Opinión

La sonrisa del patriota Said

Martes, 18 de mayo

Llego a mi local favorito donde tenemos nuestra tertulia. Viene conmigo el abogado músico y al entrar nos sorprendemos, hay un camarero nuevo. El dueño enseguida nos dice: “Se llama Said, es de Tetuán, marroquí. Dice que ha estudiado en colegios españoles de aquella ciudad, que fue española hasta 1958”. El jefe nos mira pensativo: “Creedme, puse un anuncio para contratar a un camarero, recibí veintisiete currículum y todos extranjeros, sólo una era gallega. Hay que joderse, los nuestros no quieren trabajar, crecen muy mimados hasta por los abuelos y es una generación blanda, floja... al menos la mayor parte”.

Ahí está Said sonriente, feliz de trabajar: “Tengo ya experiencia y ya saben lo que decimos en Marruecos: "El hombre que no sabe sonreír, no debe abrir tienda”. Nos sirve con delicadeza dos gin tonic. Se despierta el periodista que hay en mí y me digo, qué mejor fuente de información que la de este joven sobre la situación en Ceuta y Melilla. Nos cuenta: “¿Sabe?, soy de los que saltaron la valla un día en que diluviaba. Éramos cientos, el Corán dice que sólo hay que tirar piedras a los árboles cargados de fruto, pero aquel día, como dicen ustedes, fue una batalla campal. Hubo agresiones y pedradas. En Ceuta logré conectar con un amigo marroquí que trabajaba aquí en Ourense. Fue difícil pero lo logré, me colé escondido en uno de los coches eléctricos de una atracción que había venido a las fiestas de Ceuta”.

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Ilustración de Alba Fernández

Le digo: “Yo conozco bien tu ciudad, Tetuán. Todavía tiene muchos edificios de nuestra colonización. Recuerdo el gran cementerio español tan extenso, donde yacen abandonados nuestros héroes”. Pero yo no quiero hablar de esto, sino saber lo que piensa un joven marroquí de lo sucedido estos días en nuestras ciudades del norte de África. Se decide a hablar: “Conecto por internet con mis amigos de Tetuán con frecuencia. Me cuentan que el Gobierno español dice la verdad oficial. Me insisten que los políticos españoles han jugado al gato y al ratón con mi país. Lo triste es que su ministra, muy en secreto y a escondidas, ingresó en un hospital de Logroño al enemigo público número uno de Marruecos. Nada menos que al torturador y exministro de Defensa saharaui Brahim Gali. Pero los servicios secretos de mi país no son tontos y descubrieron la patraña. Nuestro rey se enfureció. Cierto es que una de las virtudes de mi pueblo es el orgullo. ¿Cómo íbamos a dejarnos tomar el pelo? Así que nuestro rey Mohamed VI les dio a ustedes donde más les duele”.

El camarero habla despacio, como pensando mucho lo que dice, tal el dicho árabe: “Después de que han salido las palabras, estas te dominan”. “Siendo sincero -prosigue-, creo, como muchos marroquíes, que España no es un buen vecino, me viene a la cabeza aquella burda guerra de Perejil. Mi padre estuvo en la Marcha Verde allá en 1975. Me contó que era tal multitud que ustedes salieron con el rabo entre piernas y encima dejaron allí una hoguera entre polisarios, marroquíes y mauritanos. Entonces reinaba Hasán II, astuto como la serpiente y que conocía el alma española. Cierto que a su rey emérito lo consideraba un hermano, y su hijo, el hoy rey, siempre lo trató de tío”.

Mi contertulio y yo escuchamos con mucha atención a Said. Le preguntamos: “No nos vayas a decir que va a haber otra Marcha Verde, o Negra, como dicen tus compatriotas, y que esto sólo ha sido un ensayo”. Ahora Said calla y tarda en responder: “Son otros tiempos, ustedes están en la UE y eso no sucederá, pero seguro que para Mohamed sería como un sueño emular la gesta de su padre. Es más, seguramente le gustaría quedar en la historia como descolonizador de Ceuta y Melilla”.

Ahora es mi contertulio abogado que le habla de la gran corrupción que hay en el país, de la economía por los suelos: “Casi se habla de hambruna”. Yo le añado: “Cada vez que pasé la frontera de tu país tuve que meter en el pasaporte, muy doblado, un billete de diez euros”. Said dice un poco triste: “Parece como si la corrupción formase parte de nuestra cultura. Ahora los nativos están rabiosos por saltar a España y a Europa. También es cierto que hemos estado solos en esta pandemia. Qué poco hizo España por nosotros. Las noticias que corren por nuestro país son malas, el Gobierno no para de comprar armas de última generación a su socio protector Estados Unidos. Y la pasada semana, el rey y su consejo de ministros nos dio la peor de las noticias a los jóvenes. En breve ya, el servicio militar será obligatorio”.

(Entran clientes en el local. Said se excusa, pero aún añade: “Mi padre me enseñó a ser patriota y a amar mi país. Sobre Ceuta y Melilla sólo le diré un proverbio marroquí: ‘La paciencia es la llave de la solución”. Y Said se va como un rayo a atender a sus clientes.)

Jueves, 20 de mayo

Tal vez recuerde el hermano lector y lectora que nuestro contertulio el profesor hace unos días llegó como enfadado a la tertulia. Contó que mandó escribir a sus alumnos un ejercicio sobre Franco y los años del dictador. Todos sabían poco o nada del general ferrolano. Y hasta hubo un alumno que escribió sobre Franco Battiato confundiendo al cantante con el militar del que al parecer no sabía nada. Amnésica generación. Ay, acaba de fallecer el mítico intérprete italiano. Escucho ahora mismo uno de mis temas favoritos, “Nómadas”, en donde parece decir su epitafio: “Caminante que vas buscando la paz en el crepúsculo,/ la encontrarás./ La encontrarás al final de tu camino”. Es una letra en que canta a los caminantes que “duermen sobre las almohadas de la tierra./ Forastero que buscas la dimensión insondable,/ la encontrarás fuera de la ciudad al final de tu camino”. Solía repetir como un mantra: “Pienso mucho cómo he malgastado yo mi tiempo, que no volverá, que no regresará. La estación de los amores viene y va”. Cuenta Manrique, que lo entrevistó algunas veces, que el italiano siempre venía acompañado de su madre, que lo protegía como a un niño indefenso. Cuenta la anécdota de que entrevistándolo, el periodista se encontró mal y la señora sin dudarlo bajó a las cocinas del hotel y le preparó unas hierbas milagrosas: “Era una mujer de armas tomar. Battiato buscó el ritmo en los ritos tribales, la alegría de ‘los bailarines búlgaros que cantan descalzos sobre los braseros’. Sobre la guerra matizó: ‘Cuántas estúpidas gallinas se pelean para nada”.

Poeta eléctrico, culto, refinado, que extendía los brazos en el escenario como un profeta. Un trovador de la verdad, genuino, auténtico. Sus seguidores sentimos algo así como una devoción religiosa por él. Nunca fue un intérprete comercial y sin embargo sus vinilos estaban en lugar preferente en todas las discotecas personales. Buscó en la música experimental y psicodélica. Después llegó al pop y con “La voce del padrone” en el 81 logró vender un millón de discos. Extraño artista, participó en un Festival de Eurovisión, ganó el de San Remo, pero siempre tuvo dentro una intensa pulsión revolucionaria. También fue un poeta audaz y rebelde. 

(Menos mal, Bob Dylan cumple este lunes ochenta años. Vamos, los entierro a todos.)

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