los ojos. Esperábamos diez mil personas y entraron cincuenta mil en el estadio. Allí nos dimos cuenta de que el concierto también era la celebración de la democracia.

Pero no quiero hablarte de aquellos días de vino y rosas. Chicas siguiéndonos en todas la actuaciones. Todo lo que pedías estaba a tu alcance. Era eso tan inasequible que llaman “gloria”.

¡Ah!, pero los dioses no permiten que el hombre tenga demasiada felicidad. La fiesta termino el 5 de septiembre en Barcelona.

Días después, Miguel andaba pálido y desconcertado. Algunos críticos cabrones lo atacaron con dureza porque la gira iba patrocinada por una bebida refrescante. También le llamaron “el gran hermano”. La depresión le rondó y escapó de Madrid con su chica en una furgoneta hacia Europa.

El resto de los músicos también lo pasaron mal: los vi “secos”, huérfanos de aplausos y vacíos de energía. La aventura había sido intensa y desbordante.

(Estoy hablando con el escritor salmantino: me hace echar la vista atrás. Quizás un maleficio despidió la movida. Paco Palacios, el guitarrista de cabecera de Miguel, falleció sorprendentemente pronto. Sergio Castillo, el batería cubano que marcó el ritmo tal una locomotora, falleció al año. Al menos dos personas más de los que vivieron aquel sueño tampoco están entre nosotros.

¡Ah!, el grupo Leño, el más querido del foro, se reunió días después. Cerraron la puerta del local. Cuentan que hubo un gran silencio. Se miraron a los ojos y salieron lentamente. Su manager se les acercó con un cheque en blanco. Ni siquiera detuvieron sus pasos. Leño jamas volvió a un escenario.

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